Desde aquel ya lejano mes de septiembre de 2016
en que comenzaba su andadura este blogg, este momento iba a llegar. Cuatro años
después de su inicio, el que escribe estas líneas se enfrenta, por primera vez,
a la que según algunos, es la Semana Santa más importante y más famosa de toda
España y, me atrevería a decir, del mundo entero. Cualquier católico de
cualquier parte del mundo conoce, aunque solo sea de manera indirecta, el modo
y la manera en que celebra la capital hispalense la Semana más importante del
año para los seguidores de Jesús. Bien es cierto que la segunda entrada ya
versó sobre la sevillanización de la Semana Santa del resto de España, curiosa
realidad que sería necesario estudiar desde varios puntos de vista, en un
intento de entender sus razones, su desarrollo y sus consecuencias, tanto
positivas como negativas.
Entendiendo que acercarse a este tema es
complicado, he intentado no caer en lo que Pedro Bordalo y varios de sus
colegas han denominado como enfoque de la percepción social, anteriormente conocida
como la almendra de la verdad; vienen a decir que los estereotipos (todos los
españoles son toreros, por ejemplo) parten de hechos reales pero que, en
determinado momento, pueden ser exagerados e incluso llegar a presentar como
cosas muy diferentes e incluso opuestas a cuestiones nimias o carentes de una
real importancia. Esto lo vemos en el
hecho de que la Semana Santa celebra lo mismo en todos los sitios, y en uno de
los dos espacios celebrativos, el templo, es exactamente igual en todo el mundo
cristiano; por esa razón debiéramos dar el mismo valor al atado a la columna
venerado en la localidad riojana de Jalón de Cameros, obra del dúo Sebastián
del Ribero- Fernando de Ezpeleta, que al que procesiona por Valladolid salido
de la gubia del maestro Gregorio Fernández o la imagen realizada a mediados de los 70 para la
Hermandad de las Cigarreras sevillanas por el carmonense Francisco Buiza; lo
cual no es real, ya que hay grandes diferencias entre las tres imágenes, pero
representan lo mismo. El único cambio es el modo de celebrar en la calle; eso
sí es diferente en cada lugar. Sobra decir que no es lo mismo la Semana Santa
en la calle en Sevilla, que en Málaga, Logroño, Laguna de Cameros, Cornago,
Lorca o la Estación Linares-Baeza. Otro aspecto importante a la hora de
acercarnos a las diferentes Semana Santas es la experiencia de la lucha
templo-calle a la hora de la vivencia de la Pasión de Cristo en las diversas
ciudades y pueblos de España. Muchos aspectos que, por supuesto, se escapan
casi siempre y quedan solo para las personas que las viven en cada lugar.
Desde estas líneas se ha acercado a dos de las cinco
grandes; se ha hablado de Valladolid y Zamora. Quedan aproximaciones a
las otras tres grandes, Cuenca, Málaga y Sevilla. Las norteñas, quizá por
proximidad geográfica, se hacen más cercanas y fáciles de comprender que las
más alejadas del sur de España. Cierto es que el ombliguismo cofrade nos hace
no ver más allá de nuestras narices y, en muchos casos, ser incapaces de
apreciar lo de bueno que se hace en otros sitios y, a la vez, las cosas que
realizamos mal en nuestros propios lugares.
Desde la próxima entrada, con excepción de las
extraordinarias, cada domingo nos acercaremos a todas o casi todas las imágenes
que, en la citada capital andaluza, procesionan representando a Jesús con la
cruz a cuestas camino del Calvario intentando mantener el orden de salida de
cada Hermandad en su Estación de Penitencia.
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