jueves, 30 de abril de 2020

CORONAVIRUS: EL ARTE DE RECOMPONER LO ROTO.

Tomás palpa las heridas de la crucifixión de Cristo
Jerzy Duda Gracz, Santuario de Jasna Gora
 

Hoy dejo un gran escrito sobre la reconstrucción, palabra que ya empieza a escucharse en nuestra sociedad. Tras la gran crisis viene la reconstrucción. Pero igual se trata de otro tipo de reconstrucción. La cultura japonesa, la cultura hebrea y el cristianismo lo abordan de manera diferente pero, a la vez, parecida.
Dejo la imagen dela décimo sexta estación del Vía Crucis de  Jerzy Duda Gracz para el Santuario de Jasna Gora, Czestochowa. La reconstrucción de Tomas, pasa por ver y tocar las heridas sufridas y padecidas por Jesús en la cruz. Los clavos y la herida del costado. Hay gente que, para reconstruirse en Cristo necesita, exige, ver con sus ojos. Pero la reconstrucción que nos trae Jesús resucitado es otra; no se trata de ver, de tocar. Se trata de experimentar su presencia en la vida de cada uno. Se trata de vivir un Emaús particular que nos lleve a nuestro individual Pentecostés, donde recibamos el espíritu mediante la persona de Jesús.
EL ARTE DE RECOMPONER LO ROTO
Los japoneses utilizan un término difícil de pronunciar –Kintsukoroi– para referirse al arte de recomponer lo roto. Cuenta Carlos López-Otín al respecto: «Cuando se rompe una pieza de cerámica, los maestros de este arte ancestral la reparan con oro, dejando la cicatriz de la reconstrucción completamente a la vista y sin ningún disimulo, pues para ellos una pieza reconstruida es un símbolo perfecto que aúna fortaleza, fragilidad y belleza».
Los primeros cristianos, como los maestros del Kintsukoroi, decidieron también conservar y transmitir la historia de Jesús sin ocultar las muchas rupturas, heridas y traiciones que le acompañaron durante su vida. Podrían haber edulcorado, suavizado o directamente omitido los aspectos más polémicos de sus enseñanzas o los elementos más humillantes de su dramático final.
Sin duda, hubiesen ahorrado controversias y facilitado la aceptación del mensaje cristiano. Sin embargo, no lo hicieron. Al contrario, dejaron las cicatrices de sus heridas completamente a la vista y sin ningún disimulo. Pero lo hicieron no solo por ser fieles a la historia, sino, sobre todo, para mostrar la fortaleza, la fragilidad y la belleza de la reconstrucción obrada por Dios en la resurrección. Convenía mostrar el oro precioso que rellena los huecos entre las piezas rotas, la huella de Dios en las cicatrices de la historia.
La importancia de recomponer lo roto resuena también con el concepto del Tikun Olam (en hebreo, «reparar el mundo»), que expresa la responsabilidad compartida de la humanidad para curar, reparar y transformar el mundo. El concepto conecta con las insistentes exhortaciones de los Profetas de Israel y fundamenta la ética judía de la cual bebe el propio Jesús, buen conocedor de la tradición de su pueblo.
Una de las frases que mejor expresa esta llamada al compromiso con la reparación que brota de la experiencia del Dios creador y anuncia la fe en la resurrección es del profeta Isaías: «Los tuyos reedificarán las ruinas antiguas. Tú levantarás los cimientos de generaciones pasadas, y te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas» (Is 58, 12).
Pero no podemos olvidar que la restauración siempre es una tarea colectiva. Por ello no es Jesús quien, con sus propias fuerzas, vuelve a la vida tras bajar a los infiernos. Es en gran medida el Padre quien, como experto artesano, tras enviarle y sostenerle a lo largo de su misión, le eleva, le reconstruye y le resucita. La restauración obrada en la resurrección es un trabajo de colaboración, una labor de equipo en la que participa la Trinidad entera. Esa es la razón por la que, para los cristianos, el compromiso con la restauración del mundo es un modo de actualizar la experiencia de la resurrección y de vivir la vocación. El creyente escucha la llamada de los profetas y de Jesús para unirse a la labor del Dios-creador quien, en la resurrección, re-crea de nuevo la humanidad rota.
Los maestros japoneses del arte del Kintsukoroi, como los cuatro evangelistas, dejan la cicatriz de la reconstrucción completamente a la vista y sin ningún disimulo. Lo hacen porque la pieza reconstruida es un símbolo que aúna fortaleza, fragilidad y belleza. Es el símbolo del poder y la belleza que se expresa en la debilidad.
Pastoral SJ.


miércoles, 29 de abril de 2020

CORONAVIRUS: EL LABERINTO DE LOS MIEDOS.

Cristo Resucitado que procesiona en Logroño
 a mediados de los ochenta del siglo XX.
 
En esta pandemia que nos toca vivir, de encierro “voluntario” en nuestras casas, hay sensaciones que aparecen en casi todas las personas. Aunque los niños lleven ya unos días pudiendo salir a la calle, aunque haya mucha gente que sale a la calle, pues tiene que trabajar, la sensación de agobio se extiende entre amplias capas de la población.
José María Rodríguez Olaizola, sj., nos acerca de manera clara y concisa a los miedos que muchas veces nos atenazan a todos. El miedo, la pasión por vivir, el amor a los demás y el que recibimos de las personas parecen estar en la base de estos miedos que nos rodean. Al fin de cuentas, lo que nos trata de contar es uno de los significados de las palabras que siempre repetía Jesús tras resucitar, “no tengáis miedo”
Dejo una imagen del resucitado logroñés en uno de sus paseos por las calles logroñesas. Efectivamente, con Él, no deberemos tener miedo.
EL LABERINTO DE LOS MIEDOS.
El laberinto del miedo tiene muchos vericuetos. Es, como otros laberintos que vamos describiendo, un montón de caminos entreverados, un embrollo en el que es fácil perderse. Su particularidad es que este está poblado por monstruos. Monstruos que amenazan lo que uno valora. Temes que esos monstruos acaben con bienes que aprecias. Con aspectos de la vida que son importantes para ti, como puede ser la presencia de tus seres queridos, la salud, la seguridad, o un trabajo que te llena. Algunos de esos monstruos devoran la esperanza, cuando te impiden creer que vas a conseguir algo que de veras te importa. También es amenazador el miedo a que ocurra algo que no deseas: un accidente, un fracaso, un diagnóstico indeseado... El peor de esos monstruos, el más aterrador, es el miedo a perder a las personas que amas. Por distintos motivos: porque se tengan que ir, porque mueran, porque se acabe el amor y te abandonen... Qué agonía pensar que algo de eso ocurra.
Y así, uno pasea por un laberinto interior, tratando de no encontrar a esos incómodos compañeros de camino que, como una bruma densa, te impiden ver. Porque cuando se pegan a ti, se convierten en tu sombra y no te dejan vislumbrar a dónde vas. Entonces pierdes el hilo, eres incapaz de recordar la dirección, y en lugar de ir disfrutando el camino te pierdes, repitiendo una y otra vez los mismos pasos: miedo a perder, miedo a no valer, miedo a fracasar, miedo a equivocarte, miedo al abandono, miedo a sufrir, miedo...
Solo hay una salida a ese laberinto. No dejes que esos monstruos crezcan tanto que te impidan ver la salida y te paralicen. En realidad, no puedes hacer que desaparezcan. Tememos porque somos conscientes de que el tiempo avanza, de que muchas cosas cambian, no siempre en la dirección que queremos, y sobre todo, porque nos importan esas cosas. De algún modo se podría decir que tememos porque amamos. Y eso es bueno. Es bueno que no seamos indiferentes, que nos importe lo que vivimos. Que nos importen, especialmente, las personas. La trampa del miedo es hacernos huir de cosas que forman parte de la vida. Claro que alguna vez fracasarás. Es parte del camino. Claro que alguna vez perderás lo que tanto te ha costado conseguir. No pasa nada. Y, sobre todo, es posible que alguna vez pierdas –por el motivo que sea– a las personas que amas. Porque no podemos encadenarnos a ellas. Pero, ¿preferirías no haber amado?
El miedo es la señal de que algo nos preocupa, de que ponemos pasión en lo que vivimos, y de que somos conscientes de la fragilidad, del paso del tiempo, del valor inconmensurable de muchas vivencias y momentos. Eso no es malo. Pero hay que evitar que ese temor se convierta en un monstruo que paraliza o anula (porque ese es el que te atrapa en su laberinto). Creo que eso es lo que quería decir Jesús, cuando, una y otra vez, trató de decir a aquellos discípulos, que no terminaban de entender en qué consistía la vida a su modo: «No tengáis miedo».


martes, 28 de abril de 2020

CORONAVIRUS: DE FARISEOS Y PUBLICANOS.

Oración del Huerto.
Viernes Santo, Logroño.
Hoy nos acercamos al papel de la oración; siempre se ha dicho que en épocas de cambio o situaciones excepcionales hay un mayor “acercamiento” a Dios. Será el miedo, será que desaparecen nuestras seguridades, será que el hombre ante situaciones que no controla recula y busca seguridades y consuelo en realidades anteriormente olvidadas. Y en esta pandemia parece ser que algo de eso se pueda estar dando.
Pero en la oración, lo que nos plantea José María Rodríguez Olaizola, sj en pastoralsj.org, qué somos? Fariseos o publicanos, recordando el relato evangélico de la famosa parábola recogida en el Evangelio de Lucas. Ahí queda la invitación para reflexionar sobre ello.
Y que mejor imagen para enseñarnos la oración, real, radical, enraizada en una fe auténtica y que antepone el plan de Dios al de uno mismo que cualquier imagen de Jesús orando en Getsemaní. En este caso vemos la imagen que procesiona en Logroño, fotografiada por Luis Gárriz Cano.
DE FARISEOS Y PUBLICANOS.-
A veces al rezar te sale el fariseo que llevas dentro. Y entonces te apropias un poco de Dios, y le dices: «soy de los tuyos», pero en realidad lo que le estás diciendo es: «Tú eres de los míos». Y, veladamente, se te cuela la mirada por encima del hombro a los otros, los que no creen, o creen de manera distinta; los que celebran distinto que tú; los que sobre los diferentes problemas se sitúan en otro lugar, tienen otras opiniones o perspectivas. Arrugas la nariz, por dentro, aunque por fuera tu rostro sea plácido y sereno. Te sientes más verdadero en tus convicciones, y les detestas un poco –aunque jamás utilizarías el verbo detestar– porque no son como tú.
A veces, al rezar asoma el publicano. Y entonces dices a Dios, con una mezcla de pesar y aceptación, dolor y confianza: «Esto es lo que hay». Y lo dices sin reto ni rendición, sin arrogancia ni ego. Entonces expresas, desde lo hondo, que no puedes, que no sabes, que no alcanzas, pero que aun así, caminas, confiando en que con tu barro él sabrá qué hacer. Y ofreces tu amor, a veces ensombrecido por el egoísmo; y tus manos vacilantes, y tus dudas. Y, en tu fragilidad tan absoluta, la oración se vuelve abrazo.


lunes, 27 de abril de 2020

CORONAVIRUS: COMPROMETERSE.

La Piedad, Viernes Santo Logroño,
finales de los 70 del siglo XX
 
 
Esta vez, siguiendo en pleno confinamiento, nos acercamos a una palabra muy usada a día de hoy en todos los rincones de nuestra sociedad y que, por lo que dicen, no parece tener mucho predicamento. El compromiso. Estos últimos meses hemos asistido a como mucha gente, comprometida en el cuidado de los enfermos, ya no está con nosotros. Como sanitarios, principalmente, han fallecido en el cumplimiento de su trabajo por compromiso con ellos mismos, con la sociedad y, sobre todo, con los enfermos.
Fonfo Alonso, sj, nos habla del compromiso que supone el deporte; la rutina, la perseverancia, cosas que muchas veces, visto solo desde el punto de vista del deporte de élite, no se ve como lo que verdaderamente es. Solo hay que darse una vuelta por los campos del deporte aficionado para contemplarlo mucho más cerca de nosotros de lo que creemos.
Me permito dejar una foto, para ilustrar el tema del paso de la Piedad un Viernes Santo de principios de los años 70 en la procesión del Santo Entierro, como ejemplo de compromiso. Sin esos cofrades que solo se juntaban el Jueves Santo por la tarde, montaban el paso, lo procesionaban el Viernes Santo y, prácticamente, no se volvían a ver hasta la siguiente Semana Santa, sin esos cofrades hoy, en Logroño, seguramente, no existiría la cofradía del mismo nombre.
COMPROMETERSE
El Papa Francisco denuncia frecuentemente la «cultura de usar y tirar», indicando la dificultad actual de cualquier compromiso duradero. Frente a ella, el deporte nos enseña que vale la pena comprometerse con desafíos a largo plazo, dado que la verdadera felicidad y lo que da sentido auténtico a la vida es elegir las causas por las que pelear, los objetivos por los que trabajar, los sueños que perseguir, el horizonte hacia el que caminar… en definitiva: los proyectos en los que se fundamenta la vida.
«Nadie puede estar al servicio de dos señores, pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro» (Mt 6, 24). Es que en la vida no se puede querer todo sino que toca elegir. Y tratar de vivir con deportividad aspirando a dicha felicidad implica, como toda vocación, abrir algunas puertas cerrando otras. Supone elegir de qué equipo se quiere hacer parte, y dicha elección exige un compromiso serio con ella misma. Ahí es donde el deporte se puede convertir en escuela porque enseña, en primer lugar, a elegir entre fines y objetivos a los que se aspira, aceptando que es necesario optar para no correr el riesgo de acabar sin tener nada auténtico. Y, en segundo lugar, enseña a luchar por aquello que se escogió orientando el tiempo y las preocupaciones para avanzar hacia ello.
Vivir un compromiso –en el deporte o en la vida– también implica aceptar dos realidades complementarias: la rutina y la perseverancia. La rutina del deporte supone entrenar y repetir una y otra vez gestos, jugadas y competiciones, para ir mejorando física y técnicamente. Aceptar la rutina de la vida pide aprender a valorar lo cotidiano frente a la novedad urgente o el estar a la última. Porque la felicidad goza con lo nuevo pero sabe acoger y aceptar lo que la vida tiene de anodino y repetitivo.
Y la perseverancia porque se hace imprescindible para sobrellevar los malos momentos como son las lesiones o épocas de malos resultados. Perseverar es no escuchar esa voz que nos susurra que no tiene sentido ni merece la pena seguir apostando por aquello que se eligió, es la voz que nos pide desistir y arrojar la toalla prometiéndonos una paz ficticia. Vivir con deportividad es aprender a perseguir las metas escogidas en el día a día, sin huir de las incertidumbres y desafíos que se presentan. Sin duda, la vida se parece más a una maratón que a una carrera de velocidad, pues toca pasar por muchas etapas y algunas muy difíciles de superar.


domingo, 26 de abril de 2020

CORONAVIRUS: DESPOJADO DE TODO COMO ÉL.

Jesús Despojado, Salamanca
obra de Francisco Romero Zafra.
 
Nuevamente nos asomamos a la pluma de Dani Cuesta para leer el análisis de una maravillosa imagen que tiene el honor de realizar estación de penitencia en Salamanca el Domingo de Ramos por la tarde, para alcanzar la Catedral salmantina tras partir de la Iglesia de la Purísima.
Quizá sea más interesante la visión y simbología que nos cuenta el autor que el mero análisis de la imagen. Humildad, paciencia, significado de la túnica, el concepto de despojado que asume Jesús desde el momento en que empieza su vida pública. Y, en esta pandemia que vivimos, hemos tenido gran cantidad de ejemplos de gente que se ha despojado de sí mismo, para entregarse a los demás hasta tal nivel que a muchos les ha costado la vida. Quizá sea otra manera de entender lo que puede ser la vivencia cristiana. Esta idea se plasma en esta otra obra de arte, en este caso de Dani Cuesta, sj, acerca del cambio radical que puede suponer el seguimiento de Jesús. Dejo la foto de la imagen en cuestión, obra de Francisco Romero Zafra.
DESPOJADOS DE TODO, COMO ÉL.
Lo crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando a suertes lo que le tocara a cada uno (Mc 15, 24). Los evangelistas son escuetos al describir el momento en el que Jesús fue despojado de sus vestiduras. Francisco Romero Zafra esculpió en el año 2012 la impresionante imagen de Jesús Despojado de sus Vestiduras para la cofradía del mismo nombre de Salamanca. En ella, representó con sensibilidad contemporánea a un Cristo que, con lágrimas en los ojos y el cuerpo dolorido, extiende sus brazos para dejar que los soldados romanos le arrebaten su túnica.
Al mirar esta imagen impresiona sobremanera el gesto humilde y paciente de Jesús al dejarse arrancar lo único que le quedaba. Sin embargo, la túnica de Jesús no es más que un gesto visible de lo que había sido toda su vida. Antes se había despojado de su categoría de Dios, había abandonado su medio de vida como carpintero, se había apartado de su madre, había rechazado el que los demás hablaran bien de él, la influencia en la religión, el amparo de los poderosos, el bienquedismo que le hubiera hecho amigo de todos, y tantas otras cosas. De todo ello, Jesús se había despojado por fidelidad a Dios y por amor a los hombres. Con estos antecedentes, su imagen dejándose arrebatar sus vestiduras por los soldados, impresiona de una manera más honda.
En el fondo, la imagen de Jesús Despojado de sus Vestiduras nos llama a ahondar en nuestro seguimiento de Cristo, en nuestro modo de ser cristianos. Porque Jesús, con su vida y con su despojamiento radical nos llama a ser lo mismo. Nos enseña que si queremos seguir sus huellas, debemos estar dispuestos a despojarnos no de aquello que nos sobra o que nos es fácil dar, sino sobre todo de todas aquellas seguridades en las que nos apoyamos, de todo lo que nos parece seguro y razonable, para lanzarnos a aquellos caminos inestables y peligrosos (pero llenos de vida) por los que él se aventuró.
Dani Cuesta, sj

sábado, 25 de abril de 2020

CORONAVIRUS: CELEBRAR LO DE CADA DÍA

La Santa Cena de Alicante procesionando.
 
Hoy, víspera del tercer domingo de Pascua, dejo un escrito acerca de la capacidad celebrativa del individuo. Estamos en confinamiento; parece que, poco a poco, nos van a dejar volver a una “supuesta” normalidad, teniendo en cuenta que nada volverá a ser como era antes de esta experiencia; experiencia que habrá sido vivida de diversas maneras según el docto entendimiento de cada uno.
De todos modos, Álvaro Zapata, sj, nos anima, basándose en la experiencia del futbolista italiano Balotelli, a disfrutar y celebrar, como el titula, lo de cada día. Y no es mal ejemplo para esta temporada que nos está tocando vivir. Celebrar la posibilidad de, por ejemplo, estar; y, si además, estamos sanos, mejor todavía. La vida, celebrarla con las personas que nos rodean, con los que se nos acercan si estamos en soledad.
Y que mejor imagen para celebrarlo que un paso de la Santa Cena. En este caso, el de la hermandad salesiana de Alicante. Como dijo José María Rodriguez Olaizola, sj, en la celebración de la Cena del Señor del pasado Jueves Santo, la última cena de Jesús es una fiesta. Jesús reúne a sus amigos, les invita a cenar, les abre el corazón, les lava los pies, muestra de la opción por servir a los demás. Amar y servir en las peores encrucijadas de la vida.
CELEBRAR LO DE CADA DÍA.
Las buenas noticias se comparten y cuanto más rápido mejor. Como el jugador del Olympique de Marsella Mario Balotelli, que al marcar un gol decidió celebrarlo con una storie de Instagram con todos sus compañeros de equipo. Aunque el gesto se ha hecho viral, no solo por lo original de la celebración, sino también por usar el móvil en lugar de limitarse a disfrutar del momento con los que le rodeaban. Balotelli parecía estar más pendiente de sus seguidores que de sus compañeros de equipo y los aficionados en el estadio.
Nos salió la crítica fácil: vivimos en una sociedad despersonalizada, el móvil está dominando nuestras vidas, estamos invadidos por las redes sociales… y otra serie de lugares comunes que se resisten a entrar en un análisis más profundo de lo que está pasando y por qué está pasando.
Y es que el gesto de Balotelli tenía un trasfondo del que nos hemos enterado más tarde, porque más allá de que usara Instagram o no en la celebración el gesto era raro porque Mario Balotelli era conocido por no celebrar sus goles, consideraba que era parte de su trabajo meterlos y que si un cartero no celebra que entrega sus cartas, por qué sí debería celebrar un futbolista al meter un gol. Hasta que, según explicó en la misma publicación de Instagram, se encontró con un cartero que le entregó un paquete con una sonrisa y contento de hacerlo. Y eso le inspiró para celebrar también a él su trabajo.
Celebrar siempre es complicado. Parece que no debemos pasarnos, recordando a quien no puede hacerlo. Pero ahí nos metemos en una visión de la vida un tanto gris, en la que hacemos lo que hay que hacer y no nos damos ocasión de sentirnos felices por ello. Balotelli, con el gesto del cartero aprendió que lo cotidiano es ocasión de celebración, que el trabajo bien hecho es fuente de alegría tanto como las ocasiones extraordinarias. En definitiva, que tenemos la capacidad de convertir lo ordinario en algo extraordinario, motivo para celebrar. Y si sumas a más gente a eso, mucho mejor.
Instagram, y otras redes sociales nos ofrecen la posibilidad de convertir en extraordinario lo que es solo ordinario y celebrar con mucha más gente. El riesgo está en querer vivir ahí, en quedarte solo con los que están lejos y pasar de quien tienes al lado, en querer que toda tu vida sea un continuo extraordinario. Aquí es donde tenemos que ser cuidadosos y no dejarnos deslumbrar. Tener los pies en la tierra y saltar de cuando en cuando es mejor que ir flotando y terminar en el suelo cuando la realidad se impone.


viernes, 24 de abril de 2020

CORONAVIRUS: CON LO BIEN QUE SE VIVE SIN DIOS

Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Jerzy Duda Gracz Santuario de Jasna Gora
 
El papel de Dios en nuestras vidas. Así de simple nos lo plantea Dani Cuesta sj en el escrito abajo reproducido, sacado de pastoralsj.org . Y más en este tiempo de pandemia. Llevamos ya más de cuarenta días de confinamiento, de encierro se supone que voluntario, en nuestras casas ante el avance desolador de una enfermedad que nos está dejando una inmensa cantidad de muerte. Frente a los intentos de rebajar las personas a meros números, a curvas estadísticas, nosotros, los cristianos, apostamos por las personas que nos han dejado, a las que nos hemos podido acompañar ni en sus últimos momentos ni en su entierro, ni en la celebración de oficios religiosos o laicos de despedida. Cada muerto es una historia, una persona, anhelos, ilusiones, familias, sentimientos, que, por desgracia, se nos han ido. Uniéndonos en el recuerdo de todos ellos, Dani Cuesta nos hace reflexionar sobre otra forma de ver a Dios en nuestra vida.
Qué mejor imagen que Jesús consolando a las mujeres de Jerusalén en la octava estación del Vía Crucis de Jerzy Duda Gracz para el Santuario de Jasna Gora, Czestochowa
CON LO BIEN QUE SE VIVE SIN DIOS.
A menudo escuchamos, o nosotros mismos pronunciamos discursos sobre la fe que afirman que necesitamos creer en Jesús para alcanzar la felicidad más plena. Sin embargo, dichas proclamaciones muchas veces chocan contra una realidad bien diferente. Por un lado la de aquellos cristianos que parecen vivir la vida con un carácter entristecido, agobiado y apesadumbrado. Y por otra la de muchos ateos y agnósticos que, lejos de dar la impresión de faltarles una pieza clave en su vida, parecen vivirla de una manera totalmente feliz, siendo además en muchos casos muy buenas personas. 
Delante de esa realidad puede que nos hagamos la siguiente pregunta: «¿necesita la gente a Jesús?» o tal vez puede que sea mejor que vivan su vida felices sin él. Creo que dicha pregunta es en realidad una trampa, si nos quedamos tan solo en ella y no somos capaces de darle la vuelta. Es decir, tal vez la cuestión no sea tanto preguntarse si la gente necesita a Jesús, cuanto hacerme a mí mismo la pregunta: «¿necesito yo a Jesús?». 
Y es que, muchas veces convertimos a Jesús y el Evangelio en una pesada carga en nuestra vida. En una especie de losa que nos aplasta, en un arma arrojadiza o en un producto que tenemos que vender si queremos evitar que la Iglesia desaparezca… Y sin embargo Jesús no pretende ser nada de eso. Él quiere ser nuestra felicidad, llenar nuestro corazón y movernos hacia actitudes que nos saquen de nosotros mismos y nos hagan constructores de su Reino. Él no pretende ser una carga ni una amargura, sino más bien aquel que nos ayuda a llevar nuestra carga y amargura. 
Si no lo vivimos así, puede que nos estemos engañando, puesto que no estaremos viviendo desde la felicidad que él nos promete y puede que ni siquiera hayamos conocido al verdadero Jesús. Y ciertamente entonces no seremos capaces de contagiar alegría, sino más bien todo lo contrario. Pero si vivimos habiendo descubierto de verdad que Jesús llena nuestro corazón y que su proyecto merece la pena y hace vivir de la esperanza (incluso contra toda esperanza), entonces ciertamente contagiaremos un “algo más”, una semilla que posiblemente germinará entre la gente de nuestro alrededor, cuando haya llegado su momento. 


jueves, 23 de abril de 2020

CORONAVIRUS: NADA TE TURBE

María Magdalena y el Cristo de las Ánimas
en la capilla de los Ángeles de la Concatedral logroñesa
un Viernes Santo antes de participar en el Santo Entierro.

Hoy, día veintitrés de abril, se celebra el día del libro. Y dentro de la amplia nómina de escritores que han vivido experiencias de fe radicales y que les ha llevado a cambiar su forma de entender la vida y de vivirla, Santa Teresa de Jesús es uno de los mejores ejemplos que podemos tener.
Quizá la parte más recordada de su vida sea la aventura que le llevó a reformar y fundar la Ordo Fratrum Discalceatorum Beatissimae Mariae Virginis de Monte Carmelo, conocidas como Carmelitas Descalzos. Quizá una de sus composiciones más conocidas sea el poema que se reproduce, conocido como la eficacia de la paciencia; qué mejor ejemplo para la pandemia que nos toca vivir.
También es un buen momento para acercarnos a María Magdalena, persona donde la esperanza alcanza una de sus máximas expresiones; primer testigo de la Resurrección y encargada de anunciársela a los discípulos que, por supuesto, no la creyeron. Al fondo, el Cristo de las Ánimas, esperando las dos imágenes para participar en la procesión del Santo Entierro de Logroño.

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,

La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
Santa Teresa de Jesús.



miércoles, 22 de abril de 2020

CORONAVIRUS: DE PÉNDULOS

XII Estación. Cristo muere en la cruz
Jerzy Duda Gracz. Santuario de Jasna Gora, Czestochowa
 
Seguimos en confinamiento y, parece ser, todavía va a durar; se acentúan los sentimientos y las sensaciones de fracaso, de hartazgo, de no ver la luz al final del túnel. Y eso que las personas encargadas de gestionar el tema no se cansan de comentarnos que llegaremos al final del túnel. Frente a estas posiciones por las que todos o hemos pasado o vamos a pasar a lo largo de estos días, hay gente que nos plantea esta experiencia como tiempo de esperanza.
Claro que no como mucha gente quiere; enraizados en una fe profunda y vivida desde la radicalidad del mensaje de Jesús, se nos habla de este tiempo desde la esperanza. Es más, pasada ya la Cuaresma, la Semana Santa e inmersos en la Pascua y caminando hacia nuestro Pentecostés particular, nos habla Elena López de un nuevo tiempo litúrgico: el Cuaresvento.
Y que mayor esperanza que la salida del madero, de la cruz donde colgó muerto e inerte, el cuerpo de Jesús. De esos brazos de los que, posteriormente, salió la vida y se ofrecen como brazos que acogen. Y que mejor imagen que recurrir a la décimo segunda estación, Cristo muere en la cruz, del Vía Crucis de  Jerzy Duda Gracz para el Santuario de Jasna Gora en Czestochowa, Polonia.
DE PÉNDULOS.
Muchas veces me he preguntado cómo podría darse eso que mucha gente ha predicho de que «el péndulo» va y también vuelve, eso de que algún día llegaría el momento de que él solo alcanzase ese punto de inflexión y retorno. Y sigo esperando una respuesta, pero no una respuesta basada en las leyes de la física, que ya sé que un péndulo simple va y viene, para volver a empezar otra vez. He escuchado que esto ocurre en la historia, en el planeta y en las personas.

Sin embargo me he hartado de ver cómo algunas personas han tenido siempre el péndulo en el extremo del dolor, de la mala suerte, del sufrimiento y de la pérdida más absoluta de todo. También me cansa hoy en día ver cómo el planeta se pierde, se reduce a una cosa de la que aprovecharse y a una Tierra que no valoramos y que ya no tiene muchas fuerzas. Hasta ahora, todo pesimismo.

Y por sorpresa, sin previo aviso, desde hace un par de semanas me ronda la imagen de un péndulo gigante que en su punto más alejado empieza a volver, es decir cambia radicalmente de sentido y se acerca de nuevo lentamente a su posición de equilibrio. Probablemente por mi desconocimiento, nunca me habría imaginado que un virus pudiese poner al planeta patas arriba y en tal situación de tensión, de parón, de lucha y de impotencia. Aunque también y puede que sorprendentemente, de sentido, de cierta justicia, de unidad y de otro tipo de encuentros.
En los últimos días se ha estado hablando y escribiendo mucho de esto y puede que todos en algún momento nos hayamos parado por unos segundos, por unos minutos o incluso por más tiempo a reflexionarlo. Puede que hayamos tomado un poco de conciencia de cómo hay vasos que se llenan cuando menos lo esperamos y de cómo la vida tiene sus mecanismos de cambio y de conseguir hacer tambalear las grandes estructuras a las que nadie se atreve a toser.
Es como cuando de niños pasábamos de golpe de la carcajada al llanto para, en unos segundos, volver a reír con fuerza. Me recuerda a esto porque, a pesar de los modelos y predicciones, hay una multitud de aspectos tremendamente impredecibles e importantes para tantos millones de personas que cambian cada día, a veces con cierto albedrío. Pero este sentimiento de fragilidad, este sentir que nos movemos caminando sobre una cuerda no debe bloquearnos ni desesperarnos, sino ser energía para dar un paso más. No parece sencillo aunque sea muy cristiano.
Por eso es tiempo de esperanza. La esperanza tiene mucho de inquietud, de falta de seguridad y de parar el ritmo de los pies para dejar paso al corazón. Es tiempo de soñar, sin dejar de vivir el presente con sus circunstancias. Soñemos que los tiempos de la duda y la limitación pasarán, busquemos nuevos caminos sabiendo que los que estamos recorriendo dejan nuestro corazón más libre de capas y condicionamientos, y más cercano al Dios de la Vida. Me parece estar viviendo un Cuaresvento, mitad Cuaresma y mitad Adviento. No me crea ningún conflicto, siempre hemos dicho que la cuna y la cruz de Jesús están estrechamente ligadas y entre ellas más cerca de lo que creemos. En esta ocasión Dios acompaña, al mismo tiempo, como en la propia vida, el renacimiento y la muerte, la novedad y la verdad profunda de lo que somos. Ánimo y buen tiempo de espera, quizá tú también te preguntes si ese péndulo existe y en qué posición está ahora mismo.


martes, 21 de abril de 2020

CORONAVIRUS: ¿PERIODISTAS, DÓNDE ESTÁIS AHORA?

Cristo camino del Calvario. Valladolid
Gregorio Fernández; Jesús obra de Pedro de la Cuadra.
A cuenta del escándalo de las redes de abusos sexuales de menores en unos centros de menores de cierta parte de España, José María Rodríguez Olaizola, sj, nos habla del lugar que ocupan los periodistas, actualmente, en la sociedad. Tema que podemos cambiar por el de la pandemia. ¿Dónde están los periodistas que antaño exigían dimisiones al más alto nivel de la política española cuando en la crisis del ébola teníamos dos muertos y un perro sacrificado? ¿Dónde están ahora que llevamos ya más de veinte mil muertos en España? ¿Dónde está la sociedad civil que calla y mira para otro lado?  Una buena reflexión, necesaria, mesurada, pero que llega a lo más profundo de cada uno si se lee desde el seguimiento radical de Jesús y su mensaje.
Dejo una foto del paso de Cristo camino del Calvario de Valladolid. Jesús, portando la cruz, se evade del marco que le rodea y se dirige al espectador, ofreciéndose como ejemplo para seguirle. Todas las figuras son de Gregorio Fernández, con excepción de Jesús, atribuido a Pedro de la Cuadra.
PERIODISTAS ¿DÓNDE ESTÁIS AHORA?
Desde hace poco menos de un mes viene hablándose vagamente en las redes sociales de una sórdida historia de prostitución de menores en centros tutelados en Baleares. Las noticias son escasas, los rumores, escandalosos. Verosimilitud hay, y desmentidos públicos no. Algunos testimonios que se leen, estremecen. No se sabe tampoco con claridad si es un tema de negligencia o dejadez en el cuidado de los menores o si podría haber más implicación por parte de alguien de la administración o de los responsables de los centros. Han pasado semanas. Uno esperaría que, en algún momento, esto se hubiera convertido en un escándalo mayúsculo. Pero, sorprendentemente, no.
Ante este caso quienes otras veces presumen culpabilidades en los demás, ahora piden prudencia, piden silencio, se rechaza una comisión de investigación, callan organizaciones feministas que en otras ocasiones son tan contundentes y tajantes… parece que aquí la prisa por proteger a los menores, a los niños y niñas que ya bastante tienen con las situaciones que les han llevado a centros tutelados, sin embargo no abunda tanto.
Está uno harto de hipocresía, y de dobles raseros.
Creo que, en este momento y circunstancias, solo la prensa puede empujar. La misma prensa que (afortunadamente), nos hizo empezar a enfrentar, a las gentes de Iglesia, la vergüenza y atrocidad de los abusos cometidos dentro de nuestra institución, para comprender que luchar por entornos seguros no puede ser algo pasivo ni que se dé por sentado.
La prensa que tiene que ser un contrapoder para evitar el dominio de las instituciones por parte del poder político. La prensa que, si se deja comprar por la voz de su amo, solo servirá a los dobles raseros y a las ideologías que solo ven maldad en lo que hacen «los otros». La prensa que tiene que ser profética, libre, y servir a la verdad. La prensa que está siendo extrañamente tibia en esta cuestión.
Creo que, hoy en día, una de las vocaciones más necesarias es la de periodistas. Periodistas al servicio de la Verdad, de la Justicia, y del Bien Común. Capaces de buscar respuestas. De investigar, de denunciar. Y de no callar. Por favor, no os dejéis amordazar. No os dejéis vencer. No os dejéis cegar. No os dejéis comprar.

lunes, 20 de abril de 2020

CORONAVIRUS. VICTORIOSO 17 DE ABRIL

Santo Sepulcro de Logroño.
 
 
A cuenta de la situación actual de pandemia y de las consecuencias que estamos padeciendo todos los ciudadanos de casi toda Europa, Nacho Narváez sj, nos cuenta uno de los peores episodios vividos en el siglo XX y que acabó con el asesinato parcial y selectivo de una buena parte de población de un país en concreto. Al final, el tema que se nos presenta es el de la libertad. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a renunciar a nuestra libertad? ¿Qué están haciendo a día de hoy los gestores de nuestra sociedad con nuestra libertad individual? ¿Qué nos están exigiendo? ¿Es nuestra obligación renunciar a todo a cambio de, parece ser, nada?
Teniendo en cuenta que la libertad que nos propone Jesús es radicalmente diferente, os dejo una foto  del Santo Sepulcro de Logroño. No deja de ser curioso que del cuerpo muerto de Jesús, se deprenda y acabe triunfando la total y absoluta libertad del hombre.
“VICTORIOSO” 17 DE ABRIL.
Sucedió tal día como hoy, un 17 de abril. Ese día, la guerrilla de los Jemeres Rojos tomaba Nom Pen, la capital de Camboya. La ciudad, considerada como una de las ciudades más bellas de Indochina, llena de construcciones de estilo colonial francés, se despertó con las proclamas que los nuevos dueños del país gritaban desde los tanques: «¡La guerra terminó! ¡Estamos entre hermanos!»
Efectivamente, la caída de la capital suponía el fin de una guerra civil que durante cinco años había enfrentado al gobierno del general Nol contra los rebeldes del Partido Comunista de Kampuchea. Un episodio más de la Guerra Fría, esta vez con China como artista invitado. En efecto, Mao soñaba en aumentar la influencia de su país en la región. Para ello copió el modelo de su hermanastro soviético: financió guerrillas y partidos comunistas afines por todo el mundo, entre ellos el camboyano.
Los habitantes de Non Pen salieron a la calle a festejar el fin de la guerra. De pronto, los jovencísimos guerrilleros anunciaron que ese mismo día comenzaba la evacuación de la ciudad. La excusa era un inminente bombardeo estadounidense. Nom Pen contaba en ese momento con una población de dos millones de personas, muchos de ellos refugiados de zonas rurales que habían huido por los combates. La orden era marchar al campo llevando solamente lo indispensable. Las nuevas autoridades intentaron tranquilizar a la población: «serán dos o tres días como mucho», repetían sin parar.
Muy pronto, las cunetas de las carreteras que salían de la capital se llenaron de ancianos e inválidos, sin fuerzas para seguir adelante. Mientras tanto, los guerrilleros asesinaban a los enfermos graves que aún quedaban en los hospitales de la ciudad. El horror no había hecho más que empezar.
Shakespeare trazó en sus obras el perfil psicológico típico del tirano. El autor inglés refleja a Ricardo III, el Rey Lear o Macbeth como personajes narcisistas, arrogantes, coléricos y déspotas. En Camboya, el terror del nuevo régimen estuvo organizado por un personaje siniestro digno de una obra de Shakespeare, Pol Pot –un ser mediocre con mentalidad esquizoide– que convirtió Camboya en una pesadilla. El autodenominado «Hermano número uno» quería hacer un país nuevo, autosuficiente. Le cambio hasta el nombre, a partir de ahora sería 'Kampuchea'. Empezó el llamado año cero.
Todo que recordase el pasado 'burgués' debía ser depurado. Se asesinaron a más de 200.000 personas consideradas 'enemigos políticos'. El hecho de tener gafas o saber francés indicaba una 'vida acomodada' y significaba la muerte. Se prohibió cualquier tipo de religión, así como la música, la literatura, el arte, el ocio. Incluso las medicinas extranjeras fueron destruidas pues los remedios tradicionales «eran suficientes».
En 1975 el vecino Vietnam intervino en Camboya para derrocar el régimen de Pol Pot. Fueron 44 meses que acabaron con un tercio de la población del país. Más de un millón de personas murieron de hambre y enfermedades. La práctica totalidad de los médicos, jueces, abogados, religiosos, intelectuales y funcionarios no sobrevivió. Todo el país quedó arrasado.
Los mandos de Pol Pot eran personas cultas, con estudios, como los oficiales de las SS, del KGB o de cualquier dictadura. En momentos de tensión, miedo e incerteza debemos ser vigilantes con los seres 'mesiánicos' que prometen seguridad y estabilidad a cualquier precio. La libertad de expresión, de conciencia o el derecho de una sociedad a vivir en democracia son elementos demasiado valiosos para entregarlos a cambio de un falso sentimiento de seguridad. La libertad es tan valiosa que hasta los totalitarios la

domingo, 19 de abril de 2020

CORONAVIRUS: ¿DÓNDE ESTÁ LA IGLESIA?

Entrada de Jesús en Jerusalén, Domingo
de Ramos, Logroño.
 
Cada vez que sucede en el mundo algo que se escapa a la normalidad, aparece siempre la misma pregunta en muchos sitios: ¿dónde está la Iglesia? Y, cada vez más, viniendo de sectores de la sociedad que no se caracterizan por ser proactivos sino exactamente lo contrario. Hace poco un famoso ¿comunicador?, supuestamente progresista, parece ser que principal accionista de una empresa dedicada al sector inmobiliario con inmuebles en el centro de la capital de España, incidía en el tema. ¿Por qué la Iglesia no hace ninguna aportación económica en estos momentos, se preguntaba?
Posteriormente nos enteramos de la aportación a Cáritas por parte de los obispos españoles. Pero no, no  se trata de eso. Se trata de algo más profundo y más potente que una simple aportación económica. José Luis Olea, sj y en pastoralsj.org, a cuenta de los asesinatos padecidos por la compañía de Jesús, nos habla de la presencia de la Iglesia en el mundo y en esta pandemia. Que mejor imagen para ello que la Entrada de Jesús en Jerusalén, fotografiada por Luis Gárriz Cano; Jesús, a lomos de un pollino, como Rey, se presenta a la ciudad y a todos sus habitantes, con un mensaje nuevo, diferente y que, a día de hoy, mucha gente ni entiende ni quiere entender .
¿DÓNDE ESTÁ LA IGLESIA?
La madrugada del 16 de noviembre de 1989 un grupo de hombres armados asesinaba en El Salvador a seis jesuitas españoles y a dos mujeres salvadoreñas a sangre fría. ¿El motivo? Se hicieron voz de los sin voz. Unos años antes, en La Paz, Lluís Espinal sj era secuestrado y asesinado por vivir sabiamente imprudente denunciando las injusticias que oprimían al pueblo de Bolivia. Más recientemente, en 2014, unos nudillos golpeando a una puerta asesinaban en la ciudad de Homs al jesuita holandés Franz Van der Lugt que, al abrir a quien llamaba a su casa, recibió dos balazos. Los mismos disparos que al menos alcanzaron a Isabel Solá, religiosa de Jesús-María, cuando unos desconocidos abrieron fuego contra ella mientras conducía su vehículo en Puerto Príncipe (Haití). Y la lista sigue… Son muchas las personas que dan su vida por el Evangelio o que, sin llegar a la muerte, se comprometen hasta el extremo con las realidades más sufrientes y vulnerables de la vida.
Ante la crisis de la COVID-19, no pocas personas se preguntan en estos días, ¿dónde está la Iglesia? La Iglesia está donde ha estado siempre. Porque, ante la pobreza, la Iglesia permanece. Eso es lo que ha aprendido de María, que se mantiene a los pies de la cruz; aun no pudiendo desclavar a su hijo del madero ni enjugar las lágrimas de su rostro… Porque, seguramente, la urgencia de Jesús no era aquella, sino la de una mirada materna que diese sentido al Misterio que estaba viviendo. Cuando la pobreza y la crisis no son mediáticas, la Iglesia ya está con los pobres, porque la fe que nace de la justicia nos compromete con ellos y nos moviliza a las fronteras.
La Iglesia es también la voz más universal en estos días. Ni Sánchez, Conte, Boris Johnson o Trump consiguen llegar a tantos como lo hace la Iglesia, en la persona del Papa Francisco. Después de las impresionantes imágenes de la bendición Urbi et Orbi, una chica italiana escribía en Twitter: «doy gracias al Papa, como no creyente, porque sé que hoy también ha rezado por mí». Verlo así ha sido potente e importante en este momento. Nadie está alcanzado a hablar más alto, más claro y más de cerca desde que empezó esta crisis. Un lenguaje que muchas veces es austero en palabras y rica en símbolos; como la plaza San Pedro en estos días: tan vacía y, sin embargo, más llena que nunca y donde tantos nos estamos encontrando.
La Iglesia también sale puntualmente a aplaudir a las ocho, está en internet celebrando la Eucaristía para muchos, rezando anónimamente, escuchando a tantos que se sienten solos, repartiendo comida y pensando en cómo adelantarse a las desigualdades que esta crisis va a generar cuando el confinamiento se levante y veamos los estragos que este virus ha dejado en vaciar nuestras calles y detener nuestra vida. También ahí la Iglesia seguirá estando, osada y valiente como tantas otras veces.
Por todo ello, a estas alturas, quizás solo cabe dar una única respuesta. ¿Dónde está la Iglesia? En realidad, la Iglesia nunca se ha ido.


sábado, 18 de abril de 2020

CORONAVIRUS: SALTAR Y SOÑAR.

Elevación de la Cruz. Francisco del Rincón.
 
Los hombres somos seres dotados de la capacidad de soñar. Capaces de saltar. El suelo, nos muestra cuales son nuestras seguridades, con lo cual apenas nos separamos de él a largo de toda nuestra vida. Y, salvo raras excepciones, estamos fijos en él, como atornillados. Cambiar, soñar, saltar, moverse, todo son actitudes que los cristianos debiéramos sentir en nuestro interior; y más en el tiempo de Pascua, al experimentar la Resurrección del crucificado en nuestra vida, del mismo modo que los de Emaús experimentaron el Encuentro Personal con Él. José Ignacio García Jiménez, sj, nos lo muestra en un escrito aparecido en pastoralsj.org.
Y que mejor manera que mostrar a donde nos puede conducir el soñar y el abandonar el suelo que la obra maestra de Francisco del Rincón para la Semana Santa vallisoletana que la Exaltación de la Cruz, tal y como se conoce ahora. Primer paso completo realizado en figuras de bulto redondo totalmente hechas en madera, que permitió abandonar las de papelón que eran las realizadas hasta entonces, principios del siglo XVII. La complejidad de la escena perfectamente resuelta, sería luego retomada por el gran maestro gallego Gregorio Fernández.
SALTAR Y SOÑAR.
La escena no es muy graciosa, pero siempre sale cuando nos reunimos mi familia y unos vecinos del barrio donde vivíamos antes. De pequeño yo solía entrar en casa de estos vecinos y me iba directo a la despensa, lanzado, y allí me encontraban, agarrado al jamón. Era demasiado pequeño para llegar a aquel trofeo, así que me tenía que colgar, literalmente, del jamón. Lo peor no es que pasase, era un crío, sino que me lo recuerdan cada vez que nos encontramos: ¡y estabas colgado del jamón!
Los sueños, los deseos, tienen algo parecido a esta escena. Hay un momento en el que para alcanzarlos tienes que saltar, tienes que separarte del suelo para poder llegar a ellos. Ese instante, o ese tiempo, te produce vértigo, te puede paralizar el miedo o sencillamente el deseo puede que no tenga tanta fuerza como para saltar y correr el riesgo de fracasar, de darte un buen golpe. Pero si no saltas, nunca lo alcanzarás.
El suelo son nuestras seguridades, lo conocido, lo que ya tenemos. El suelo es nuestra realidad. No tiene sentido vivir como si no existiera, esa es la actitud del escéptico. Renegar del suelo que nos sostiene es vivir maldiciendo nuestra realidad no aceptándola. Cuanta amargura, y cuanto cansancio se acumulan por esta incapacidad para conocer el suelo que pisamos, por negarnos a aceptar la realidad, le echamos la culpa al empedrado por no aceptar que somos nosotros (y nuestras limitaciones) los que no conseguimos caminar con entereza en la vida. El que no acepta el suelo por el que pisa no puede saltar, nunca será lo suficientemente plano, nunca será el momento oportuno o nunca estarán las cosas suficientemente claras. El que no acepta su realidad no puede pretender otra distinta, nunca puede llegar a su destino el que no ha empezado el camino. Otros, sin embargo, siguen tan pegados al suelo (realistas se dicen) que es imposible para ellos saltar, o soñar, que es lo mismo. La realidad para ellos es como el asfalto en los días calurosos de verano: se te pega en los zapatos. Están tan atrapados en el presente, son tan equilibrados y prudentes que no hay nada que les conmueva lo suficiente como para intentar saltar, soñar, quiero decir. Para estos el deseo tiene que ser algo tan estructurado, claro, definido, preciso, que obviamente, ya no es un deseo sino una obligación. Y entonces sí, entonces se asume como otra carga más de la vida. El sobrepeso hace que nuestros pies se peguen un poco más en el asfalto, pero a esto lo llamamos sensatez.
Cuando uno no se lamenta del suelo que pisa, al contrario, cuando uno vive agradecido por cada tramo del camino. Cuando eres consciente de tus limitaciones, pero pisas con la confianza del que sabe que la vida está llena de nuevas de posibilidades, de metas que todavía no has superado, de encuentros que todavía no se han producido, de llamadas a las que no has respondido, entonces es posible descubrir el deseo que tira de ti. El deseo que te invita a saltar, perdón a soñar, desde lo conocido a lo nuevo. Un nuevo proyecto, un nuevo compromiso, una nueva amistad; y están, por supuesto, los momentos del riesgo, y del hormigueo en el estómago. Pero también está la serena confianza de que podemos y queremos saltar. No al vacío, sino al encuentro. 
Es curioso, han pasado años, pero cada vez que me encuentro en un momento así siento un regusto salado en los labios.