viernes, 25 de diciembre de 2020

FELIZ NAVIDAD !!!!!


Desde el pasado primero de noviembre, fiesta de Todos los Santos, este blogg ha permanecido en silencio a causa de una enfermedad (no Covid, todo hay que decirlo) de quién lo escribe.

Retomo la actividad, el día de Navidad, para felicitarla a todos los hombres de buena voluntad. Las siguientes entradas ya serán en 2021, año que espero y esperamos todos sea infinitamente mejor que el presente 2020. Os dejo, en tiempos de Coronavirus, una interesante reflexión escrita por José Luis Olea, sj, en pastoralsj.org sobre la Navidad e, indirectamente, sobre cada uno de nosotros; escrita, casualmente, en las vísperas de la pandemia, pero que está plenamente de actualidad y nos puede llevar a reflexionar sobre uno de los muchos miedos que rodean al hombre y de los que Dios quiso que su Hijo tuviera experiencia directa en ellos. Para ello, dejo un precioso dibujo de @patite  para ilustrarlo. No es, creo que por primera vez en el existir de este blogg, una figura relacionada directamente con la Semana Santa.

NO TENGAS MIEDO

En 1954 Winston Churchill, por entonces primer ministro británico, cumplía 80 años. Y con motivo de la efeméride, el Parlamento británico quiso hacerle entrega de un regalo que estuviese a la altura del homenajeado: un cuadro realizado por el popular pintor Graham Sutherland, que inmortalizara a una de las figuras clave de la política británica. Pero aquella obra, que muchos consideran una joya de arte perdida, fue quemada por el propio Churchill por verse frágil, encorvado y rematadamente patético sobre aquel lienzo… Nada con lo que él pudiese identificarse, a pesar de su edad. Sin embargo, la realidad se impone y definitivamente aquel cuadro reflejaba la decrepitud del joven que fue. Veía decadencia porque había decadencia; veía fragilidad porque también la había. Ninguna de las cosas que aparecían en aquel cuadro eran ajenas al Churchill de carne y hueso, a pesar de sus muchas resistencias.

Este hecho histórico, que relata magistralmente The Crown, la conocida serie de Netflix sobre la vida de la reina Isabel II, me recordaba hoy algo profundo de lo que hemos celebrado un año más en estas Navidades. Porque resulta que Dios se ha hecho carne y, en hacerlo, nos dice que está dispuesto a asumir la fragilidad y debilidad del niño… y del anciano. Dios quiere ser vulnerable, tanto como cualquiera de nosotros. Mientras nos preocupamos por luchar incansablemente contra los signos de la edad, Él quiere anclarse en el espacio y en el tiempo. Dios no tiene miedo a crecer, a asumir los cambios del adolescente, las incertidumbres del joven, la crisis de los 40 y la soledad del anciano. Por eso, en estas Navidades, Dios ha nacido en esos adolescentes que este año han descubierto el significado de la palabra amor, en esos jóvenes a los que les llega el tiempo de hacerse las preguntas importantes de su vida, en ese adulto que rinde cuentas con su pasado para proyectarse en un futuro mejor, o en ese rostro por el que surcan ahora las primeras arrugas. Dios no quiere ser ajeno a ninguna de esas cosas, por temibles que nos resulten.

Quizás nadie haga un retrato de nosotros cuando seamos viejos, pero nos basta con mirarnos al espejo. Tal vez queramos actuar como Churchill y enfurecernos por lo que vemos, lamentarnos porque el espejo está trucado y somos incapaces de identificarnos con la imagen que nos devuelve, con la persona a la que vemos. O quizás, en este 2020, podamos probar a hacer algo distinto e intentar encontrar, al mirarnos al espejo, el signo de que Dios ha nacido y está ya con nosotros.

José Luis Olea, sj