CARTEL SEMANA SANTA LOGROÑESA 2025.
En el devenir de nuestra Semana Santa y desde hace unos años,
por no decir lustros, campa a sus anchas la famosa Ley de Murphy. Es decir,
“todo lo que puede ir mal, irá mal”. O, si hacemos caso al refranero español,
“si montas un circo, te crecen los enanos”. Vienen estos dos comentarios a
cuenta del cartel de la Semana Santa logroñesa 2025.
Para hablar del tema hay que tener en cuenta, por lo menos,
un par de premisas. No es el primer cartel que se encarga a un pintor. Si
miramos por la geografía cofrade española, cada año hay unos cuantos carteles
realizados por pintores. Santiago Bellido, por ejemplo, lo realiza este año
para Valladolid con el paso de Jesús Nazareno. El gaditano afincado en Dos
Hermanas, Juan Miguel Martín Mena ha hecho lo propio para la capital
malacitana, con la imagen de la “Novia de Málaga”, Virgen Coronada del Rocío,
que sigue al Nazareno de los Pasos, el Martes Santo por la tarde en su estación
de penitencia.
En segundo lugar, indicar que debe respetarse el resultado.
Siempre. Si eso no fuera así, por poner un par de ejemplos, igual a nuestra
ciudad de Logroño le pudiera llegar a faltar el Nazareno; solo hay que releer
las crónicas periodísticas respecto a la recepción de la población a la obra de
Narvaiza que no fue, precisamente, buena. Su modernismo, su marcado carácter post-conciliar
o el mismo significado simbólico del conjunto ideado por el autor no acabaron
de calar en la población y, a día de hoy, sigue despertando resquemores en
aquellos que lo ven por primera vez ; o, pudiera ser que quizá no se hubieran
aceptado las obras de la Flagelación o
el Cristo de Escolapios de Vicente Ochoa; la primera por su excesivo clasicismo
compositivo y figurativo y el segundo por no policromar la imagen, que es lo
que solía hacerse siempre en aquella época. Hoy día y pasados los años, los
logroñeses podemos estar orgullosos de las tres imágenes que, cada año, se
asoman a nuestras calles en la Semana Santa. Por otro lado, nadie niega al
autor su categoría como pintor. Ahí están sus obras y su larga trayectoria que
lo ampara.
Enlazan estas dos ideas con la polémica creada, para unos
artificialmente, para otros todo un ataque a la esencia y sentido de
“pertenencia de …”; no olvidar que cada cofradía es “una individualidad
colectiva”; repetir que se debe respetar el resultado, ya que ha sido el que el
artista ha querido dar. Por otro lado, es necesario, también recordar, que,
como decía el medievalista Enrique Gavilán refiriéndose al ritual procesional y
a la interacción actores-espectadores y a la expectación que origina en el público
las procesiones, en este caso el cartel, “esa expectación es … el ingrediente
esencial, el que empuja a los cofrades-actores a sentirse protagonista de una
ceremonia extraordinaria”.(1) Ceremonia en la que cada cofradía, siguiendo sus
propios rituales internos y cada cofrade, con sus rituales únicos y personales,
somos protagonistas de algo que, indudablemente, nos supera y sentimos como muy
propio. Por eso mismo, los gestores del cartel, igual, solo igual y esto es una
idea, debieran haber advertido al autor del pequeño-gran matiz, de poner a cada
cofrade con su hábito propio. Siguiendo este planteamiento y si se trata de
hacer un homenaje a la familia cofrade y entendiendo que se ha tratado de
plasmar pasado, presente y futuro, acaso ¿no hay cofrades que se lo merezcan
exactamente igual o incluso alguno puede que algo más, que los representados?
Quizá también, debieran haber avisado o explicado al autor
que es una cofradía, y, lo más importante, que es una procesión y las partes,
modelos y formas que conforman las mismas. Ya se ha hablado de los tres ríos
que la componen: el público, los cofrades y, finalmente y lo más importante,
los pasos, las imágenes que nos trasladan al primer Viernes Santo de la
historia y que, año tras año, rememoramos en las calles de nuestras localidades.
Sin duda, en este caso, el elemento más importante es el hábito con que nos
revestimos los cofrades, con su capuz. El cofrade renuncia voluntariamente a su
propia individualidad para pasar a ser parte de un colectivo, como es su
cofradía y el rito que se está llevando a cabo, la procesión. Procesión en la
que cada cofrade tiene un lugar establecido y todos son necesarios y hacen
falta. Si falta un hermano, la procesión cambia y es diferente; ni mejor, ni
peor, diferente. Quizá se le hubiera tenido que mostrar el carácter simbólico
de la misma. Caminamos con otros hermanos en el camino de la vida ayudándonos
unos a otros; por no decir que partimos del templo, altar (Dios), para salir
del mismo, caminar por la vida y regresar, nuevamente, templo, al altar (Dios).
Igual, solo igual, el cartel hubiera sido diferente. O no. Nunca
lo sabremos.
(1)Gavilán Domínguez, Enrique. “Cruce de miradas. Para una
teoría de las procesiones”. En VV.AA. Memorias de la Pasión en Valladolid.
Junta de Cofradías de Valladolid y Ayuntamiento de Valladolid. Valladolid,
2205, pág. 78