Estaba
esta tarde pensando en la publicación pendiente desde el pasado domingo ya que,
por causas ajenas al que escribe, no se puedo hacer el trabajo la pasada semana
y en eso que lo vas dejando pensando que ya llegará la inspiración. Y uno se
acuerda de Picasso que dijo aquello de que “cuando me llegue la inspiración, que me
pille trabajando”.
Y,
casualidades de la vida, al abrir las redes, me ha llegado un aviso de
pastoral.sj donde José María Rodríguez Olaizola, a cuenta del encuentro-no
encuentro o como se quiera llamar entre Biden-Sánchez hace una lúcida reflexión
sobre él mismo.
Y
claro, observando desde la perplejidad y la incredulidad lo que este pasado fin
de semana ha acontecido en la capital cacereña donde se ha inaugurado la
exposición del rostro de Cristo en el arte sufragada en parte por todos los
habitantes de Logroño y en otra parte por los cofrades; unido ello al libro que
nuevamente he acabado de leer y recomiendo su lectura a todo el mundo, La imbecilidad es cosa seria del
filósofo italiano Maurizio Ferraris. Todo ello me ha llevado a plantearme si no
debiéramos leer el artículo que abajo se reproduce, desde el punto de vista
cofrade. Sin más. Animo a leerlo, reflexionar profundamente sobre todos los
peliagudos temas que plantea y, después, aplicar la situación cofrade que se
vive en Logroño. Cambiemos a Biden y Sánchez por .......
EL ESPAÑOL QUE SUBIÓ A UNA CUMBRE
Y SALIÓ TRASQUILADO.
Estamos muy tontos. Todos. Nos dedicamos a discutir si fue un
encuentro bilateral o un tropezón en el pasillo. Si fueron 50 segundos, o 18.
Si Biden puso cara de poker o de mus. Si da tiempo a hablar de tantos
temas mientras se atraviesan tan pocas baldosas. Nos dejamos entrampar en la
política propaganda, y como siempre, jugamos a estar a favor o en contra en
función de nuestra simpatía o antipatía por mister presidente, que una vez
más nos lleva a su molino. Porque el problema siguen siendo los temas de los
que no se habla. O en los que hemos dejado de pintar ni un solo trazo. Por
poner solo uno, el tema de Marruecos, el Sahara, y las migraciones... De eso
habría que hablar con las autoridades norteamericanas. Pero, ciertamente, no
mientras se roban fotos para el Instagram oficial. Es tan agotador este circo
en el que estamos metidos...

Antes, una
cumbre era un espacio para dialogar y pactar, para plantear temas con agenda y
objetivos concretos. Cabía la posibilidad de fracasar, pero al menos se había
intentado. Ahora parece que cambiamos las cimas por pozos de morralla. Quizás
siga habiendo ese tipo de cumbres, pero nosotros no las subimos. De hecho, no
pasamos de porteadores de campamento base.
Y mientras,
una vez más, los temas más urgentes sin afrontar. Ni los externos, en cumbres,
ni los internos, en nuestras calles. Las víctimas de nuestro mundo, sin voz.
Las grandes cuestiones de la agenda, discutidas en foros en los que ya no
pintamos nada. Los impuestos, esos sí que van escalando picos cada vez más altos.
De la luz, no hablamos. Los jóvenes, sin trabajo. La corrupción, endémica. Los
cargos a dedo, multiplicados. La clase media, cada vez más esquilmada. Las
fronteras, cerradas. El populismo, utilizado para conseguir polarizarnos.
Quizás sea
hora de descubrir nuestra pobreza. En el juego de tronos actual, somos tan solo
figurantes. No pintamos nada. Y es un aprendizaje interesante. No viene mal un
poco de humildad. Pero que no nos quieran hacer creer que somos los reyes del
mambo, cuando somos tan solo bufones desterrados del paraíso. Ya podemos
quitarnos el traje de imitación de alta costura que compramos en black friday,
y ponernos el mono de faena, para sudarlo mientras nos esforzamos un poco
más.
José María
Rodríguez Olaizola, sj