sábado, 29 de febrero de 2020

CUARESMA.

Hablar de Cuaresma es hacerlo de un tiempo especial; especial para la comunidad cristiana que peregrina a la celebración de la Pascua en un camino de conversión, desprendimiento, humildad y encuentro con uno mismo y, a la vez, con Dios a través de su Hijo Jesús. Especial para las cofradías penitenciales que, paradójicamente, empiezan a ver al final del túnel, la razón de su existir que no es otro que celebrar en el templo y en la calle  la Pasión, Muerte y, sobre todo, la Resurrección de Cristo.
 
Cuarenta días desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Ramos. A diferencia, de por ejemplo la Navidad que no fue fiesta universal hasta el siglo VI, la Pascua ya ocupaba un lugar central en la vida de la Iglesia, prácticamente desde los primeros años de su existencia tras la muerte en cruz de Jesús. Se sabe que en el año 330 ya existía un tiempo previo a la Semana Santa de cuarenta días.
La Cuaresma, como todos los tiempos del calendario litúrgico, debe estar concebida con unos objetivos y unos medios para alcanzarlos. Como ya se señaló, se comienza el Miércoles de Ceniza con la imposición de la ceniza, símbolo de humildad y el mandato de “convertíos y creed en el Evangelio”. El tiempo verbal es el imperativo. No se trata de una petición, es como si Dios nos dijera aquello de “ven a buscarme que ya sabes dónde estoy”. La Cuaresma cada año “nos llama a renovar nuestro compromiso continuo con las implicaciones de la resurrección en nuestra vida, aquí y ahora” (1)  Prosigue diciendo que la Cuaresma “no es un rito. Es un tiempo dedicado a pensar seriamente acerca de quién es Jesús para nosotros” (2).
La Cuaresma se puede vivir de múltiples maneras, siempre y cuando estén todas ellas incardinadas en su significado anteriormente indicado. Manuel Amézcua, propone una celebración cuaresmal que bien se puede extender a los cuarenta días. Plantea varios descubrimientos. La ceniza, el desierto, la luz, la palabra, el agua y el pan y el vino. Una reflexión y vivencia seria sobre todos estos elementos ayudará a los cofrades a disfrutar mucho más del triduo pascual (templo) los fastos pasionales (calle) y, sobre todo, a celebrar la Resurrección como se merece.(3)
Es importante observar como la Cuaresma, al igual que la vida de cada persona, es un proceso, en línea recta que desemboca en la Resurrección, tras pasar por la muerte en Cruz. Y así la Iglesia, en la liturgia “pieza nuclear de la vida y de la misión de la Iglesia” (4) nos lo muestra en los evangelios de los cinco domingos de Cuaresma de este año. Conviene acercarse un poco a ellos, leerlos, reflexionarlos y, como no puede ser de otra manera, aplicarlos en la vida diaria.
El primer domingo cuaresmal nos hace recordar el significado teológico de los números. Jesús, antes de comenzar su vida pública, se aísla en el desierto cuarenta días y allí es tentado. A lo cual, Cristo responderá tan solo de un modo: con Dios y su palabra. Ejemplo para todos los cofrades y la importancia que tiene, por citar un caso, la túnica de penitencia, símbolo unificador y, a la vez, diferenciador. Nos diferencia ya que cada cofradía tiene las túnicas de diferentes colores y nos unifica en tanto en cuanto manifiesta la igual dignidad de todos y cada uno de los hermanos que la portan. (5)
Primer Domingo de Cuaresma.
 
El segundo domingo aparece la transfiguración. Jesús aparece como  Rey y Mesías, pero diferente a lo que mucha gente, incluidos algunos apóstoles, esperan. Como dice Benedicto XVI, “Jesús ha creado un concepto absolutamente nuevo de realeza y de reino, y lo expone ante Pilato, representante del poder clásico en la tierra”  (6)
Segundo Domingo de Cuaresma
 
Siguiendo el camino, el tercer domingo de Cuaresma, se nos presenta el Evangelio de la samaritana. Dos aspectos destacan; el papel del agua. “El que beba del agua que yo le daré nunca más volverá a tener sed”. Nosotros recibimos esa agua en el bautismo, que nos suma a Jesús en sus oficios profético, sacerdotal y real. Por otro lado, llama la atención como Jesús habla de adorar al Padre, no adorar a Dios. Hasta tres veces lo dice. Y pide, además, verdaderos adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad, tal y como lo comenta José Antonio Pagola. (7)
Tercer Domingo de Cuaresma
 
La curación del ciego de nacimiento es el cuarto Evangelio cuaresmal. Nuevamente la luz frente a la oscuridad. Además, es incorporado y se siente incorporado, como hará con Bartimeo en Jericó en el camino a Jerusalén. Jesús no solo es la luz, sino que, además, incorpora a la sociedad israelita de aquella época a los curados, ya que, las personas con defectos físicos, eran expulsados de la vida normal y obligados a vivir mendigando.
Cuarto Domingo de Cuaresma
 
Finalmente, en el último domingo cuaresmal, seremos testigos de la resurrección de Lázaro. Una resurrección con minúscula, ya que volverá a morir; igual que la hija de Jairo o la hija de la viuda de Naím. Mientras que la Resurrección de Jesús será diferente; como dice Benedicto XVI, “ en la resurrección del Hijo del hombre ha ocurrido algo completamente diferente… un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida… que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre… En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad” (8)
Quinto Domingo de Cuaresma
 
 
 
NOTAS:
(1): Chittister, Joan: “El año litúrgico. La interminable aventura de la vida espiritual”. Sal Terra, Santander, 2010, pág. 113
(2):Chittister, Joan:  Op. Cit. pág 113
(3): Amezcua, Manuel: “Oraciones cofrades. Paso a paso. De la veneración al testimonio y de la devoción al compromiso”, PPC, Madrid 2011 págs. 102-105
(4): George Agustin- Kurt Koch (eds) “La liturgia como centro de la vida cristiana”, Colección Presencia Teológica nº 197, Sal Terrae, Santander 2013, pág. 11
(6): Joseph Ratzinger, Benedicto XVI “Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”, Ediciones Encuentro, Madrid, 2011
(8): Joseph Ratziner, Benedicto XVI, Op. Cit.
 
 

lunes, 24 de febrero de 2020

MIÉRCOLES DE CENIZA.

 
 
En breves días celebraremos, como toda la cristiandad, el Miércoles de Ceniza, pistoletazo de salida para el tiempo de Cuaresma, previo a la Semana Santa, quizá la semana más importante en la vida de los cristianos y, a la vez, principal razón de ser de la existencia de las cofradías penitenciales.
 
Día que, como dice Joan Chittister, nos abre las “voces de la Cuaresma” en nuestro interior. El origen de esta celebración habría que buscarlo en los primeros siglos de vida de la Iglesia. Comenzaba cuarenta y dos días antes de la Pascua. Seis semanas. Posteriormente y ya entrados en el siglo VII, se añadieron cuatro días más. Los cuarenta días cuaresmales tratan de ser un reflejo de los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su vida pública; este número, como casi todos los que aparecen en la Biblia, tienen un significado teológico que escapa al mero valor y significado numérico. Al igual que Jesús se fue al desierto, también son cuarenta los días que dura el diluvio universal, Gn 7,12 o cuarenta son los años que duró el peregrinar del pueblo elegido por el desierto hasta alcanzar la Tierra Prometida guiados por Moisés, Nm 14,33. (También es importante el significado teológico de la palabra desierto)
Los primeros penitentes cristianos, una vez ya permitida la vivencia cristiana públicamente, comenzaban su penitencia el primer día de Cuaresma, salpicados de ceniza y obligados a vivir lejos de la Iglesia hasta la reconciliación que tenía lugar o Jueves Santo el jueves anterior a la Pascua. Dichos penitentes, mediante este gesto querían ganarse la benevolencia de Dios. En la Edad Media será cuando esta forma se abandone y se imponga la fórmula actual de colocación de la ceniza en la cabeza de toda la Asamblea reunida para tal fin.
 
Esta imposición de la ceniza que recibimos todos los cristianos, es, como se ha dicho el punto de partida de la Cuaresma; tiempo de conversión. De ahí las palabras que dice el celebrante al imponer la ceniza: “convertíos y creed en el Evangelio” que han sustituido a las más lúgubres de “polvo eres y en polvo te convertirás”. En este sentido, pronto adquirió en la Iglesia primitiva el sentido simbólico de muerte, caducidad, penitencia.
Otro elemento simbólico presente desde este día hasta la Pascua es el fuego. El fuego que prende y reduce a cenizas las palmas del Domingo de Ramos del año anterior, que es la usada para la ceremonia y que, además, simboliza en la Vigilia Pascual el triunfo de la Resurrección, de la Luz frente a la oscuridad de la muerte. Se supone que en estos días algo debiera quemarse en el interior de las personas para resucitar a la nueva vida con Jesús.
Siguiendo a pastoralsj, ¿qué se entiende por conversión? Crecer, frente a la eterna adolescencia en que se vive hoy en día mucha gente; amar a los demás, no a uno mismo; es fácil amarse a uno mismo en los demás y eso es peligroso. Aceptar que hay un mundo que puede ser mejor siempre y cuando nosotros queramos.
Finalmente, ¿en qué creo? Riqueza, belleza, éxito, aplauso, eficacia, utilidad, placer, talento, etc. La Cuaresma, y el Evangelio, nos llevan a lo contrario, a la debilidad, a la derrota, a la verdad, a la humanidad, etc. Quizá el ejemplo de Franz Jägerstätter, magníficamente presentado por Terrence Malick en la película “Vida Oculta”, pueda ser un ejemplo para los tiempos del siglo XXI.

sábado, 15 de febrero de 2020

LA SEMANA SANTA COMO HECHO SOCIAL Y TEATRAL.

La revista "Belezos" publicada por el Instituto de Estudios Riojanos, en su número 39 del pasado  marzo de 2019, publicó el siguiente artículo, titulado como la entrada. Lo dejo tal cual fue enviado. Se produjeron modificaciones, tanto en el texto como en las fotografías, por cuestiones de espacio disponible en la revista. Podemos decir que esta es la versión aumentada.
 
 LA SEMANA SANTA COMO HECHO SOCIAL Y  TEATRAL
 

1º LA SEMANA SANTA COMO HECHO SOCIAL TOTAL.
Dentro de pocos días, como en cada primavera, las principales calles de nuestras ciudades y pueblos, verán desarrollarse los fastos pasionales de la Semana Santa. Asistiremos, como participantes, público o ciudadanos que se encuentran con ellas, a las procesiones donde, los cristianos, celebran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Desde el punto de vista antropológico, la Semana Santa, a día de hoy, se puede  considerar como un hecho social total. Siguiendo a Marcel Mauss, éstos, son aquellos hechos que sirven “para designar  a aquellos fenómenos socioculturales que, más allá de su contenido explícito o declarado, poseen múltiples dimensiones (ideológicas, políticas, sociales, económicas, identitarias…) e involucran, de una manera u otra, a los diversos sectores o grupos sociales de una sociedad o comunidad y no sólo a alguno de ellos” [1] Son hechos plurales en participación y polisémicos en significado.
El caso más claro de esto lo veremos en los picaos de San Vicente de la Sonsierra; pasa de ser un acto de simbología religiosa a referente cultural, identitario y depositario de la memoria colectiva de aquella localidad y de sus habitantes. Incluso atrayendo a otras personas de otras partes que forman parte de la cofradía de la Vera Cruz de la villa de la Sonsierra, como si fueran nativos. 
Picaos de San Vicente. Autor Roberto Zaldívar.
 
Todo aquello que celebramos en el tiempo pasional, vertebra el tejido emocional de la identidad colectiva, de la cultura, de la tradición, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en una ceremonia de la memoria. En algunos lugares como San Vicente, se considera como la fiesta más importante de la localidad a lo largo del año.
2º LA OCUPACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO.
La Semana Santa, como hecho celebrativo, se desarrolla en dos espacios físicos bien diferenciados; por un lado, en el templo, donde se celebra el Triduo Pascual; por otro, la calle, lugar, donde las cofradías salen en procesión. Son espacios que se unen y se separan muchas veces ya que determinadas celebraciones de la religiosidad popular se celebran dentro de los templos; por ejemplo, el lavatorio de los pies, diferentes besamanos, besapiés, celebraciones del desenclavamiento, etc. También, en dependencias anejas, se celebran actividades no cultuales de las cofradías.
Un hecho significativo que llama la atención es la afluencia de gente a los templos. Tanto para ver los pasos, visitar el Monumento, o poder adquirir los recuerdos que ofrecen las cofradías. Como dice José Luis Alonso Ponga nos encontramos con “una dialéctica espacial dentro de la iglesia donde contrapone una vez más, lo sagrado (el Monumento) y lo profano (el comercio) que en estos días conviven en perfecta armonía”.[2] El cambio en la centralidad del templo, en sus lugares más importantes y en su significado, se refleja en la asistencia a ellos de personas que, habitualmente, no suelen acudir a él.
Pero, el hecho participativo más importante de la vida cofrade es la procesión; abandonar el templo y salir a la calle, ocupar el espacio público en el que se desarrolla la vida habitual de cada ciudad o pueblo. Es ahí, donde el pueblo, las asociaciones de laicos que son las cofradías, a su modo y manera y usando sus cinco sentidos, viven, muestran y celebran los fastos cuya culminación será la Pascua de Resurrección. 
Plano Procesión Encuentro de Arnedo
 
Es en este lugar, la calle, el espacio público, donde los tres ríos de los que habló la periodista y pregonera de la semana santa vallisoletana de 1982, María Teresa Íñigo de Toro, se hacen presentes; en el centro los pasos; a sus lados, las cofradías y, en un tercer brazo, “el pueblo llano. El pueblo que mira a las cofradías y a los pasos” [3]
 Procesión Encuentro de Logroño. Autor: Roberto Zaldívar
 
Es ese río seco que atraviesa y vertebra la ciudad o los pueblos durante unos días, el que logra que se puedan producir hechos sociales significativos que, habitualmente, no suelen darse. En algunos lugares, serán los habitantes del extrarradio los que ocupen y se hagan presentes en el centro de las localidades.
Acabamos convirtiendo el espacio público en espacio procesional. Muchas veces ese espacio procesional culminará en “Calvarios”, lugares donde se recuerda el sitio donde murió Jesucristo. Arnedo, Alfaro o la misma localidad de San Vicente de la Sonsierra, realizan ese camino a imitación del que hizo el primer cofrade en el primer Viernes Santo de la historia. A la vez, monte de unión y de relación directa de Dios con los hombres, tal y como muestra el Antiguo y el Nuevo Testamento en abundantes relatos.
 Alfaro: Ascenso al Calvario, Viernes Santo por la mañana. Autor: Milagrosa Alfaro Ochoa
 
Como dato curioso, se puede apuntar al hecho de cómo se puede cambiar el uso del mismo espacio público. En Logroño, tras la magna Procesión del Santo Entierro por las principales calles del casco antiguo, en escasos minutos ese espacio de piedad y religiosidad popular, se ve sustituido por la masiva afluencia de gente a los diversos centros de diversión situados ahí, tales como bares, discotecas o tabernas.
3º LA PROCESIÓN COMO HECHO TEATRAL.
Las procesiones semanasanteras, además de formar parte del hecho identitario de una sociedad, se pueden percibir como un hecho teatral. Determinados autores apuntan a la necesidad de mirar de otro modo las procesiones. ¿Son un hecho cultural? ¿Es una mera representación piadosa? ¿Son una catequesis en la calle? ¿Cómo explicar el éxito de las cofradías en una sociedad que es más laica que nunca? ¿Qué lleva a las personas a acudir año tras año a observar lo ya visto muchas veces y que apenas varía?
Se habla de una nueva visión; hay que “saber mirar”, verlas de otro modo, fijarnos en pequeños detalles que, a primera vista, pueden pasar desapercibidos y son importantes. Ir más allá de la sociedad del espectáculo en que nos encontramos a día de hoy. Tal como adelantó Feuerbach en “Esencia del cristianismo” a mediados del siglo XIX, el hombre prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad. Como acertadamente dijo Guy Debord, estamos ante “la sociedad del espectáculo”. “Todo lo que antes era vivido directamente, se ha alejado en una representación”. [4] ¿Responsables? los medios de comunicación que han acabado teatralizando toda la actividad social del hombre. Separar esa visión externa y acercarla a una vivencia personal es lo que puede llevar a ver y vivir las procesiones de otro modo.
 Calahorra. Jesús de Medinaceli. Cofradía de la Vera Cruz, Calahorra
 
La semana santa no es, en el fondo, más que un gran teatro que, anualmente y en el cambio estacional hacia la primavera, sale a la calle y en el que participa mucha gente, bastante más de la que suele acudir a los templos a largo del año. San Vicente de la Sonsierra, Arnedo, Alfaro, Logroño, Haro, Santo Domingo, Calahorra, Cornago, Murillo de Río Leza, Laguna de Cameros, celebran su Semana Pasional que no desemboca en la alegría de la Resurrección. El cénit de los desfiles pasionales es la procesión de Viernes Santo por la tarde donde, con mayor o menos número de figuras, se narra de manera historiada, la pasión de Cristo. De los picaos de San Vicente, pasando por la subida a la iglesia de San Francisco en Calahorra donde los trabadores ascienden por escaleras trabando las figuras, la salida y entrada del Nazareno logroñés en la parroquia de Santiago, el Real; el Cirineo del Vía Crucis de Arnedo en la mañana del Viernes Santo; el homenaje que los habitantes de Cornago con sus doce banderas tributan al Yacente y a María en su dolor, acompañados por la corte de ángeles y San Miguel. Todo ello contribuye al espectáculo teatral de la Semana Santa riojana.
 Arnedo. Vía Crucis con Nazareno y Cirineo. Cofradía Santa Vera Cruz. Arnedo
 
No ajenos a la sociedad espectáculo y a la importancia de las redes sociales en las relaciones humanas y al imperio mediático de los canales de televisión, llegan ya a La Rioja los influjos sevillanos y ya vemos en nuestras calles pasos a costal, sonidos de bandas más cercanas a las orillas del Guadalquivir que del río Ebro. Las logroñesas cofradías de la Entrada de Jesús en Jerusalén y la Flagelación, portan alguno de sus pasos a costal.
4º LA PLÁSTICA DE LA SEMANA SANTA. LOS PASOS EN LA CALLE
Siempre se ha dicho que Valladolid en Semana Santa es un museo que se asoma al asfalto, impregnándolo de la seriedad propia de aquellas tierras. Ciertos investigadores así lo atestiguan, mientras otros, los locales mayormente, lo niegan.
La Rioja, a día de hoy, puede presumir de un magnífico e impresionante fondo de armario en cuanto a  imaginería religiosa, tanto procesional como no. Los talleres barrocos que, desde la segunda mitad del XVII, poblaron las localidades de nuestra Comunidad Autónoma desplegaron todo el talento de sus maestros en impresionantes obras que, a día de hoy, permanecen en los templos expuestas a todo el que quiera acercarse a ellas.
La aparición de las cofradías bajo la advocación de la Vera Cruz, sobre todo las ligadas al antiguo convento de San Francisco de la capital riojana como consecuencia de la actividad de las veredas cuaresmales llevadas a cabo por los franciscanos en  casi todos los valles que configuran la actual Rioja, dieron lugar a un aumento de los encargos a los citados estudios. Los principales tallares se encontraron en el valle medio del río Ebro.
Diversos pasos barrocos salen a las calles riojanas en la Semana Santa actual. El Santo Sepulcro logroñés, cuya urna es realizada en Valladolid y el Yacente en Sevilla, provendrá de la donación del riojano Gabriel de Unsáin a finales del XVII a la entonces colegiata de La Redonda, junto a una Dolorosa para realizar la ceremonia del descendimiento, muy común en otras ciudades, junto a una procesión por el quiñón parroquial. El Cristo de la Agonía, obra del navarro Juan Bazcardo también en el siglo XVII, procesiona por las calles calagurritanas.
El Descendimiento logroñés, barroco, de la antigua cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santa Cruz de Jerusalén, con sede en el actual parlamento de La Rioja, antiguo convento mercedario; el Cristo de las Ánimas, obra de Arnao de Bruselas, actualmente en la Imperial Iglesia de Santa María de Palacio de Logroño. En la sede episcopal calagurritana, se puede ver en la calle el Cristo de Medinaceli, del que se desconoce su autor, igual que la Dolorosa; esta, al igual que casi todas las del norte de España, se nos presentan vestidas de negro, como vestían las viudas castellanas de la época barroca. Por contra, los pasos de palio andaluces, nos presentan a una María joven, casi más hermana que madre que, siguiendo a algunos autores como Isidoro Moreno, prefiguran más la alegría de la Resurrección que el dolor de la pasión y muerte de Cristo.
Calahorra: Crucificado. Cofradía de la Vera Cruz. Calahorra
 
El Cristo de la Caña, atribuido por algunos estudiosos al maestro gallego Gregorio Fernández, el Cristo de la Vera Cruz o el Yacente, articulado como el logroñés, anónimo del siglo XVIII están expuestos a la contemplación en el templo de San Francisco calagurritano. Otro ejemplo barroco será el Atado a la Columna de Jalón de Cameros, realizado por el dúo Sebastián del Ribero- Fernando de Ezpeleta.
Atado a la Columna, Jalón de Cameros. José Manuel Ugarte Pereira.
 
Pero no solo del barroco vive la Semana Santa. Será a finales del siglo XIX cuando el taller Arte Cristiano de la gerundense localidad de Olot, democratice el proceso procesional. Realiza figuras en materiales baratos que son adquiridas por muchas cofradías. La Entrada de Jesús en Jerusalén logroñesa, la Oración en el Huerto calagurritana son ejemplos.
Pero, dentro del arte contemporáneo, destaca la ciudad de Logroño donde artistas tanto locales como foráneos han hecho su contribución. El Nazareno del logroñés Alejandro Narvaiza; Vicente Ochoa nos ha legado los pasos de la Flagelación y el Cristo de las Siete Palabras. El bilbaíno Quintín de Torre y Berástegui ha dejado el paso del Encuentro y la última aportación será la del madrileño Ramón Chaparro, autor del Stabat Mater que todos los Martes Santo procesiona por el caso antiguo logroñés siendo alumbrado y portado por la marista cofradía de la Santa Cruz.
PARA SABER MÁS:
Moreno Navarro, Isidoro: “La religiosidad popular. Entre el templo y la calle”. Actas del VI Congreso Nacional de Cofradías”, Medina del Campo, 2016, págs. 81-94
Gavilán Domínguez, Enrique: “Cruce de miradas. Para una teoría de las procesiones”. Memorias de la Pasión en Valladolid, Valladolid 2005, págs. 49-88.
Alonso Ponga, José Luis: “Más allá de los pasos”. Memorias de la Pasión en Valladolid, Valladolid 2005, págs. 89-116.
Labarga García, Fermín: “Las cofradías de la Vera Cruz en La Rioja. Historia y espiritualidad”. Diócesis de Calahorra y La Calzada- Logroño, Logroño, 2000
                                              “Diolo y Dotolo. El legado de don Gabriel de Unsain en la Semana Santa logroñesa”. Instituto de  Estudios Riojano, Logroño, 2015.

[1] Moreno Navarro, Isidoro “La religiosidad popular. Entre el templo y la calle” en Actas del VI Congreso Nacional de Cofradías, pág. 86. Junta de Cofradías de Medina del Campo, Medina del Campo, 2016.
[2] Alonso Ponga, José Luis: “Más allá de los pasos” en “Memorias de la Pasión en Valladolid”, Junta de Cofradías de Valladolid y Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2005, pág. 99-100
[3] Burrieza Sánchez, Javier: “Los Rostros de la Semana Santa de Valladolid”  en Op. Cit.,  pág. 11.
[4] Debord, Guy: “La Sociedad del espectáculo”, Ediciones Naufragio, Santiago de Chile, 1995, pág. 8.

sábado, 8 de febrero de 2020

CRISTO YACENTE. 50 ANIVERSARIO (I)

El 26 de marzo de este año 2020 se cumplen los cincuenta años de la primera salida procesional del Cristo Yacente en la procesión de las Siete Palabras. Fue un gran logro por parte de la escolapia cofradía el disponer de un paso original, obra del único artista que ha aportado dos pasos procesionales para Logroño, Vicente Ochoa Moreno.
Aprovechando este evento, se realizarán unas cuantas entradas al blog con el fin de, además de celebrar las bodas de oro del Yacente, adentrarnos en el desarrollo de la Semana Santa logroñesa de los años 60 de la pasada centuria, década muy importante tanto en el desarrollo de la historia de Logroño, como la del país, como la  de la Iglesia con la celebración del Concilio Vaticano II que supone un nuevo rumbo hacia la presencia eclesial en la sociedad, idea que ya apareció en los últimos años del pontificado de Pío XII y se hizo presente como un huracán con la presencia de Juan XXIII en la silla de San Pedro. Por extensión son esos años donde se ponen las bases de la actual Semana Santa logroñesa.
 

 
Gran Vía tras el traslado de la vía del tren al sur en los años 60 del pasado siglo
 
Uno de los problemas que se tiene al intentar estudiar de modo profundo y serio la Semana Santa logroñesa es la escasez de fuentes. Por un lado, el archivo de la extinta Hermandad de la Pasión desapareció o se troceó por razones desconocidas conocidas por algunos cofrades. Por otro lado, algunas cofradías cierran sus archivos a la investigación y otras o no tienen, o los ocultan o los han perdido. Al final solo quedan los testimonios orales de las personas que vivieron aquellos años y las crónicas periodísticas. Nueva Rioja, La Gaceta del Norte y posteriormente El Correo Español aparecen como prácticamente, los únicos portadores de noticias de aquellos años.
Como se ha anticipado anteriormente, durante los años 60 de la pasada centuria la ciudad de Logroño va a experimentar un gran cambio. Desde la urbanización de la actual Gran Vía allá por 1961, al traslado de la vía del tren al sur de la ciudad; ésta, se empieza a proveer de los servicios propios de la cualquier capital de provincia, procediéndose a una centralización de los mismos en la ciudad para toda la provincia. Industrialización, servicios, dejando al  sector agrícola como residual configuran una ciudad que crece poblacionalmente un 37% en un periodo de diez años, llegando a más de sesenta y un mil habitantes. Destaca en la ciudad como el cumplimiento eucarístico dominical a finales de los años 50 está en un 51,09% en toda la ciudad; las parroquias donde se asientan las cofradías penitenciales bajan ese dato hasta el 48,90%. La Redonda llegaría al 55,52%, Palacio al 46,54% y Santiago se queda en un 39,63%. (1)
Portales, espacio procesional por excelencia logroñés en los años 60 del siglo XX
 
La Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro, encargada de gestionar los fastos pasionales en la calle, se encuentra ante una sociedad cambiante y empieza a dar muestras de ser incapacidad de adaptarse a los cambios que las sociedades logroñesa y española experimentan. Un ejemplo es el hecho acaecido en 1964;  un hecho que, como casi siempre, pasa desapercibido, pero que, visto en periodo de larga duración, va a marcar a la Semana Santa logroñesa. El día diez de julio se aprueban los estatutos de la entonces cofradía de las Siete Palabras, con sede en el colegio logroñés de los Escolapios; pasa a ser la única cofradía que queda fuera de la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro.
Llama la atención que, siguiendo el modelo logroñés de copiar, (2) la cofradía logroñesa se inspira en la cofradía escolapia de Zaragoza. El hábito elegido es idéntico a la de la actual Real y Calasancia Cofradía del Prendimiento del Señor y el Dolor de la Madre de Dios con la variación del color. Mientras en Logroño se decantan por el verde, los escolapios zaragozanos eligieron el azul marino. Incluso la imagen elegida para la publicidad es idéntica con la única diferencia del edificio elegido. En Logroño se decantan por las torres de la Redonda mientras en Zaragoza aparecen las de la basílica del Pilar.
 
La prensa de la época se fija en el tema y da cumplida información del hecho. Prácticamente es la noticia más importante del año 1966 en cuanto al mundo pasional se refiere. Aunque la idea parte de la Asociación de Ex -Alumnos de las Escuelas Pías, igual que la cofradía zaragozana, pueden pertenecer a ella todas las personas que quieran. Además “este Jueves Santo no sacarán paso, porque se lo impiden, de momento, las dificultades económicas. Saldrán a la calle con un grupo de cruces rústicas, que servirán para ambientar como motivo esencial de la procesión”  (3).  El papel de la prensa es tan importante que el día tres de abril del mismo año, Domingo de Ramos,  aparece en el diario Nueva Rioja una columna titulada “Cofradía de las Siete Palabras. Lo que somos” donde se presenta la cofradía a la ciudad. Llama la atención de todo el escrito las frases “Contamos con la imaginería para el paso: Cristo, María y San Juan, que se veneran en el altar dedicado a Ellos en la Iglesia del Colegio. Pero no tenemos andas… Tenemos un himno grandilocuente: el silencio. Paradógico (sic) pero cierto. Nuestra presencia pública será callada, sin cánticos ni rezos, solo la oración muda del sacrificio” (4) Cuestión que llama la atención cuando la víspera habían insertado un anuncio solicitando voluntarios ya que disponían de diez tambores y buscaban gente que los tocara.
 
El gran día fue el siete de abril. Cuenta la crónica del periódico que “una columna a ambos lados de la calle con los cofrades llevando cirios encendidos, enmarcaba a siete desfilantes (sic) portando cruces de madera de chopo verde. Las cruces tienen un peso aproximado de cuarenta kilos; cinco por dos metros y medio  de longitud. Una banda de dieciocho tambores encabezaba el desfile… El recorrido duró dos horas y media, aproximadamente. “(5)
 
Como curiosidad, los primeros predicadores que tuvo la cofradía fueron el capuchino Padre Ángel, el Padre José Luis Losantos, superior de los jesuitas, el canónigo de la Redonda don Luis Gato y el Padre Clemente Domeño, escolapio. Las palabras fueron leídas y predicadas en Primera palabra en el Colegio; segunda, en la Escuela de Maestría Industrial; tercera en la Congregación Mariana (Portales); cuarta, Banco de Santander; quinta, Banco de Bilbao; sexta, General Franco, 2, y séptima, en  el Colegio” (6)
Hachones custodiando las cruces en la primera procesión de la Cofradía de las Siete Palabras
 
De este modo, un proceso iniciado unos cuantos años antes, fraguaba con la aparición de una nueva cofradía pasional en las calles logroñesas.
NOTAS:
(1).Ugarte Pereira, José Manuel: “De la Hermandad a la Junta de Cofradías de Logroño. Historia de un fracaso”. En Actas de Congreso Religiosidad Popular: Cofradías de Penitencia, San Lorenzo del Escorial, Madrid 2017 Vol.- II, págs. 779-795.
(2) Bonet Salamanca, Antonio: “La Semana Santa logroñesa. Medio siglo de imaginería procesional (1940-1990)”. Madrid, 2015.
(3) La Gaceta del Norte, 11/03/1966.
(4) Diario Nueva Rioja, 3/4/1966.
(5) Diario Nueva Rioja, 8/4/1966.
(6) Diario Nueva Rioja, 8/4/1966.
 

sábado, 1 de febrero de 2020

NAZARENO DE LAS ANGUSTIAS. Medina del Campo.

 
Se retoma tras un año de dedicación exclusiva a la conmemoración de las bodas de oro del paso de Jesús Nazareno de Logroño, el acercar a los lectores una pequeña aproximación a otras figuras de la misma advocación, Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario, de otras partes de España. Este año 2020, como novedad, también se mostrarán otras advocaciones pasionales hechas no solo para procesionar.
En este caso se propone al denominado Nazareno de las Angustias de la vallisoletana villa de Medina del Campo, que ostenta con orgullo el título de celebrar las procesiones de disciplina más antiguas de España, datadas ya en 1411 cuando San Vicente Ferrer decide recorrer las calles de la villa practicando la disciplina. Semana Santa declarada de interés turístico internacional desde 2011, cuenta a día de hoy con casi tres mil cofrades que salen a la calle con sus pasos en sus trece desfiles procesionales que se celebran durante la Semana Santa.
La figura del Nazareno de las Angustias se localiza en la Colegiata de San Antolín, sede canónica de la Cofradía Penitencial de la Misericordia y Jesús Nazareno. En el lado del Evangelio de la capilla de las Angustias, presidiendo uno de los tres retablos de que consta la citada capilla. Llama la atención que sea una talla completa realizada en madera, cuando lo normal en aquella época era hacerlas en papelón, siendo, además, figuras de pequeño tamaño. El modelo cambia sobre todo en las imágenes de mayor devoción, que se van realizando en madera y con mayor tamaño que las realizadas anteriormente. Esta obra es uno de los modelos más antiguos que se tienen en bulto completo y no con un simple bastidor como cuerpo. Se le reviste de túnica tanto para estar en el altar como para salir en procesión, donde el dramatismo se acentúa con el vuelo de la túnica y la postura erguida; no aparece como caída, con Cristo vencido por el peso de la cruz, como solía ser en estos casos, por ejemplo el de Valladolid, atribuido a Pedro de la Cuadra y realizado hacia 1600.
Esta obra del maestro del Rincón muestra en su espalda los signos de la flagelación, lo cual hace suponer que, desde sus inicios, procesionaría con una túnica abierta para mostrar las heridas y, así, ser ejemplo para los cofrades de disciplina de la piadosa asociación.
El giro de cabeza dirigiéndose al público muestra los inicios del posterior modelo de la mano tendida, tan de moda en el barroco castellano. Cristo se dirige al público estableciendo un diálogo directo con él, olvidándose en algunos casos de las personas que le rodean, para que el espectador pueda sumarse a la cruz de Cristo, como símbolo máximo de la entrega por amor del primer cofrade en el primer Viernes Santo de la historia.
La figura está atribuida a Francisco del Rincón, considerado como el maestro de Gregorio Fernández.  Realizado a tamaño superior al natural, como ya se ha indicado,  esta iconografía la realizó el autor para otras localidades, como es el caso de Nava del Rey.
Algunos autores se lo atribuyan a Juan de Muniategui; el profesor Martín González indica que la calidad de este nazareno es superior a otras obras realizadas por Muniategui y, además, este se dedicaba sobre todo a ensamblar retablos. Aun así, es este el que firma el contrato en 1607, donde se indica que el nazareno de Nava debe ser “como el que tiene la cofradía de las Angustias de la villa de Medina del Campo”. También se atribuyó a Melchor de la Peña, escultor de la villa medinense y que en  1629 firmó un contrato para la realización de un Nazareno para la Cofradía de la Misericordia.
Procesiona en carroza realizada por Verdugo en 1943; ha sido restaurada recientemente por María Jesús Merino; se han añadido escenas de la Pasión de Cristo en bajorrelieve. Sale a la calle el Viernes Santo en las procesiones del Encuentro y del Silencio.
La cofradía medinense tiene casi quinientos cofrades en sus filas; se funda en 1542 y el 3 de febrero de 1620 pasa a ser penitencial; además del Nazareno de las Angustias, procesiona al Crucificado de la Vera Cruz, anónimo del siglo XVI, figura de la desaparecida cofradía de la Vera Cruz y que, tras ser restaurado en 2001, desde 2002 procesiona a modo de cruz guía de la cofradía.
El Cristo de la Paz, obra gubiada por Juan Picardo en 1554; fue conocido como el Cristo de los Adobes, por su peso o Cristo de los Artilleros, ya que era custodiado en la calle por el cuerpo homónimo. Procesiona el Viernes Santo en la procesión del Silencio.
También de la mano de Juan Picardo, salió el Jesús Flagelado. Es una de las primeras imágenes de Jesús apoyado en una columna baja mientras recibe el castigo de la flagelación. Este modelo se repetirá a lo largo del barroco por parte de todos los grandes imagineros. Sale el Jueves Santo en la procesión de la Vera Cruz.
Finalmente, el caso curioso del Nazareno de la Cruz, que también perteneció a la cofradía de la Vera Cruz. Figura de setenta y seis centímetros de altura, solo presenta madera en la cara, manos y pies. El resto es de papelón. Por la talla de pelo, barba y ojos, pudiera parecer del siglo XVII, pero el hecho de ser una figura erguida que camina con paso firme al Calvario, se podría datar en el siglo XVI. Sale el Sábado de Pasión en el traslado y el Jueves Santo en la procesión de la Vera Cruz.