DECISIONES QUE SÍ ESTÁN EN NUESTRA MANO
Yo he venido para dar vida a los hombre y para que la tengan en plenitud.
Jn 10.10.
Es hace difícil escribir sobre la religiosidad popular en
nuestra iglesia doméstica riojana y logroñesa, sabedor que las
reacciones que suelen provocar estas líneas; y no precisamente de aplauso, que
no se busca, sino, tristemente, todo lo contrario. Recientemente decía el Papa
Francisco en su viaje a Myanmar de este año 2017 que “cualquiera
que sea su vocación, los exhorto: ¡sean valientes, sean generosos y, sobre
todo, sean alegres!”
Recordando la última Asamblea de nuestra Hermandad, me parece que a la alegría,
allí, ni estaba, ni se le esperaba.
Tomo prestado el título de esta entrada de un escrito
aparecido en pastoralsj@org . Pretende ser un pequeño toque de atención hacia
los cofrades de a pie. Aquellos que, día a día, semana a semana, mes a mes, año
a año y de una manera particular, individual, sin grandes aspavientos, con
sencillez, y con una manera de hacer y sentir anónima y desinteresada, son o somos los culpables, de que en la Semana Santa,
se haga presente en nuestras calles el recuerdo permanente de la pasión, muerte
y resurrección de Cristo a través, sobre todo, de las espectaculares imágenes que se nos han
legado.
Contempla la teoría del caos la posibilidad de que el aleteo
de una mariposa pueda desencadenar un huracán a miles de kilómetros. Es decir,
muchos actos pueden tener consecuencias que, en un principio pueden parecer imprevisibles.
Se pone el ejemplo de tirar un corcho en el nacimiento de un río; se sigue al
corcho y siempre se detiene en algún lugar; pero, antes de tirarlo ¿es
predecible el lugar donde va a acabar?
En nuestro caso y como cofrades, podemos decir que todos
nuestros órganos rectores parecen ser la excepción que siempre tiene toda
regla. Son o somos tan sencillamente previsibles que no hace falta ser un
experimentado conocedor del mundo cofrade logroñés y casi pudiéramos decir que riojano,
para apostar que nunca hay nada nuevo bajo el sol. Por eso mismo, no sorprende
que en las asambleas prenavideñas nada nuevo hay que comunicar que se salga del
más de lo mismo. Y como cofrade de a pie, se aprecia el olvido y la soledad en
que vivimos nuestro hecho existencial y cristiano de ser cofrades. Olvido por
parte de nuestros órganos rectores tanto de la realidad social que nos rodea,
como de la eclesial.
Realidad social: s. e. ú o., por ejemplo, ninguna cofradía de
nuestro entorno ha colaborado en la gran recogida de alimentos llevada a cabo
por el Banco de Alimentos el primer fin de semana de diciembre; cosa que en
otras partes de nuestro país, suele ser habitual.
Otros ejemplos, pasados, presentes y futuros. Oportunidades
perdidas fueron el Año de la Fe y el Año de la
Misericordia. Y no solo por las salidas extraordinarias que se vivieron
en otras partes de España, que también. Pero sobre todo, por el resto; por la
incapacidad para aprovechar la excepcionalidad y plantear algo más y diferente a
lo de siempre.
Futuro: la Diócesis
lleva desde septiembre de este año en Misión. Va a ser largo, ya que su
desarrollo parece ser que se extenderá durante un periodo de cinco años, como
mínimo. Y el mundo cofrade sin saberlo, por lo menos, por los cauces oficiales
que debieran hacerlo. Se dice que nunca vamos a la Iglesia por nuestro pie;
siempre “nos llevan”; en brazos en el bautismo, del brazo en la boda y a
hombros en el funeral. Pero para eso, claro está, debe existir quien lleve. Y,
como cofrades, el problema que tenemos es uno; los que nos tienen que llevar, por las razones que sean,
ni lo hacen ni, parece ser, lo harán en una larga temporada.
Por eso mismo, toman cada vez más importancia, “las
decisiones que sí están en nuestras manos”. Como ejemplo, y tal y como cuenta
Elisa Orbañanos en la columna de la que se toma el título, la de esos pilotos
alemanes que se han negado a despegar más de doscientos veces, para llevar con destino a
Afganistán, a demandantes de asilo político, rechazado en Alemania, del citado país. No
han estudiado todos los casos de las personas que devolvían a su país de
origen, pues no es su trabajo; pero si han puesto en peligro su puesto de
trabajo, su familia, por el simple hecho de
no llevar a unas personas a un futuro inseguro e incierto. Esto es un
efecto mariposa cuyas consecuencias si se han sentido a muchos kilómetros.
Tomemos ejemplo.
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