Hoy es la festividad de la
Santa Cruz en todo el orbe cristiano. Celebramos y volvemos nuestra mirada a la
Cruz, instrumento romano de tortura donde murió Cristo. Para celebrarlo, recojo
el texto escrito en pastoralsj.org por
Álvaro Zapata, sj, en mayo de 2018 a consecuencia de la decisión del gobierno
de Baviera de obligar a poner una cruz delante de todos los edificios públicos
de la citada región alemana.
Lo acompaño de una imagen aparecida en la prensa logroñesa en la Cuaresma de 1969, donde se ve al paso del Nazareno en el taller de su autor, en la antigua alhóndiga municipal logroñesa, sita en la actual calle Belchite. Que mejor imagen para venerar la Cruz que a Jesús portando en su hombro la CRUZ, con mayúsculas.
LA CRUZ NO ES UN ADORNO.
Si el titular es «los obispos alemanes contra la Cruz en los espacios públicos» (como
se ha podido leer hace días en algunos diarios), lo normal es que te
escandalice. O por lo menos te escame. ¿Cómo puede estar un obispo contra la
exposición en los lugares públicos de la cruz? ¿No se supone que tenemos que
defender nuestro espacio público, que cada vez parece más reducido?
Todo parte de la decisión del presidente de
Baviera de que la Cruz figure en la entrada de todos los espacios públicos de
ese territorio alemán. Pero te invito a que vayas más allá del titular. A que,
si el tema te preocupa, te lo tomes en serio y busques cuál es la raíz del
problema y por qué los obispos alemanes están reticentes.
La decisión del presidente de Baviera se
motiva en que «la cruz no es un símbolo religioso, sino el símbolo fundamental
de la identidad cultural del carácter cristiano-occidental», según sus propias
palabras. Y aquí está el problema para el episcopado alemán. Para ellos la Cruz
no sólo nos recuerda nuestra identidad cultural occidental, sino que es un
recordatorio esencial de quiénes somos, porque mirando a la Cruz, sabemos
quiénes somos. Lo que temen los obispos alemanes, en definitiva, es la
apropiación de algo tan sumamente importante para nosotros y su resignificación
como símbolo cultural. En palabras de Benedicto XVI, «tomar la cruz significa
comprometerse para vencer el pecado que obstaculiza el camino hacia Dios,
aceptar diariamente la voluntad del Señor, aumentar la fe sobre todo ante los
problemas, las dificultades y el sufrimiento». Ese compromiso es algo serio
para nosotros. Mucho. De hecho, sustentamos nuestra vida y nuestros deseos
sobre él. La Cruz no es un signo de que pertenecemos a una civilización, si no
signo del compromiso por el que hemos optado.
Lo que nos advierten desde el episcopado
alemán es que el presidente de Baviera no está asumiendo ese compromiso, porque
está buscando la reafirmación identitaria y cultural. Nos recuerdan que la Cruz es algo más serio que un adorno o una
seña de identidad para los que somos cristianos. Es el símbolo de la entrega total, generosa y
desinteresada al mundo. No es malo que nos lo recuerden alguna
vez. Piénsalo así cuando te la colocas al cuello por las mañanas, cuando la ves
en algún sitio público, cuando la tienes ante ti. Piensa cuánto de adorno es
para ti y cuánto de símbolo de tus opciones profundas para esta vida.
Álvaro Zapata, sj
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