domingo, 31 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: LA NUEVA NORMALIDAD

Jesús del Vía Crucis o de San Frontis,
Anónimo S. XVII. Zamora.


Como si de un rebaño se tratara y como si fuéramos el pueblo elegido, nuestros dirigentes, casi sintiéndose como Moisés o como Yavhé mismo, nos dirigen hacia el nuevo mantra, la denominada “nueva normalidad”.  Lo cual no deja de ser paradójico, pues es, como casi todo en la actualidad, una tergiversación del lenguaje. Porque la pregunta que aparece al oírlo es ¿qué entendemos por normalidad? ¿lo de antes? Si es nueva ¿a dónde nos llevan o quieren llevar? No cabe duda que muchas veces, en el mundo en que estamos, nos sentimos como el burro que camina tras el señuelo de la zanahoria pendiendo de cuerda atada a palo. Nuestros dirigentes, imbuidos de un sentimiento de superioridad, se creen, nuevamente y van ya no sé cuántas veces en la historia de la humanidad, poseedores del Santo Grial que nos va a conducir a la ¿felicidad? Total y absoluta; tan solo un pero; haciéndoles caso a ellos. Y esto es sencillamente la situación que llevamos viviendo desde el catorce de marzo. Desde luego, los cristianos estrenamos la tercera Pascua; Pentecostés, con la llegada del espíritu.
Ante esta situación Dani Cuesta, sj, en pastoralsj.org hace un llamamiento a que lo vivido no sea un paréntesis; a que no olvidemos estos días, a que no nos lancemos a olvidarlo. Reflexión, reflexión y reflexión. Y que mejor modo que reflexionar que acompañado de Jesús con la cruz a cuestas, parte importante de la vivencia anterior al triunfo de la Resurrección. Nuestros muertos,  nuestros enfermos, nuestras vidas, nuestras familias, ahí, en la Resurrección, encontrarán el verdadero sentido a la “NUEVA NORMALIDAD”, esta vez, con mayúsculas. En esta ocasión es la imagen de Jesús del Vía Crucis o de San Frontis, cada Martes Santo por la noche, esta imagen anónima del siglo XVII, llamada popularmente “el Mozo”, recorre las calles zamoranas siendo acompañado por sus más dos mil cofrades y miles de habitantes de la ciudad en el rezo del solemne Vía Crucis, siendo acompañado por la Virgen de la Esperanza, supuestamente gubiada por Víctor de los Ríos en 1950. Con esta entrada se pone fin a las publicaciones extraordinarias surgidas por la pandemia, retornando a la publicación semanal sobre diversos aspectos de la Semana Santa y todo lo que rodea a los fastos pasionales, tanto en Logroño como en el resto del mundo.

LA NUEVA NORMALIDAD

Hace unos días volví a entrar en nuestra parroquia después de casi dos meses sin hacerlo. Al traspasar el umbral de la puerta, tuve la impresión de que el tiempo no había pasado por ella. En el corcho de la puerta colgaban los carteles de las Pascuas Magis y de la obra de teatro de la Compañía Magistral. En el presbiterio estaba la decoración con la que habíamos ambientado la Cuaresma: color morado, símbolos que deberíamos haber ido trabajando a lo largo de los domingos cuaresmales, carteles… Todo parecía haberse congelado en aquel día 11 de marzo en que cerramos sus puertas.
En aquel momento me invadió una sensación extraña. Puesto que, pese a que por allí parecía no haber pasado el tiempo, en mi interior sentía que estábamos en Pascua. Paseando entre los bancos silenciosos recordaba todo lo que habíamos ido viviendo a lo largo de las semanas de confinamiento: los inicios llenos de actividades de todo tipo, el relajamiento posterior, la intensidad de la oración, las oraciones, eucaristías y celebraciones online, la Semana Santa, aquella extraña sensación de falso final al comenzar la Pascua, y la ligera apertura de las medidas de desconfinamiento que vamos poco a poco ensayando. Todo aquello era real, pese a que aquel ambiente congelado en la Cuaresma pareciera desmentirlo. La verdad es que en aquella iglesia silenciosa todo era extraño, muy extraño.
Aquella situación me hizo reflexionar mucho posteriormente. Puesto que pensé que en nuestra vida tenemos el peligro de volver a la normalidad haciendo un paréntesis con todo lo anterior y olvidando lo que hemos vivido y aprendido. Algo semejante a lo que les ocurre a los habitantes de la ciudad de
La Bella Durmiente, que despiertan después de  cien años dormidos y reanudan aquello que estaban haciendo, sin ser conscientes de todo lo que ha pasado entre medias.
Por ello, creo que tenemos un reto si de verdad queremos alcanzar una 'nueva normalidad' y no volver simplemente a la 'normalidad' que teníamos antes. Puesto que, estoy seguro de que todas estas experiencias nos han hecho aprender, valorar y experimentar muchas cosas. Y así, no somos los mismos de antes, ya que, a lo largo de estos dos meses de confinamiento, en nuestro interior han cambiado muchas cosas, y Dios ha trabajado sin descanso, ayudándonos a ser mejores. Ahora se nos plantea el reto de no caer en la trampa de volver a aquella Cuaresma de la que salimos, o de hacer un paréntesis, recoger todo con prisas y lanzarnos a la vida pensando que ya lo sabemos todo. Tenemos pues que ser pacientes, recordar, confiar en Dios y, de su mano, ir aprendiendo a habitar esta 'nueva normalidad' tanto por dentro como por fuera.



domingo, 24 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: DE LIBRERÍAS Y RESISTENCIAS

Entrada de Jesús en Jerusalén
Paso atribuido a Francisco Girate
1545 Valladolid.
 
Siguiendo con las fases de desescalada de la pandemia o supuesta pandemia para algunos, que haberlos, haylos que piensan así, reflexionando sobre todo el tiempo que supuestamente hemos podido tener libre y las actividades que supuestamente también pudiéramos haber realizado, está una que, desde mi humilde opinión, debiera ser fundamental para toda persona, y es la lectura. Y ahora no me estoy refiriendo a la Palabra, con mayúscula que nos trae la Biblia, quizá el libro más importante de la historia del mundo donde Dios, a través de un buen puñado de personas, nos transmite su mensaje y la idea que Él tiene para el hombre.
La lectura, de cualquier libro, siempre ayuda; como dice Daniel Pennac, el lector, no podía ser de otra manera en el mundo en que vivimos, también tiene derechos. Diez, según el escritor francés. Derecho a no leer, a saltarse las páginas, a no terminar un libro, a releer, a leer cualquier cosa, al bovarismo, a leer en cualquier lugar, a hojear, a leer en voz alta y a callarnos. Dejo un escrito de José María Rodríguez Olaizola, sj, de pastoralsj.org  acerca del papel de las librerías en nuestra sociedad. Y, sobre todo, del papel de la lectura como elemento formativo de todas las personas. Destaca el autor que, los sistemas totalitarios, lo primero que hacen es prohibir libros.
Como ejemplo dejo una foto del paso más antiguo que procesiona en la ciudad de Valladolid. Se trata de la Entrada de Jesús en Jerusalén, paso datado en 1545 y atribuido a Francisco Giralte, palentino y seguidor de Alonso Berruguete. Realizado mediante la técnica del papelón, nos lleva al modo de plasmar la muerte y resurrección de Cristo en los primeros pasos.
DE LIBRERÍAS Y RESISTENCIAS.
He vuelto a una ciudad que no visitaba desde hace muchos años. He empezado a pasear por calles familiares. Muchas cosas han cambiado, y otras permanecen. Los cambios indican vitalidad, evolución, marcan el paso del tiempo. Están bien. Se abren unos negocios y se cierran otros. Algunos trayectos hay que hacerlos ahora por otras calles. La permanencia también tiene valor. Da seguridad, permite reconocer los lugares comunes… y volver a tomar un café en un lugar familiar tiene algo de regreso al hogar.

Pero, en medio de este camino evocador, caí en la cuenta de algo que me llenó de inquietud. Estaba en el centro –estoy hablando de una gran ciudad–. Un área abarrotada de gente. Había muchas tiendas de alimentación, de moda, de tecnología… pero, ¡han desaparecido casi todas las librerías! Las grandes, y las pequeñas. Al pensarlo, me dije: «quizás estás exagerando». Entonces busqué a través de Google Maps. Efectivamente, no había librerías cerca. La más cercana, a 25 minutos caminando. Hasta allá me fui. Una librería bonita. Tres pisos. Los libros, ordenados con un criterio temático. Bastante gente dentro, ojeando (que es echar un ojo) y hojeando (que es pasar las páginas) libros. El que estaba a cargo, se veía que controlaba y aconsejaba. Me pareció como una isla en medio de una sociedad que va acelerada.
Después pensé que en mis lugares habituales el mismo proceso se ha producido, solo que al ser día a día no lo noto tanto y sigo teniendo rincones donde sumergirme entre los libros. He buscado datos. Es difícil extraer conclusiones. Depende del tiempo que abarque la medición se habla de disminución o de aumento. Por ejemplo, se dice que –en España– por primera vez tras bastantes años de declive, aumentan ahora las librerías independientes. Por otra, que disminuye su facturación. Y sin duda, crece la venta online de libros (más de papel que electrónicos en todo caso).
Lo que sé es que esto me ha hecho pensar. Una librería es un lugar necesario. Porque es donde puedes buscar –incluso sin saber bien qué buscas–. Puedes curiosear, y cuando algo te llama la atención, fijarte un poco más, leer el índice, asomarte a un fragmento, y quizás entonces llevarte el libro. No tienes que ir a tiro fijo, y aunque haya un escaparate donde el librero expone lo que considera más destacado, en cuanto estás dentro tú ya puedes abstraerte y pasar tiempo buscando a tu aire. Mi experiencia es que internet no te permite eso. No con la misma seguridad. No con la misma capacidad de descubrir sorpresas en las palabras prestadas.
Y aún más. Los libros son necesarios en una sociedad que se mueve a golpe de titulares. Nos hacen pensar. Nos dan profundidad. Nos permiten tomarnos tiempo para no estar reaccionando a cada estímulo con una velocidad contraproducente. Que no dejemos de leer. Ensayos. Novelas. Estudios críticos. Libros de política, de economía, de historia, de espiritualidad. Ficción o realidad. Que no dejemos de cultivar la imaginación tratando de convertir las palabras en escenas.
Cuando los totalitarismos querían imponer pensamientos únicos quemaban libros. Ahora nos entretienen.


miércoles, 20 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: HEMOS APRENDIDO QUE SOMOS DÉBILES

Cristo de las Ánimas, Arnao de Bruselas
Cofradía del Santo Cristo de las Ánimas, Logroño.
Imperial Iglesia de Santa María de Palacio.
 
 

Seguimos avanzando en la desescalada. Por cierto, algún día sería conveniente hablar del lenguaje que usamos; este elemento que, como todo en la vida, bien usado es uno, si no el más importante de los elementos de la comunicación. Si se usa mal, puede ser y es en muchos casos, elemento distorsionador de las realidades sociales que puede llegar a manipular a amplias capas de personas, cuestión que, a día de hoy, estamos padeciendo en esta pandemia.
Dani Cuesta, sj, como siempre magistralmente, nos habla, con un lenguaje claro y directo de que,  en el fondo y a pesar de creernos capaces de dominar y controlar todo el mundo que nos rodea,  somos débiles. Somos seres sociales que necesitamos a los demás para poder vivir. Y se ha demostrado en esta pandemia, a través de todas las personas que se han movilizado, trabajado y luchado para que la sociedad no se cerrara y, a pesar de los problemas y muchas veces a través de personas que se han jugado la vida, que nos necesitamos, que unidos, codo con codo, formando comunidad, somos más fuertes y es la única manera de seguir avanzando. Nos habla del papel de Dios en la vida, de la necesidad que hay de Él a día de hoy; y, sin ánimo de polemizar me permito decir que, a pesar de que todo el mundo lo menciona y habla de Él, muy pocos lo conocen como realmente es.
Y, ante la debilidad humana, la fortaleza la expresa Jesús en su Pasión. Cada imagen de Jesús que en Semana Santa sale a la calle, expresa la fuerza de la debilidad, la fuerza de la entrega, la lucha del bien que, a pesar de todo y aunque parezca lo contrario, siempre acaba triunfando. Y que mejor imagen que la obra de Arnao de Bruselas, retratado por Luis Gárriz Cano en la logroñesa calle Portales. Cristo muerto en la cruz, como fracaso previo al triunfo de la Resurrección. Magnífica imagen que espera a todo el que quiera verla en la Imperial Iglesia de Santa María de Palacio de Logroño y que, gracias a la cofradía del Santo Cristo de las Ánimas procesiona en las calles logroñesas todos los Viernes Santo.
HEMOS APRENDIDO QUE SOMOS DÉBILES.
Una de las cosas más importantes que hemos aprendido durante esta cuarentena es que somos débiles. Algo que ya sabíamos, o al menos intuíamos, pero de lo que tratábamos de huir o intentábamos disimular.
Este tiempo de pandemia, en primer lugar, nos ha recordado que no somos dioses, sino que tenemos que lidiar con nuestra debilidad. Resulta sobrecogedor ver como en pocas semanas pasamos de pensar en el transhumanismo y de la capacidad humana para prolongar la vida y detener la muerte, a constatar con dolor como todos nuestros esfuerzos no lograban detener la espiral de muerte creada por un virus invisible a nuestros ojos. Era como si la propia naturaleza nos recordara que, pese a estar en la cúspide de la pirámide de la evolución, el hombre sigue siendo una criatura débil e indefensa.
En segundo lugar, este tiempo de confinamiento nos ha hecho ver que nuestra debilidad pasa porque necesitamos a los demás para vivir nuestra vida. Y aquí cada cual puede pensar en aquellas personas con las que ha hablado durante estos dos meses, para expresarles su cariño, para compartir miedos y agobios, para interesarse por ellas, para reír y pasar un buen rato ante la pantalla, etc. Pero también podemos recordar en aquellos que han luchado diariamente contra el virus o han seguido realizando su
trabajo para garantizar que el país siguiera contando con los servicios mínimos. En el fondo, nos necesitamos como sociedad, a los de cerca y a los de lejos, porque somos más débiles de lo que nos pensamos.
En tercer lugar, creo que hemos experimentado también que esta debilidad tiene sus efectos en nosotros mismos. Y es que, creo que quien más o quien menos ha visto cómo, pese a sus ganas de trabajar o a la urgencia de las tareas, la productividad en este tiempo no era la misma que en circunstancias habituales. En ocasiones también nos encontrábamos cansados, irascibles, tristes o agobiados, sin un motivo aparente y sin poder poner una solución a ello. Esto nos ha hecho constatar que nuestra debilidad también pasa por la necesidad de salir, de pasar tiempos distendidos, de estar con los demás, de oxigenarnos, que contrastan con nuestra creencia de que con un poco de ánimo y organización, podemos con todo lo que nos echen encima. Así, este tiempo de confinamiento nos ha hecho experimentar que no somos dueños de nuestro estado de ánimo y también que necesitamos dedicar un tiempo al descanso y la gratuidad.
Tres aprendizajes distintos que tocan una misma esencia humana: la debilidad. Es decir, la experiencia de que no somos omnipotentes ni dueños de nuestra propia vida. Que hemos recibido la existencia de Dios, y por eso le necesitamos. Que debemos asumir nuestro lugar en la naturaleza, y por esta razón respetarla. Que necesitamos de los demás, y no solo ellos de nosotros, y por eso tenemos que cuidarlos. Y que no podemos controlar todas las variables de nuestra vida, ni nuestros sentimientos, y por ello tenemos también que cuidarnos. Tres aprendizajes para no olvidar, o al menos para recordar y llamar por su nombre, cada vez que la omnipotencia vuelva a instalarse o desmoronarse en nuestra vida.

viernes, 15 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: LOS LIQUIDADORES DE CHERNOBIL

Paso del Descendimiento de Cristo
Imperial Iglesia de Santa María de Palacio.
Logroño. Cofradía del Descendimiento de Cristo.
 
 
Ya inmersos en plena desescalada de la pandemia que nos está tocando vivir, me parece de justicia rendir un homenaje a todas aquellas personas que, desde el mes de febrero y a pesar de los políticos, se han preocupado y han hecho posible que no solo España sino todo el mundo, no quede desabastecido de absolutamente todo lo que se necesita para que las personas (no olvidemos que todos y cada uno de los habitantes del mundo somos personas, aunque determinados dirigentes nos quieran reducir a meras cifras estadísticas) podamos, de algún modo, seguir viviendo.
Y dentro de todas esas personas, convendría destacar al sector sanitario. Todos, absolutamente todos, cada uno en su puesto, cada uno cumpliendo con su deber, han dado todo lo que han podido por sacar adelante a todos los enfermos que han llegado a los hospitales a lo largo de todo este tiempo. Dentro del mundo pasional logroñés nos hemos encontrado, como no podía ser de otra manera, con hermanos que han pasado la enfermedad; unos la han superado, otros han sido vencidos por la misma y descansan ya en los amorosos brazos de Dios.
Todos hemos oído y visto como mucha gente del citado sector se quejaba de los pocos medios con los que ha contado para enfrentarse a su trabajo; con la ausencia de los famosos EPI’s, que si hay mascarillas o no, etc. Buceando es pastoralsj.org he encontrado un texto que, sin poder compararse, si puede dar lugar a cierta comparación. No siendo largo, es profundo, muy profundo. Solo el título es indicativo. Nacho Narváez, sj, nos cuenta la suerte de los liquidadores de Chernobil y las palabras de Francisco acerca de la posibilidad de cambiar el mundo, por supuesto, desde Jesús.  
Dejo una foto del paso titular de la cofradía del Descendimiento de Cristo de Logroño en recuerdo de Isabel y Victoria, dos Hermanas de la citada cofradía fallecidas en esta pandemia.
LOS LIQUIDADORES DE CHERNOBIL.
Pareció un relámpago. Una luz brillante y silenciosa iluminó durante unos segundos el cielo de Prípiat la madrugada de aquel 26 de abril de 1986. Pero era extraño: aquella noche la temperatura era agradable y apenas había nubes en el cielo. Ese destello blanquecino, de color lechoso, había durado más de la cuenta. Sería el relámpago de alguna tormenta de primavera. Además, eran casi la una y media. Había que dormir.
Los 50.000 habitantes de Prípiat no se preocuparon mucho. Por aquel entonces la ciudad se preparaba para la festividad del 1º de mayo, una de las fiestas más populares en la Unión Soviética. Todo estaba casi listo: el desfile de los trabajadores, el homenaje a los veteranos de la Gran Guerra, la representación teatral organizada por los alumnos del instituto… Por si fuera poco, ese mismo día se inauguraba el parque de atracciones local, todo un orgullo para sus habitantes.
Prípiat no era una ciudad cualquiera. Construida en 1970, nació junto a la central nuclear 'Lenin' para albergar a los constructores, trabajadores e ingenieros de ésta. Era una ciudad tremendamente joven: la edad media era de 26 años. La natalidad era altísima, casi 1000 niños nacían cada año. La ciudad contaba entonces con un cine, un hotel, gimnasios, piscinas y varios restaurantes, un verdadero lujo para cualquier ciudad soviética de la época. Todo limpio, ordenado, moderno, joven, eficiente. La central nuclear y la ciudad: un éxito socialista.
Pero los habitantes dormían sin saber que a menos de dos kilómetros el reactor número 4 de la central nuclear saltaba por los aires. La radiación equivalente a 500 bombas de Hiroshima estaba convirtiendo el aire en puro veneno. A la 1:24 de la madrugada lo que pretendía ser una sencilla prueba de seguridad provocó una explosión que destapó la cubierta de uno de los reactores de la central. Pocos minutos después comenzaron a llegar bomberos de toda la región para frenar el desastre. Había que intentar parar el fuego para que el reactor nº 3 no estallara también. Horas después consiguieron apagar el fuego. Algunos bomberos comentaban extrañados que «el aire sabía a metal». Muchos murieron días después. El resto falleció a lo largo de dos semanas debido a las enormes dosis de radiación recibidas.
Al día siguiente todo debía parecer normal. Los colegios no cerraron y la gente siguió con su vida habitual. Las autoridades soviéticas, acostumbradas al hermetismo y a la censura, tardaron 36 horas en iniciar la evacuación de Prípiat. La única razón la dieron con un breve comunicado por la radio local: «situación insatisfactoria». Nada más. La URSS mostró una vez más su poco respeto por la vida humana, el desprecio que sentía ante sus ciudadanos, simples peones al servicio de un régimen totalitario. Hasta tres días y medio duró la evacuación. Mientras tanto, los habitantes de Prípiat recibían dosis de radiación tremendamente elevadas.
Seguidamente, el gobierno de la URSS convocó a miles de personas para ayudar a paliar las consecuencias del accidente. Fueron 600.000 personas. Los llamaron 'liquidadores'. Una cantidad veinte veces mayor con la que Napoleón partió para la conquista de Egipto. Seis veces más grande que los soldados aliados que desembarcaron en Normandía. Esa multitud estaba en su mayoría compuesta de soldados, pero también había muchísimos voluntarios: médicos, trabajadores, científicos, campesinos, mineros –miles–, estudiantes, policías, etc. Muchos de ellos iban con la esperanza de recibir alguna compensación económica o laboral. Otros, la gran mayoría, llegaron desde toda la Unión Soviética con el único objetivo de salvar a su país de la catástrofe nuclear.
Aseguraron el edificio del reactor 4, limpiaron el área de basura radiactiva y construyeron el sarcófago que aún cubre gran parte de la central. Realizaron un trabajo mortal: hoy día se discute el número de víctimas, pero se calcula que de las 600.000 personas antes mencionadas, 60.000 murieron, mientras que 160.000 quedaron inválidas para siempre.
32 años después un sacrificio de este tipo nos puede parecer absurdo. Inexplicable. Ir a un lugar peligroso, con ridículas protecciones de papel y tela, con la única intención de ayudar a tu gente –a tu país– puede parecernos un acto estúpido. El desastre atómico de Chernóbil generó un milagro: en medio de un sistema dictatorial y en el contexto de un accidente nuclear la vida apareció con una fuerza arrolladora. Vida que se dio a sí misma. Hasta las últimas consecuencias.
El Viernes Santo del pasado año el papa Francisco pronunció estas palabras «A pesar de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes sobre la tierra, en Jesús se ha inaugurado ya el orden definitivo del mundo». Hoy día, muchas noticias nos hacen ver que todo está perdido: que la muerte, el egoísmo y la violencia son la tónica habitual de nuestro tiempo. La imagen de los 'liquidadores', con su escasa protección, luchando sin descanso contra la radiación en un acto casi suicida nos recuerda que, 2000 años después, el amor y la vida siguen siendo mucho más fuertes que la muerte.



miércoles, 13 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: PODER BLANDO.

Lavatorio de los Pies.
Puerta de la Basílica de San Zenón, Verona. Siglo XI
 
 
Durante la pandemia y estos primeros días de desescalada y de primeras fases, hemos asistido con espanto y casi con horror al lamentable y dantesco espectáculo de los políticos españoles, sean del color que sean, peleándose, como no podía ser de otra manera. Pero no, como se podía suponer, por poner coto a la pandemia que se ha llevado por delante a una cantidad de personas que a principios del mes de marzo nadie pensaba que pudieran fallecer.
No, se peleaban, se pelearon y se pelean por los beneficios y réditos políticos que pueden sacar; desde los que intentan tejer redes de clientelismo, la vieja oligarquía vuelve, a los que supuestamente piensan en nosotros, pero dejan a nuestros ancianos a su suerte en las residencias al destino que les aguarda por parte de esta supuesta “sociedad del bienestar”
A cuenta de ello, Jaime Tatay, sj y en pastoralsj.org, nos deja un escrito acerca de la fuerza del poder blando, frente al poder duro del palo y zanahoria que el hombre ha padecido, padece y padecerá, aunque todos los políticos que lo ejercen simulen interesarse por nosotros y se les llene la boca hablando de eso, del “pueblo” al que, supuestamente, dicen servir.
Y que mejor ejemplo de poder blando que Jesús lavando los pies a sus discípulos. Rey que se abaja y sirve a los demás. Que elige servir y amar en todas y cada una de las encrucijadas de la vida. Jesús, que en este signo el Jueves Santo, plasma y muestra un amor total por los demás. Jesús, que se da y entrega para que el otro (nosotros) viva. Y que mejor ejemplo que el relieve de la Basílica de San Zenón de Verona. Realizada en bronce y asentada en madera, las dos puertas muestran relatos del Antiguo y Nuevo Testamento. Esta escena es de la puerta derecha. Todos los paneles son del siglo XI, unos de los maestros sajones de Hildesheim y otros de artistas locales de Verona, llegando incluso a adjudicarlos al mismísimo maestro Benedetto Antelami.
PODER BLANDO.
Cuentan que en 1935 Stalin respondió sarcásticamente a la petición del embajador francés de poner fin a la persecución religiosa en Rusia con una pregunta: «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?» La reacción de Stalin, salvando las distancias, no fue muy distinta de la de Herodes, quien, veinte siglos antes, formuló una pregunta similar ante la pretensión mesiánica de Jesús: «¿Dónde están tus hombres si eres rey?»
Aunque las preguntas de Stalin y Herodes no son tan irónicas como parecen. La mayoría de los representantes políticos y líderes militares de la historia han identificado el poder con la fuerza de las armas y del dinero. Como recomendaba Maquiavelo a los príncipes italianos de su época, «más vale ser temido que amado». O como escribió Quevedo en uno de sus famosos poemas, «poderoso caballero es don dinero». Porque hay dos cosas que todos tememos: la violencia física y la ruina económica.
Varios siglos después, uno de los grandes estudiosos de las relaciones internacionales, Joseph Nye, denomina este tipo de poder militar y económico –el tradicional poder del palo y la zanahoria, de las amenazas militares y las sanciones económicas– como
poder duro.
Ahora bien, junto a este primer tipo existe otro que puede ser tanto o más importante para conseguir aquello que se desea, el poder blando. Un país puede lograr mucho de lo que busca si hace que los demás admiren sus valores, aspiren a su nivel de prosperidad, sueñen con su apertura y emulen su ejemplo. El poder blando es un tipo de autoridad que renuncia a la fuerza y a la coerción, optando por la atracción y la seducción. Todo gran imperio o superpotencia, para llegar a serlo, ha tenido que aprender a administrar ambos tipos de poder.
Esta sutil distinción aparece también en el evangelio. Durante su vida apostólica, muchos de los seguidores que habían sido atraídos por el predicador de Nazaret quedan decepcionados al comprobar que su plan no era el que ellos esperaban. Por eso, los anuncios de la pasión que anticipan la Pascua resultan intolerables a oídos de los discípulos. «Mi Reino –afirma Jesús– no es de este mundo». «Mi poder –nos sigue advirtiendo siglos después– no es del tipo que pensáis».
La renuncia a la violencia y a la fuerza de los primeros cristianos refleja el pacifismo radical del mensaje evangélico, pero muestra algo todavía más importante: la fe en el poder blando del mandamiento del amor. Tanto es así que el poder seductor de la fe no solo posibilitó su supervivencia en medio de las persecuciones; acabó convirtiendo el cristianismo en la religión oficial.
Como creyentes, a la luz de la experiencia pascual, estamos llamados a preguntarnos por el sentido del poder. Haciéndolo, comprenderemos mejor el funcionamiento del mundo, nuestra historia y la lógica del evangelio. En las últimas décadas se ha popularizado el término
empoderar para expresar la necesidad de incorporar a personas o colectivos tradicionalmente marginados en la toma de decisiones. Para el cristiano, sin embargo, el mayor acto de libertad consiste, paradójicamente, en desempoderarse, dar un paso atrás y renunciar al ejercicio del poder. Porque, a la larga, ese ejercicio blando del poder resulta enormemente poderoso.
Esa es la gran lección de la Pascua.


domingo, 10 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: ¿QUIÉN QUIERE VIVIR PARA SIEMPRE?

Jesús en Galilea. Jerzy Duda Gracz
Vía Crucis. Santuario de Jasna Gora. Czestochowa

 
A la hora de escribir estas líneas, parte de la población española, si se cumplen los planes orquestados por las personas que gestionan nuestra sociedad, debiera empezar el proceso de desescalada del confinamiento, pasando de la fase 0 a la fase 1. De igual modo, este pequeño foro comienza su desescalada. Desde el pasado dieciocho de marzo y diariamente durante cincuenta y cuatro días, se ha dejado un escrito, algún poema todo ello acompañado de fotografías, casi todas de la ciudad de Logroño. Aun así, nos hemos asomado a Zamora, Valladolid, Sevilla, Alicante, Cluj en Rumanía o hemos pasado por Polonia con el impresionante Vía Crucis de Jerzy Duda Gracz del Santuario de Jasna Gora en Czestochowa.
Comenzamos también, desde 12 Portadores, la fase de desescalada, rebajando las publicaciones a dos semanales. Se intentará que sean miércoles y sábados, intentando recuperar en parte el sentido inicial de “la Semana Santa de Logroño desde la calle”, pero sin olvidar que la pandemia la seguimos teniendo y que pasará a cobrar protagonismo en el devenir del blog.
Dejo un escrito de José María Rodríguez Olaizola, sj acerca de la posibilidad de detener el envejecimiento. Escrito en 2017, cobra actualidad ahora mismo en plena pandemia donde el tema de la muerte, duelo y despedida de los seres queridos fallecidos ha cambiado radicalmente, como hemos plasmado ya en este blog. Se acompaña, como siempre se ha intentado, de una imagen que, desde el punto de vista cristiano, ilustre el tema. En este caso vemos a Jesús en Galilea tras la resurrección, al aparecerse a los discípulos, nuevamente de la mano de Jerzy Duda Gracz en el Vía Crucis del Santuario de Jasna Gora, en Czestochowa.

¿QUIÉN QUIERE VIVIR PARA SIEMPRE?

Estamos a punto de conseguir una inyección que paralizará el envejecimiento. ¿Cómo se te queda el cuerpo al oír esto? Pues esto es lo que afirma Aubrey de Grey, quien dice que «el fin del envejecimiento está ya cerca»
Había una canción de Queen «Who wants to live forever?» que formaba parte de la banda sonora original de la pelicula «Los inmortales». La película, además de aventuras, ofrecía una reflexión sobre la inmortalidad, y la voz desgarrada de Freddie Mercury expresaba la impotencia y el dolor de una eternidad solitaria. ¿Quién quiere vivir para siempre si el amor debe morir? Viene esto a mi mente porque leo una entrevista con Aubrey de Gren, gerontólogo e investigador de Cambridge, que está hablando sobre la posibilidad de detener el envejecimiento. La entrevista completa  estremece, interroga, desasosiega. No sabe uno si este que habla es un vendedor de humo, un chiflado o un científico que esté a punto de dar un paso trascendental en el desarrollo de la medicina. ¿Se puede parar el envejecimiento? ¿Se puede detener a la muerte hasta que nos cansemos de vivir? 
Aubrey de Gren habla de la vejez como camino de sufrimiento, y señala que si se puede detener, mejor. Y, sin embargo, uno imagina ese mundo de eterna juventud y no parece todo tan radiante. De hecho a mí me parece más un mundo de pesadilla. ¿Qué problemas surgirían? ¿Qué horizontes? ¿Vivir hasta que nos cansemos? ¿Puede una eternidad de lo mismo convertirse en condena? ¿Cuándo la lozanía y alegría de vivir darían paso al aburrimiento y el hastío? ¿Convivirían innumerables generaciones de una misma familia? ¿En qué año habría que detener el "crecimiento"? ¿Y la superpoblación, no se convertiría en una tragedia? ¿O habría que arbitrar una edad para morir -eternamente joven, eso sí-? ¿Te imaginas tener la misma edad física que tus padres, y tus abuelos, y tus hijos, y tus nietos? ¿No hay algo terrible en ello? ¿Queremos jugar a ser dioses? ¿O son mis reticencias solo el prejuicio de una mente estrecha incapaz de disfrutar con las posibilidades de esta vida de aquí?
El caso es que yo, prefiero ir poco a poco, gastándome, y que cuando llegue al final, sea cuando sea, haya sido capaz de darlo todo. 



sábado, 9 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: EL DUELO.

Cristo Resucitado, Soria
Miguel Ángel Tapia, 2006.
 
Estamos viviendo un tiempo donde todo en lo que se basaban nuestras seguridades ha cambiado por no decir desaparecido. Cambian nuestras costumbres, cambian nuestros modos de trabajar, cambian nuestros modos de interrelacionarnos, cambia nuestra manera de socializar, aunque cueste adaptarse.
Una de las cosas que ha cambiado y de manera chocante ha sido la manera de vivir la muerte. La soledad en que está muriendo la gente afectada de este virus; el no poder despedirlo ni en el cementerio ni en las celebraciones que cada familia considere, el hecho de casos de incineraciones, por ejemplo, en Teruel de fallecidos en Madrid dos semanas antes. Todo cambia y cuesta admitirlo.
Clara de Juan Bañuelos, en pastorasj.org nos habla de su experiencia particular a la hora de vivir el duelo. Lectura muy recomendable para reflexionarla y acercarnos y empatizar con todas aquellas personas que les está tocando vivirlo.
Os dejo una imagen del Resucitado que procesiona por las calles de Soria el Domingo de Resurrección. Obra del vallisoletano Miguel Ángel Tapia y realizado en 2006, muestra cómo, para los cristianos, los duelos, la muerte, todo, estalla de alegría con la Resurrección.
EL DUELO.
Hace unos años falleció mi abuela. Para poneros en contexto, fue una de las personas con más peso en mi vida. Cinco años antes de morir, cayó enferma y se convirtió en esa persona que cuidas con mucho mimo, no se vaya a ir y te deje solo. Porque los pilares fundamentales cuesta que se vayan, a ver con qué sostienes tú si no una casa. Y todos y cada uno de esos días, cuando el susto viene a tu casa y te avisa que estar aquí es cosa de abrir y cerrar de ojos, sabíamos que podía ser el último pero bien justificado: toda su larga vida pasada, bien vivida y bien amada. A pesar de eso, pensaba en ese último día muchos días antes. Por miedo, quizás, o por saber cómo podría reaccionar. No lo sé. Pero lo pensaba y se me abría el corazón. Y lloraba. Y pensaba que ese día moriría un poco con ella.
Y llegó un día en que tanto ella como su cuerpo dijeron que para qué más si ya lo había sido todo. Y lloré mucho, pero menos de lo que pensaba. Aunque llorar no signifique nada obligatoriamente, en mi caso siempre supone una manera de vaciarme un poco por dentro. Sin embargo, sentí paz. Fue extraño pero fue así. Y agradecí a Dios de corazón su vida y el regalo que fue tenerla.
Y desde entonces hasta ahora, por todas estas vivencias que se llevan tu vida, la pisotean y te la devuelven arrugada, sucia de barro y polvo, he podido analizar, asumir y respetar las distintas formas de duelo que se adoptan ante la peor de las adversidades.
El duelo se ha llegado a convertir en algo criticable si no se lleva como uno cree que debiera hacerlo. Vivimos en un mundo en el que se vulgarizan los sentimientos tanto que llega un momento en el que todos debemos padecer por igual y en la misma proporción pese a ser diferentes, haber recibido distinta educación y ser incapaces de querer todos por igual (porque eso también es propio de la condición humana). Pero es que el duelo es un mecanismo de defensa del corazón para poder salir a flote. Achicar el agua que nos ahoga por medio de las lágrimas. O tal vez no. Tal vez te bloqueas. Tal vez no reaccionas y prefieres seguir viviendo a la luz del día, porque el dolor lo vives en la intimidad de la noche cuando todos duermen o procuran hacerlo.
El duelo es una de las reacciones más personales e irrefutables que existen. El duelo es la adaptación del alma al cambio. El duelo es supervivencia. Y tal vez una manera de comprender que amar es tan complejo como dejar ir pero que el amor permanece siempre para mantenernos en pie.

viernes, 8 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: CUARENTENA A DOS RITMOS.

Cristo Yacente.
Gregorio Fernández. Valladolid.
 
 
Acabando el confinamiento o abriendo un poco la mano sobre el tema, es el momento de seguir alerta, ya que el virus sigue vivo, pululando por el aire e infectando a personas; aún así, es el momento de sacar conclusiones sobre este episodio que nos ha tocado vivir. Lucía Platero, en pastoralsj.org nos acerca otra visión de los ritmos de la cuarentena. Como no podía ser de otra manera, las vivencias son únicas y personales y cada uno sabe lo que le ha tocado vivir.
Desde un punto de vista cristiano, de vivencia de la fe, no es más que otro episodio más de nuestra vida; un pequeño toque de atención del cual extraer consecuencias. Dejo una foto de los mejores ejemplos de imaginería pasional realizada por “el maestro”, Gregorio Fernández. El Yacente, modelo en el que luego se inspiraron muchos artistas. Ante la visión de un cuerpo destrozado, torturado y muerto, se pueden tomar dos caminos. El “todo se ha acabado” o “fue bonito mientras duró” y los que ven o presienten en esas formas la resurrección, la vuelta a la vida. El patetismo de los ojos entreabiertos, como la boca, es el camino a elegir. Muerte o vida. La opción es, como siempre suele suceder, de cada uno, y tomada con total libertad.
CUARENTENA A DOS RITMOS.
Hace unos días me decía un amiga: «En esta cuarentena va a haber dos grupos: los que se aburren en sus casas y a los que les ha pasado alguna tragedia». Lo estuve pensado, y es evidente que habrá distintas vivencias ante esta situación, sí, pero no de esta manera.
Lo que está pasando en el mundo es una tragedia para todos. Una tragedia que ojalá no volvamos a experimentar. Pero, a su vez, una oportunidad, única e irrepetible, que quizá no volvamos a vivir. ¿Cuándo en la vida vamos a tener un parón tan bestia en nuestros frenéticos ritmos de vida que no se abstrae de esta sino se fusiona con ella? ¿Cuándo en la vida vamos a sentir tanta incertidumbre ante el futuro.
Personalmente, me está resultando una cura de humildad ante el ficticio control que el mundo actual nos hace creer que tenemos sobre nuestras vidas. ¿Cuándo en la vida volveremos a experimentar en primera persona lo que en otros países es el pan de cada día? Y muchas otras preguntas que nos pueden surgir…
Por tanto, los dos grupos en los que creo que se puede dividir la vivencia de esta cuarentena son: el grupo de la gente que quiere que esto pase cuanto antes para volver a sus vidas normales y el grupo de la gente que sacará algo de esto. De verdad, ¿quieres salir de esta igual que como entraste? Yo me niego.


jueves, 7 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: ESCUCHAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Virgen de la Amargura.
Cofradía de Jesús en su Tercera Caída.
Ramón Abrantes, 1959. ZAMORA
 
 
Vivimos lo que parece ser ya los primeros momentos de apertura desde el quince de marzo. Parece que los primeros síntomas de mejoría en la pandemia, se reflejan en cesiones por parte de los gobernantes de parte de los derechos a los que hemos tenido que “renunciar” más o menos voluntariamente en función del bien común de la sociedad en la que vivimos.
Uno de los aspectos que hemos practicado durante estos días de encierro, ha sido el  de la escucha. ¿Hemos escuchado o hemos oído? La escucha atenta, seria, que nos permita discernir y plantearnos la realidad desde una correcta perspectiva. Pablo Guerrero, sj. Nos habla de los diferentes tipos de escucha a cuenta de la pandemia; pero no solo para tiempos excepcionales, si no para ser receptivos a los diferentes tipos de mensajes que, diariamente, recibimos.
Que mejor imagen nos puede mostrar la actitud de escucha que María. María que dijo sí a Dios cuando este se le presentó en su vida y le mostró su plan para élla; María, “que guardaba todas esas cosas en su corazón”; María, que siguió a Jesús en la Pasión sin acabar de comprender las razones de la misma; María que se encontró con su Hijo en la Vía Dolorosa y lo vio cargado con la cruz; María que recibió en sus brazos el cuerpo torturado y muerto de su Hijo; María que experimentó Pentecostés. Imagen de la Virgen de la Amargura de la zamorana cofradía de Jesús en su Tercera Caída, obra realizada en 1959 por el artista zamorano Ramón Abrantes
ESCUCHAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA.
«Los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar el corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar a un ruiseñor». (Harper Lee)
Puedo estar equivocado, pero si algo me ha ido enseñando la vida es que, en toda relación humana, es más importante escuchar que hablar. No se establece un diálogo mejor por el mero hecho de inundarnos de palabras. Esto está muy claro en la oración. No es mejor oración la que se nos llena de palabras... No deberíamos de llenar la oración de palabra «nuestra», sino de escucha de la palabra de OTRO. En la oración, como en toda relación humana, necesitamos una escucha que busque entender, comprender, ser consciente, entablar y consolidar relación, caminar hacia la verdad, construir puentes…
Estamos atravesando unos tiempos que precisan de nosotros escuchar tanto a los que piensan como nosotros como a los que están en nuestras antípodas ideológicas, religiosas, culturales, etc. Son tiempos para leer más de un periódico, sintonizar más de una emisora de radio, más de una cadena de televisión, más de un sitio web… Son tiempos en los que estamos invitados y urgidos a ponernos en disposición de escucha. Pero no todo lo que llamamos escuchar lo es auténticamente. Existen, a mi juicio, al menos cuatro talantes de escucha, cuatro modos de escuchar. En verdad, solo el último merece tal nombre.
En primer lugar tenemos la
escucha fundamentalista. Se trata de una escucha blindada, es la de aquel que tiene la respuesta a todas las preguntas. Su esquema mental está cerrado y es el único válido. Lo diferente es peligroso, malo, inútil, falso... No hay lugar para el cambio, para la interpretación. Los que piensan de modo diferente son herejes, heterodoxos, o peor aún, 'modernistas', o 'fachas', o 'antipatriotas', o 'vaya usted a saber qué'.
En segundo lugar podemos considerar la
escucha acrítica. Es la del discípulo hacia su gurú, o la del pelotas que quiere medrar ante su superior. Se 'disuelve' la personalidad del que escucha en la del que habla (y manda). Se acata... La única actividad es incorporar el pensamiento de otro: «ya me dirá el padre, o el líder de mi partido, o mi jefe, o mi columnista favorito lo que es verdad y lo que no».
Una tercera manera es la
escucha ideológica. Usamos este modo cuando escuchamos para responder, no para comprender. Significa que no estamos realmente interesados en la opinión del otro, sino en lo que le vamos a contestar; no recibimos verdaderamente lo que está diciendo; no dejamos terminar. Ya tenemos la respuesta antes del final de la pregunta...
Y, finalmente,
la escucha vulnerable. Es la de quien se deja 'afectar' por lo que la otra persona dice y es... No es tanto una comunicación de «cabeza a cabeza», sino más bien de «corazón a corazón». Intento ponerme en su piel. Dejo que me llegue. [Así es la escucha en la oración, porque la comunicación de Dios es interpersonal. Es de corazón a corazón]. «Uno no comprende de veras a una persona hasta que considera las cosas desde su punto de vista... Hasta que se mete en el pellejo del otro y anda por ahí como si fuera el otro». De esta manera intentaba explicarlo Atticus Finch a su hija Scout en la inolvidable Matar a un ruiseñor.
En tiempos de pandemia sería bueno buscar lo que tenemos en común en lugar de subrayar –desayuno, comida y cena– aquello que nos separa. Nos estamos jugando demasiado personal, comunitaria, global y también eclesialmente como para permitirnos el lujo de no escucharnos.


miércoles, 6 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: LA FUERZA DEL NOSOTROS

Cristo Resucitado. Miguel Ángel Sáinz
Parroquia  Nuestra Señora del Carmen
LOGROÑO.
Ahora que parece ser que empieza la famosa “desescalada” del confinamiento a que nos hemos visto sometidos todos y cada uno de nosotros, es un buen momento para reflexionar sobre “el nosotros” como sociedad frente al “yo”, individuo que, normalmente, se antepone al nosotros. Se ha dicho hasta la saciedad que nada volverá a ser como antes, que seremos otro tipo de sociedad y cosas por el estilo. Recientemente escuché a un comentarista radiofónico que decía que sí, que los primeros diez días y que, pasado un mes, todo volverá a ser como antes.
 
Javi Collado, en pastoralsj.org nos acerca a la fuerza del nosotros. Y, como buen seguidor de Jesús y soñador, apuesta por que hemos vencido al frentismo político, al yo, al ser el primero. Idea que todos compartimos pero que es difícil, muy difícil, de llevar a la  práctica. Para ello, que mejor que seguir a Jesús, desde una fe profunda, radical y, como ya hemos visto, pegada a la realidad que nos rodea. Para ello, que mejor imagen que Jesús en la cruz. En esta caso con la imagen del artista de Aldeanueva de Ebro Miguel  Ángel Sáinz que preside el altar principal de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Logroño. En esta iconografía, Jesús, aparece ya resucitado saliendo de la cruz. De la cruz, símbolo de tortura, aparece un nuevo tipo de vida, la propuesta por Dios a través de su Hijo. Del mismo autor otras dos imágenes con  el mismo motivo pero distintos materiales están en las parroquias logroñesas de San Pablo Apóstol y San José Obrero.
LA FUERZA DEL NOSOTROS.-
La política ha sido, desde que se acuñara en la Antigua Grecia, el arte de velar por los asuntos de la sociedad. El politikós griego era el hombre social, el hombre que vivía integrado en la comunidad y participaba de ella. Que nuestra política de hoy sea fiel a su definición etimológica es, desgraciadamente, mucho más discutible.
En nuestros días asistimos a un fenómeno que no es nuevo, pero que ahora nos asombra más. Siguiendo las declaraciones de los principales líderes, uno no puede sino advertir continuos intentos por hacer del servicio a todos, algo propio; de lo que deberían ser discursos dirigidos al ánimo de todos, proclamas redactadas para atraer la atención sobre mí; de lo que debería ser crítica constructiva por el bien común, intentos por posicionarme yo mejor que tú; de lo que debería ser un esfuerzo común, una batalla por ser el primero y, así, el que no sirve.
Nada de esto es nuevo, ciertamente. Vivimos acostumbrados a que la política española sea un 'yo' continuo donde se debería entonar un 'nosotros, vosotros y ellos', un 'todos' propio de quien se sabe servidor del grupo. Sin embargo, hoy esta actitud nos extraña más, y no es solo porque sea tiempo de arrimar el hombro y no de restar. Esta pandemia nos ha transformado como sociedad y nos ha hecho aprender a pensar en plural a base de esfuerzo y solidaridad. El egoísmo de muchos se quedó fuera cuando nos encerramos en casa anteponiendo el bien de todos a los intereses de cada uno, y después estalló el descubrir a los cercanos en esos de los que antes estábamos tan lejos, el agradecer a desconocidos que siguiesen jugándose el tipo por nosotros, el experimentar que no todo estaba perdido, sino que la comunidad resurgía donde el confinamiento amenazaba con aislarnos. Este es el gran cambio que parece haber tenido lugar solo en los salones, balcones y terrazas de los ciudadanos, porque los representantes públicos no muestran síntomas de haberse contagiado.
La política de frentes ha quedado desfasada por una población que ha tapado las trincheras y ha salido al encuentro de los otros, salvo excepciones. La amenaza que no distinguía de clases ni ideologías nos ha movido a proteger a los que más queríamos y valorábamos y con ello hemos acabado protegiendo incluso a aquellos con los que no teníamos ninguna afinidad. Hemos descubierto que, como en la vida en general, no podemos salvarnos solos, y ahora nos cansa el monólogo de los que creen que el objetivo de todo es conseguir salvarse ellos mismos y algunos de los suyos.


martes, 5 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: BAJAR Y SALIR A LA REALIDAD.

La Transfiguración
Marko Ivan Rupnik, Cluj, Rumanía.
 
En la Diócesis de Calahorra y La Calzada- Logroño y desde Pastoral Juvenil se viene realizando una “peregrinación virtual” a Tierra Santa. Inicialmente pensada solo para jóvenes de esta Diócesis, como reza el dicho “los caminos del Señor son inescrutables”, el éxito ha sido arrollador; más de dos mil quinientos inscritos, de otras Diócesis, de otros países, de otros continentes, sobre todo América.
En la etapa 5 llegamos al Monte Tabor, lugar donde, según la tradición, ocurrió la Transfiguración de Jesús. Os dejo el escrito que se hizo llegar a los “peregrinos”. Merece la pena leerlo y, sobre todo, practicarlo, y más en estos tiempos de pandemia, donde la realidad, una vez más, ha superado a la ficción. Para ilustrarlo, dejo un mosaico del mismo motivo localizado en la localidad de Cluj, Rumanía; Elías, Moisés, Jesús, Juan, Pedro y Santiago aparecen de la mano de Marko Ivan Rupnik, jesuita, sacerdote y artista famoso por sus mosaicos y del que en la Diócesis riojana tenemos la suerte de poder contemplar su maestría en la cripta de la concatedral de Santo Domingo de La Calzada.
DEL QUE BIEN SE ESTÁ AQUÍ
A BAJAR CADA DÍA A LA REALIDAD.
 Ponernos en el lugar de Jesús, en ese momento de transfiguración, de luz, de felicidad. Y también en ese anuncio de su muerte en Jerusalén, sin quedarnos dormidos. Podemos decir que la vida cristiana es una experiencia a dos tiempos: es un proceso de transfiguración en el que está presente el componente de entrega, de sufrimiento, de compromiso. Felicidad y esfuerzo, Tabor y Calvario. No podemos potenciar solamente una de las dos dimensiones. Los seguidores de Jesús aceptamos la vida en lo que tiene de dolor, esfuerzo, camino, pero sin añadir más dureza a la existencia. Después de la escucha, hemos de permanecer en el silencio ante el Misterio de lo que acontece y se desarrolla en la experiencia propia del Pueblo de Dios.
El santo arzobispo de El Salvador, Óscar Romero, desarrolló la sensibilidad de escuchar a Cristo y al pueblo. Ante de hablar, escuchaba a su pueblo. Pero no escuchó para paralizar sus opiniones, sino que las tomó en cuenta muy seriamente. Su última carta pastoral la escribió tras hacer un proceso de consulta con las comunidades cristianas. Así lo comenta él mismo: “Y a esto se junta la madurez de nuestra arquidiócesis, a la cual he consultado para escribir esta carta pastoral. Yo saludo en ustedes esa madurez, esa audacia, esa opción preferencial por los pobres, esa riqueza de ideas que ustedes me han dado en esa consulta” (homilía del 6 de agosto de 1979). Esta manera de proceder sigue siendo un desafío para la Iglesia hoy, y para cualquier cristiano que vive su fe en comunidad, en el ámbito familiar o laboral. Escuchar a los otros atentamente y tomarlos en cuenta.
Cuando no se toma en serio la realidad, el clamor de los pobres y la transfiguración del pueblo, la Iglesia puede caer en la tentación de quedarse “en las nubes”. El arzobispo Romero nos recuerda, igual que Jesús, que hay que “bajar”, para encarnarse en los problemas del pueblo y contribuir a transfigurarlo: “Es muy bonito vivir una piedad de solo cantos y rezos, de solo meditaciones espirituales, de solo contemplación. Ya llegará eso en la hora del cielo, donde no habrá injusticias, donde el pecado no será una realidad que los cristianos tenemos que destronar. Ahora, les decía Cristo a los apóstoles contemplativos en el Tabor, queriéndose quedar allí para siempre, bajemos, hay que trabajar” (homilía del 19 de noviembre de 1978).
Hay mucho camino que recorrer, mucho por hacer. No podemos quedarnos de brazos cruzados adelantando la gloria sin pasar por la cruz. No podemos desconectarnos de la realidad de cada día amparándonos en la “música celestial”. Con gran acierto lo expresa Luis Juanós, monje de Montserrat: “No hay cielo ni tierra prometida para los que viven en la nube de la autosatisfacción, ignorando a los demás, para los que suspiran por el cielo despreciando la tierra, y quieren llegar al cielo sin transformar el mundo rehuyendo el ruido de la vida cotidiana”.
Subamos, pues, al Tabor con Jesús para tener la experiencia de su gloria y así poder afrontar los desafíos del día a día en el duro camino hacia la cruz. Necesitamos instantes de transfiguración: contemplar su luz resplandeciente que venza nuestra mirada miope y gris. Luz que ilumine la oscuridad que a veces parece envolver la realidad y el transcurrir diario. Y luego bajar del monte, porque lo nuestro no es estar arriba sino abajo, no quedarnos en las nubes sino convivir y comprometernos con los peregrinos de la tierra (Fernando Cordero sscc).