La religiosidad popular es la expresión de ese proceso
de inculturación que tiene la fe dentro de una
comunidad correspondiente.
Por eso es tan diversa en cada geografía y con
tantas corrientes a lo largo de la historia.
La religiosidad popular es el
colorido propio
que adquiere el catolicismo en
cada comunidad.
Ramón de la Campa[1]
Hace un tiempo apareció en las redes sociales una imagen
donde, desde la óptica del humor, se mostraba el recorrido que tuvieron que
hacer las tropas japonesas que bombardearon Pearl Harbor en diciembre de 1941;
el mapa, por supuesto, representaba nuestro mundo desde la óptica
terraplanista.
Pues en estos convulsos tiempos, en nuestra ciudad y quién
sabe si en otros sitios también, el terraplanismo y la lucha contra la realidad
parecen encontrarse a la orden del día. Y un ejemplo claro es las respuestas
que se dan en algunos ambientes cuando se menciona el proceso de
sevillanización desarrollado en determinados sectores del mundo pasional. Lo
cual llama la atención puesto que el sevillanismo, entendido como el intento de
emular el modo y la manera de vivir la Semana Santa en la calle tal y como se
hace en la capital hispalense, no es nuevo; lleva existiendo en este país desde
el siglo pasado. Y se podría considerar como ejemplo 1940; en dicho año se
funda en Madrid la Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos
de Nuestra Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza
Macarena. A partir de ahí, el camino estaba abierto y, desde entonces hasta
hoy, se han fundado, refundado, modificado, etc cofradías o hermandades interesadas
en ser más sevillanas que el Nazareno de Juan de Mesa.
La primera vez que leí seriamente sobre ello fue en 2014 en
un blog de cofrades de la ciudad castellano-manchega de Daimiel. A partir de
ahí, investigando, observé que dicho movimiento estaba presente en ciudades tan
dispares como la ya mencionada Madrid, Palencia, León, Zaragoza, Oviedo, por
supuesto Logroño y que se estaba introduciendo poco a poco en lugares como
Valladolid o Zamora sin, de momento, fructificar. Especial parece ser el caso
de la capital leonesa donde algunas de las agrupaciones musicales, sobre todo
las que no forman parte de ninguna agrupación pasional, son de marcado carácter
andaluz; a día de hoy, ese proceso de sevillanizacion, no ha alcanzado todavía
a “la puja”. Es curioso cómo, en congresos y encuentros nacionales de
cofradías, se palpaba, en determinados sectores cofrades, una gran preocupación
por este tema, no por el hecho de asumir como propio las formas pasionales sevillanas,
si no por que las consecuencias de esa copia, fueran la desaparición de las formas
propias de entender la pasión, muerte y resurrección de Cristo lo cual, desde
el punto de vista tanto cultural, como antropológico, sociológico y hasta
cristiano, se ve, se palpa, como un paso atrás y una pérdida del acervo
cultural, sociológico y antropológico propio. La crítica no se centraba en
absoluto por el modo de hacer lo importado, sino en la consecuencia de ello,
cuestión que, parece ser, se mantiene oculta ante los ojos del nuevo
talibanismo cofrade. Para ello, para comprender este tema y ponerlo en su justo
lugar es conveniente saber discernir y diferenciar entre tradición, costumbre y
rutina; incluso, en determinados momentos, será necesario establecer que
tradiciones son inventadas y cuáles no. [2]
Por otro lado, es notorio que la influencia de Sevilla, está
presente en toda España y en otros aspectos que no tienen que ver ni con la
carga ni con la música. No se puede olvidar, por ejemplo, que el actual hábito
penitencial caracterizado por el alto capirote, la túnica asotanada y el
cíngulo, son recogidos de la semana santa hispalense que los recupera en la
segunda mitad del siglo XIX. Curioso que zonas como Valladolid, Medina del
Campo o Zamora, con una impresionante imaginería y tradición pasional,
prefirieran este hábito antes que el que se usaba en la época barroca; dicho
hábito, a día de hoy se mantiene exactamente igual al antiguo en localidades
como Bercianos de Aliste, Villarrín de Campos, Medina de Rioseco o en los disciplinantes
de San Vicente de la Sonsierra.
No debe sorprender por tanto, que Daniel Cuesta Gómez,
cofrade segoviano, jesuita y recientemente ordenado sacerdote en la Catedral
vallisoletana, haya escrito un recomendable libro titulado “La Esencia. Lo castellano y lo andaluz en nuestra Semana Santa.
Valladolid, Sevilla y Segovia” [3]donde
estudia sobre todo el caso segoviano; incide en una teoría que puede ser
extensiva a otros lugares y, a la vez, explicar muchas de las cosas que suceden
hoy en día. Según comenta, la gran crisis cofrade se produce en el siglo XVIII
con el edicto de Carlos III sobre las procesiones de disciplina de 1777, con la
llegada de la Ilustración y recibe la puntilla con la Guerra de Independencia y
posterior desarrollo político del siglo XIX y los sucesivos procesos de
desamortización que se vivieron en España. Ello llevará a que pasada la mitad
del siglo XIX haya una profunda crisis cofrade en todo el país; por ejemplo, en
Logroño desaparecieron las dos cofradías existentes, quedando reducido el mundo
pasional a una sola procesión. Ese punto de crisis marcó, a la vez, el punto de
inicio de la recuperación a partir de la restauración monárquica de Alfonso XII
desde el año 1874.[4] Y,
siguiendo al autor segoviano, Sevilla y Andalucía se recuperaron antes y con
más elementos propios de cómo eran los fastos pasionales barrocos que el resto
de otras regiones españolas.
Incidiendo en el tema sevillanista, ya tratado por otra parte
en otra entrada de este mismo blog del año 2016, intentaré analizar algunas de
las consecuencias menos visibles pero que, gracias a ellas, consiguen que, poco
a poco, vaya calando en la gente, los cofrades, hasta acabar siendo admitido
como algo meramente normal. Tres aspectos, el lenguaje, la tradición y el
evolucionismo cofrade. Hay más consecuencias, que, posiblemente, sean tratadas
más adelante.
El primer punto, y muy importante, es el lenguaje. Vemos
como, poco a poco, se van introduciendo nuevas formas de hablar, denominar,
comunicarse. En este punto es casi
obligatorio mencionar a Jaime Buhigas, escritor
y conferenciante de filosofía, mitología y geometría sagrada. En una charla
titulada “La caridad al encuentro del
amor”,[5]
exponía la crisis que, según él, está asolando la comunicación interpersonal
dentro de las diversas sociedades actuales. Nos encontramos con una gran y
profunda crisis de las palabras. Se supone que las personas podemos
comunicarnos cuando entendemos, comprendemos y usamos un mismo código, en este
caso, el lingüístico. La fractura en el hecho dialogal aparece cuando las
palabras no cumplen con el cometido que tienen asignado, que no es otro que
transmitir una información; pero, de tal modo y
manera que el que pronuncia una palabra y el que la escucha, se refieren
a lo mismo. Y aquí, por poner un par de ejemplos, hemos pasado de “el paso
titular estará expuesto”… a hablar de “veneración pública del Señor de…… el
Señor se encontrará entronizado en su paso adornado y encendido a vela
presidiendo el altar”. Hemos pasado de “paso titular” a “Sagrados titulares”,
cuando la sacralidad de una imagen no la da el ser “las imágenes Sagradas que más devoción generan a los habitantes del
lugar”. Sin entrar a explicar la diferencia entre imagen de devoción y
escena narrativa o catequética, lo que podemos considerar como carácter sagrado
de una imagen lo asigna la unción; que no es otra cosa que “la capacidad que
tiene una imagen de acercar a la gente a Dios, de hacer empatizar con lo divino
y así,… abrir a quien la contempla y a quien ora ante ella la puerta de la
transcendencia” [6] Curioso
cómo a pesar de que la unción puede adquirirse rápidamente o con el paso de los
años, si uno mira las informaciones que en internet hay de cofradías de la
meseta sur y Andalucía, todas o casi todas las hermandades o cofradías, tienen
“sagrados titulares”. Y en Logroño, si hacemos caso a la revista que anualmente
se publica por parte de la Hermandad de Cofradías de la Pasión, o la página web
de la misma asociación, también. Hemos pasado, como si de una ceremonia de
madurez juvenil se tratara, de paso titular a “sagrado titular“.
El lenguaje es tan importante en la vida de las personas y en
las relaciones sociales que en muchos sitios el cambio del mismo puede dar
lugar a una newspeak o neolengua, tal y
como recoge magistralmente Orwell en su novela 1984. No se llegaría al efecto que cita el escritor de que “se
tenía la esperanza de que el lenguaje articulado llegara a salir de la laringe
sin el concurso de los centros cerebrales superiores”[7],
pero, visto lo visto, y observando ciertas actitudes cofrades logroñesas, en el
camino estamos. Al final será verdad que, manipulando el lenguaje, la información
real desaparecerá de nuestro mundo cofrade, siendo “reemplazada por un lenguaje
encandilador que puede desembocar en el encantamiento” Solo nos quedará, al
resto, “intentar localizar la información verdadera bajo la verborragia”.[8]
El segundo aspecto, ya señalado anteriormente, es el de la tradición.
Siempre se habla de la falta de tradición en la Semana Santa de Logroño. O se
menciona el carácter peculiar de la misma. Esto último es un concepto tan
sumamente vago que da lugar a equipararlo a un cajón de sastre donde todo cabe
y, sobre todo, explica absolutamente todo lo que se haga. Logroño, al igual que
todos y cada uno de los lugares pasionales, no tiene nada peculiar que la haga
diferente o excepcional de otros sitios; sin más, ha tenido, tiene y, se
supone, tendrá, su desarrollo propio a lo largo de los siglos. El carácter
peculiar desaparece cuando se sabe de la existencia de cofradías desde 1537, en
el caso de la Vera Cruz y su procesión de disciplina el Jueves Santo por la
tarde, tras el oficio de tinieblas; y la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad
y la Santa Cruz de Jerusalén desde 1594 que organizaba la procesión de Viernes
Santo por la tarde.
Sí que es verdad que para analizar la actual situación de la
Semana Santa “tradicional” de la
capital riojana, su manera de expresarse en la calle, hay que retroceder y
conocer un poco el desarrollo de la misma a lo largo del siglo XX, sobre todo
desde 1940, año en que se funda la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro. Una
manera de hacer historia, tan respetable y válida como otras, es crear modelos
de comportamientos sociales, políticos, artísticos, etc; en este caso, la
Semana Santa de Logroño pertenece a lo que se ha denominado en determinados
sectores, como las “Semana Santas inventadas” o reinventadas en el siglo XX, junto
a Pamplona, Valladolid y Zaragoza, dicho en orden alfabético. Igual que cuando
se refiere a las cinco grandes, se está haciendo referencia a las cinco
primeras ciudades que consiguieron la declaración de interés turístico
internacional para sus fiestas pasionales. Son, también en orden alfabético,
Cuenca (1980), Málaga (1980), Sevilla (1980), Valladolid (1980) y Zamora
(1986). La siguiente fue León ya en el año 2002. Esta Semanas Santas inventadas
corresponden a ciudades que, partiendo del mínimo desarrollo procesional, como
puede ser una procesión, concretamente en Logroño, la de Viernes Santo por la
tarde, desarrollaron un modelo de crecimiento prácticamente igual; Valladolid
comenzando en 1920 con la llegada al arzobispado de Remigio Gandásegui y las
otras tres ciudades a partir de los años 40 del siglo XX. A partir de ahí
comenzaron a formarse cofradías en unos sitios, en otros revivieron las que ya
existieron; con desigual desarrollo dependiendo
de las características particulares de cada ciudad, ampliaron sus procesiones,
vía crucis, rosarios, llenando todos o casi todos los días de la Semana Santa
con diversos fastos pasionales en la calle. Evidentemente, los resultados han
sido diferentes en los cuatro sitios, pero el modelo inicial ha sido el mismo.
Es obvio que falta conocer el desarrollo de la Semana Santa
en Logroño en el siglo XIX, sobre todo en la segunda parte de dicha centuria.
Solo sabemos que, como ya se ha dicho, las dos agrupaciones pasionales desaparecieron
y tan solo quedó la procesión del Santo Entierro que, más o menos invariable y
con ligeras modificaciones, se mantuvo prácticamente igual hasta los años 40
del pasado siglo donde comenzó su expansión y, posterior modificación. A
grandes rasgos las mayores modificaciones fueron, la creación de una asociación
para gestionar el movimiento pasional; a partir de ahí, la mejora de los pasos,
retirando los que se encontraban en peor estado, el Medio Cuerpo, la Columna,
por ejemplo, e incorporando otros, debido esto último, sobre todo, a gestiones
personales, tales fueron el caso del Cristo de las Ánimas o la imagen de María
Magdalena. Mientras en otros sitios como Zaragoza el crecimiento fue
espectacular o Valladolid, ejemplo de desarrollo armónico, en Logroño, el
movimiento pasional no logró despegar, viviendo desde los inicios de los años
setenta de la pasada centuria una crisis casi constante que, junto a un olvido
por parte de la Iglesia oficial, les ha hecho llegar a las agrupaciones
pasionales a estos tiempos ya bien entrado el siglo XXI en una situación y
estado de cuasi escualidez.
Recientemente hemos oído que se puede considerar atrevido considerar que, en Logroño, exista tradición musical en los fastos pasionales y que, como no puede ser de otra manera, lo que se ha hecho, ha sido sumar influencias, textualmente, “del resto de las ciudades”. Está documentada la presencia musical en los desfiles pasionales logroñeses y de otras localidades riojanas, desde finales del siglo XIX. Aun así, “sabemos que de antiguo venía siendo costumbre acompañar las procesiones de Semana Santa con el redoble de un tambor destemplado como signo de respeto y manifestación de luto”. Se hacía en Soto en Cameros o en Treviana en 1726. [10] En el siglo XX, solo hay que leer las crónicas de los periódicos locales para ver como existía acompañamiento musical, tanto de la banda de música, como de las bandas de cornetas y tambores militares de los dos cuarteles, de infantería y de artillería, que se encontraban en Logroño. “La banda civil del maestro Ábalos se situó detrás del paso de La Oración en el Huerto y la banda del Regimiento Mixto de Armas detrás de las autoridades” [11] (cerrando la procesión).
A lo largo del siglo XX la presencia de acompañamiento musical en la Semana Santa logroñesa se generaliza y, tras el abandono de las bandas militares desde mediados de los años sesenta y tan solo la presencia de la BT y C de la Cruz Roja acompañando al paso de la Piedad y la Banda Municipal cerrando el desfile procesional tras la presidencia eclesiástica de la misma, pasan y aparecen las secciones musicales de las cofradías; Siete Palabras en los años sesenta, Flagelación en 1970, Nazareno en 1975, que incorpora sección de viento en 1978, se unen a la BBTT de la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro, embrión de la futura sección de la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén. Todas ellas, en sus inicios, copian lo que se hacía anteriormente y el sonido que se escucha en las procesiones logroñesas son, evidentemente, marchas militares y derivaciones de ellas. También es necesario tener en cuenta que buena parte de los componentes de las citadas bandas son infantiles y los periodos de ensayo comenzaban en enero y acababan con la llegada de la Semana Santa. Por eso, decir que se copió desde el principio al Bajo Aragón se puede considerar como un error.
Siguiendo con las interpretaciones “curiosas” de la Semana Santa logroñesa, se ha leído en una
publicación [12] que en
1975 al trasladarse a la ciudad de Logroño parte de la Segunda Comandancia
Móvil de la Guardia Civil del sevillano cuartel de Eritaña a Logroño, su
magnífica agrupación musical no fue requerida por ninguna cofradía para salir
en los desfiles procesionales de Logroño. Dicho así, es un planteamiento
razonable y lógico. Lógica que desaparece cuando uno estudia la situación de
Logroño y de su Semana Santa en el citado año y posteriores. Día sí y día
también se dudaba de la continuidad de la Semana Santa en la calle. “Falta colaboración. La Hermandad no puede
ni debe morir”.[13]
“La Semana Santa logroñesa no debe morir” [14]
“Los desfiles procesionales deben conservarse a ultranza”[15]
Bastante se hizo en aquellos años con mantener viva la Semana Santa. Aun así,
se puede leer en prensa que, en la procesión del Santo Entierro de 1976 se vio “el desfile de las fuerzas de la Guardia
Civil, que acompañaron a los pasos de La Dolorosa y el Santo Sepulcro,
desfilando con un gran fervor y marcialidad” [16] acompañado
de una foto con parte de la sección de viento que procesionó aquel día.
Será a partir del final de la década de los ochenta cuando
las cofradías comiencen a tener contacto con el exterior, visitando, acudiendo
a otras ciudades y pueblos, empapándose del hacer de otros lugares. Siguiendo
la estela de lo acaecido en los años cuarenta del pasado siglo, el valle del Ebro
actúa de medio difusor y receptor de influencias, sobre todo de la parte más
oriental hacia la más central. Se copió, inicialmente, para después trabajar y
modificar sobre una base de percusión a las bandas que entonces alcanzaban en
Zaragoza su cénit tras copiar, también el culto al tambor del Bajo Aragón. No
olvidemos que fue el pasado 2014 cuando Zaragoza celebró los setenta y cinco
años del tambor. En el final de la década de los setenta es cuando la música de
la Semana Santa logroñesa toma el camino aragonés. Comenta la prensa que el “Domingo de Ramos asistirán también la Banda
de tambores de la cofradía del Prendimiento y el Dolor de la Madre de Dios, de
los Padres Escolapios de Zaragoza” [17]
También ese mismo año un piquete de veinte miembros de la cofradía
logroñesa de las Siete Palabras y el Silencio fue invitado a la exaltación del
tambor de la capital maña. “En la
exaltación del tambor en Zaragoza Los tambores de la Cofradía logroñesa de las
Siete Palabras, sorprendieron” Prosigue la crónica indicando que “la
intervención de esta embajada logroñesa ha sido motivo para que la Cofradía de
Híjar, que también participó en este acto, los invitara a la gran fiesta que
con motivo del Domingo de Ramos se celebra en esa localidad, no pudiendo
acceder a esta invitación”[18]
Los años ochenta prosiguen e inciden en este camino iniciado;
se empiezan a ver los grandes bombos en Logroño y, gracias al esfuerzo de los
componentes de las diversas bandas se produce, lenta e inexorablemente, el
cambio de las antiguas marchas militares hacia composiciones con sabor
bajoaragonés. Los años noventa y el siglo XXI con la irrupción de internet y la
socialización masiva de los hechos pasionales, nos lleva a lo que tenemos en la
actualidad en Logroño. De todos modos es un tema que mereciera un estudio particular
y mucho más profundo, aunque debemos admitir que en Logroño si existe tradición
cofrade, desde hace muchos siglos y tradición musical desde hace unas cuantas
décadas; negarlo, rozaría la prepotencia y, sobre todo, el desprecio a la gente
que, con sus errores y sus aciertos, nos han hecho llegar hasta hoy nuestra Semana Santa; por otro lado es claro que
tenemos un pasado por conocer, un presente que vivir y crear y un futuro por
construir, adaptándonos a los nuevos tiempos que llegan, pero sabiendo de dónde
venimos, que hacemos y a dónde vamos. Por cierto, indicar que el Domingo de
Ramos de 1979 la sección musical de la escolapia cofradía logroñesa fue a
Híjar, tal y como lo refleja la prensa.
Finalmente, el último punto a tratar será el de la innovación. ¿Qué es innovar? Según las
RAE “mudar o alterar algo, introduciendo
novedades” El proceso sevillanista ha dado lugar, según comentan cofrades
de Palencia, León, Oviedo, Madrid a respuestas que oscilan desde el consabido “somos sevillanos y como estamos fuera, nos
gustaría enseñar cómo se vive la Semana Santa en nuestra ciudad” , pasando
por “buscamos soluciones a problemas
nuevos” o el más normal y el que suele predominar de “hacemos lo que nos da la gana y ya sabes, si no te gusta, con no
venir, todo arreglado”. Siguiendo a la RAE, cualquier cosa que se modifique
puede ser una innovación, aunque, si miramos la segunda acepción no sería eso
sino que significaría “volver algo a su
anterior estado.” [19]
Al final, parece ser que, según los expertos en el lenguaje, innovar es una
cosa y, a la vez, lo contrario, lo cual no deja de ser paradójico. Y más
todavía en una realidad tan mutable, cambiable, sensitivo y escasamente
racional como es el mundo cofrade y de las cofradías.
En la ciudad de Logroño hemos asistido a un proceso
¿innovador?, que ha consistido en traer los modos de portar los pasos del sur
de España y las consecuencias que ello conlleva; en 2015 se dio la aparición
del primer paso a costal en la historia de la Semana Santa logroñesa La
cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, decidió que el Cautivo, tallado
por el recientemente galardonado con la imagen de Nuestra Señora del Sagrario
para la cofradía vallisoletana de la Sagrada Cena José Antonio Navarro Artega,
saliera el Lunes Santo en lugar de la Oración en el Huerto y, además, portado a
costal. El año siguiente, la cofradía de la Flagelación de Jesús culminó el
proceso de modificación del paso titular (“sagrado
titular”) para ser portado de modo parecido, ya que la molía, como se hace
habitualmente en Jerez de la Frontera, es considerado como una manera más de la
carga interior. Ese año 2016, al cumplir las bodas de oro de la cofradía, en su
procesión extraordinaria, realizaron el trayecto desde su sede canónica hasta
la parroquia de Santiago, el Real a molía. Y, tras incorporar los varales,
portar el paso a varal de vuelta hasta su sede canónica. El plan inicial era
realizar el Vía Crucis de Martes Santo en las calles parroquiales de su sede
canónica a molía y, en la participación en la procesión del Santo Entierro,
portar el paso exteriormente. Así se hizo el año 2017 para, desde 2018, ser la
molía el único modo de portar el paso en todas sus salidas a la calle.
A la hora de analizar este cambio y escuchar, atónito y
sorprendido todo hay que decirlo, determinadas explicaciones, a uno le viene a
la cabeza una escena de la película de José Luis Cuerda, “Amanece, que no es poco”. Aquella en la que aparecen el cabo
Gutiérrez, magistralmente interpretado por José Sazatornil, Saza, Bruno, escritor argentino al que da vida
Arturo Bonin, y Morencos, obra de Fernando Valverde. Es ese momento, donde el
cabo Gutiérrez le dice a Bruno, “… me
dicen estos amigos que ha escrito usted Luz de agosto, la novela de Fulkner…
¡de William Fulkner! ¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción
lo que hay por Fulkner?” Cuando el escritor intenta disculparse aludiendo
al origen americano de los dos escritores, Morencos le dice ¡Coño, Bruno, no seas cínico que tu novela es la traducción de
Luz de agosto que hizo Pedro Lecuona para la editorial Goyanarte, palabra por
palabra”.
Observando y viendo en perspectiva el desarrollo de la Semana
Santa logroñesa desde 1940, está claro que en estos más ochenta años se han
dado procesos de innovación. Como
avance, y también, como retroceso hacia posturas que pudiéramos considerar más
conservadoras. Los avances en la Semana Santa logroñesa se pueden considerar en
varios niveles, en función del impacto, no solo para la Semana Santa, sino para
la sociedad en la que se desarrolla.
Por un lado, los que consideramos como cambios normales y que
realmente plasman una evolución y un deseo de mejorar lo que se venía haciendo.
Lo ya citado de la desaparición de determinados pasos pequeños, muy
deteriorados y que recordaban más a tiempos de finales del siglo XIX que de la
mitad del siglo XX; caso de la Columna, del denominado Medio Cuerpo del que,
por cierto, nunca más se supo o el pequeño Calvario que salía el Viernes Santo
con dos imágenes que actualmente procesionan en el paso del Descendimiento. La
aparición de otros pasos, casos del Cristo de las Ánimas, de la impresionante
imagen de María Magdalena, la confección del manto y el palio para la Dolorosa;
las andas nuevas que se realizaron para el Santo Sepulcro. Que las dos últimas imágenes
citadas pasasen a ser portadas a hombros desde mediados de la década de los
sesenta del siglo XX.
El proceso de creación de cofradías, que se pudiera considerar
en un principio, como una innovación, en Logroño es más el modo en que se iba a
desmantelar la antigua Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro. La pésima e
inexistente gestión de la misma desde las instituciones eclesiales, unido a la
ya citada idea de la mera supervivencia de los desfiles procesionales, así como
cierta visión terraplanista del hecho cofrade a la hora de aceptar los cambios
propuestos por algunas cofradías, derivó en un camino hacia ninguna parte en el
que, a día de hoy, todavía se sigue inmerso tanto por la autoridad eclesiástica
como por parte de las asociaciones pasionales.
Sin duda alguna, la mayor innovación que tuvo la Semana Santa
en Logroño fue la aparición de la obra de Narvaiza para la cofradía de Jesús
Nazareno en el año 1969. La aparición en el declive del franquismo, en plena
época post conciliar, de un paso diferente en concepción de la imagen, de ser
hecho para que adquiera su máximo esplendor en la calle; la simpleza de las
líneas de la imagen y de las andas para portarlo, el predominio de la línea recta, el curioso
significado numérico de todo el conjunto, el portar la cruz en el hombro
derecho cuando lo normal es llevarlo en el izquierdo, el tipo de madera usada,
el modo en que se usa la madera, la iluminación de la imagen, el mismo proceso
de policromado, los colores de las andas, de las varas de carga, de las
horquillas en las que se apoyó la figura el primer año en las paradas durante
la procesión del Encuentro, el color de las túnicas de los hermanos cofrades,
el modo de cubrir la cabeza con la pañoleta, el color de la misma, la creación
de diferentes espacios entre figura y portadores, la disposición de la cabeza,
casi podría decirse que retomando el modelo de mano tendida del maestro gallego
Gregorio Fernández, la mano izquierda caída, el impresionante tamaño de la
figura. Logroño asumía uno de los primeros pasos post conciliares en los fastos
pasionales en la calle. Y dicha imagen, se puede decir que no fue entendida; ni
por los miembros de la cofradía, ni por la Iglesia, ni por el resto de cofrades
ni por la gente en general.
Aun así, la aparición del Nazareno fue, como todo en la vida,
el resultado de un proceso. Proceso en el que, igual sin saberlo o tenerlo muy
claro, participó toda la sociedad de la ciudad, cofrade y no cofrade; tan solo
hay que leer la prensa del momento para darse cuenta de ello. Se puede decir
que significó el fin definitivo de la uniformidad que trajo el
nacionalcatolicismo triunfante en 1939 y que ya había dado muestras de
resquebrajarse, por ejemplo, con la aparición de los hábitos de la incipiente
cofradía de la Soledad y de la Flagelación, más tradicionales en la concepción
tanto de color como de configuración de túnica y capuz, no olvidemos, tomado de
la Sevilla de finales del siglo XIX.
Con el paso de los años, el proceso de asentamiento de la
innovación cambió, produciéndose, dentro de la cofradía nazarena, como se ha
citado anteriormente, un camino hacia posiciones más tradicionales-
conservadoras, obviando el paso dado a finales de los sesenta del pasado siglo;
se empezó cambiando la túnica, pasando al normal color morado de las
advocaciones nazarenas; se modificó el color de las varas de carga, el color de
las horquillas, el capuz cambió de tipo de tela y de disposición, los guantes
de los cofrades cambiaron de color; ya entrado en el siglo XXI se volvió al
tradicional capuz alto de color morado. Es más, se puede calificar de error el
hecho de la modificación de las andas acometida en 2010 donde se hizo todo
igual con la excepción de redondear las andas obviando la rectitud de las andas
iniciales, además de la nefasta configuración de la iluminación del paso basada
en focos en las cuatro esquinas de las andas. Se obviaron los faroles de las
varas de carga que, gracias a la intervención de algunos cofrades, no acabaron
en la basura. La cofradía demostró lo que es un claro ejemplo de cómo no hay que gestionar
una situación innovadora en el mundo cofrade.
Otra gran innovación de la Semana Santa logroñesa, quizá la más importante, fue la
incorporación de la mujer al mundo cofrade, a partir de los años ochenta del
siglo XX, tras el Decreto sobre la
reforma y actualización de los estatutos de asociaciones, hermandades y
cofradías diocesanas de fecha 10 de julio de 1981, donde, a la luz del
Vaticano II, el decreto Apostolicam
actuositatem y la constitución
pastoral Gaudium et spes. [20]
En el citado decreto se daba un plazo de un año para actualizar los estatutos
vigentes; si no se hacía quedaban derogados. A día de hoy en prácticamente
todas las cofradías hay portadoras, hay hermanas en las secciones musicales,
tienen presencia en las Juntas de Gobierno, y uno de los aspectos más
importantes es que se ha normalizado el hecho de que sean hermanas mayores
donde lo decidan sus hermanos.
Lo demás, observando los hechos a la vista de la realidad
social que rodeó, rodea y, previsiblemente, rodeará al mundo pasional logroñés,
apenas ha supuesto grandes cambios-innovaciones en el desarrollo de la Semana
Santa logroñesa; el costal, la molía, la música prosevillana incorporada con
mayor o menor acierto, el intento de hacer primar el folklorismo- cultural, no
dejan de ser, en el fondo, modas que más o menos asentadas quedarán o no, a
gusto de los cofrades, pero que no influirán a la larga en el devenir de las
asociaciones pasionales, si estas asumen el papel que, a día de hoy, o no
quieren asumir o no les dejan hacerlo. Por eso mismo, porque las cosas no son
ni blancas ni negras y abundan los grises, porque no hay buenos ni malos, solo
personas que actúan con la mejor voluntad unas veces acertando, otras
equivocándose, seguiremos diciendo, como Saza y Fernando Valverde le dicen a
Bruno Morin que no, que no ha escrito Luz
de agosto, que solo ha plagiado una obra de Faulkner.
[1] Martín,
Daniel: Historia breve de un matrimonio de conveniencia. En Revista Nazarenos, nº 0, pág. 34, Sevilla,
2021
[2]
Hobsbawm, Eric Introducción: la invención de la tradición en Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence (Eds.) La invención de la tradición, págs.3-17,
Crítica, Barcelona 1983.
[3] Cuesta
Gómez, Daniel, sj La esencia. Lo
castellano y lo andaluz en nuestra Semana Santa. Valladolid, Sevilla y Segovia.
Diputación de Segovia, Segovia, 2019.
[4] Uno de
los mejores análisis de este período en Martínez Cuadrado, Miguel: La burguesía conservadora (1874-1931), Hª
de España Alfaguara Vol. VI, Alianza Editorial, Madrid, 1981
[5] https://www.youtube.com/watch?v=3nBCY0q-SvA&t=678s
[7] Orwell,
George: 1984 DeBolsillo, Barcelona, 2018, pág.324.
[8] Robi,
Armand: La falsa palabra, Pepitas de
Calabaza, Logroño, 2007, pág. 22
[9] Hobsbawm, Eric, Op. Cit, pág 8-9
[10] Labarga
García, Fermín, Las cofradías de la Vera
Cruz en La Rioja. Historia y espiritualidad. Diócesis de Calahorra y La
Calzada- Logroño, Logroño, 2000, pág. 223.
[11] Ugarte
Alonso, Eugenio. Historia de la Semana
Santa de Logroño. Ed. Particular, Logroño 2011, pág. 60
[12] https://culturaypasionriojana.blogspot.com/2021/03/historia-cuando-en-logrono-tuvimos-la.html
[13] Diario
La Gaceta del Norte 18-3-1975.
[14] Diario
La Rioja, 15-4-1976
[15] Diario
La Gaceta del Norte, 3-4-1977
[16] Diario
La Gaceta del Norte 18-4-1976
[17] Diario
La Gaceta del Norte 19-3-1978.
[18] Diario
La Rioja, 18-3-1978
[19] https://dle.rae.es/innovar
[20] Álvarez
Martínez, Francisco, Decreto sobre la
reforma y actualización de los estatutos de asociaciones, hermandades y
cofradías diocesanas, Diócesis de Calahorra y La Calzada- Logroño,
Calahorra, 1981
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