El
pasado día treinta de octubre la ciudad de Málaga acogió la celebración en la
calle de los cien años de existencia, casi ná que dirían por allí, de la
Agrupación de Cofradías. Para ello se celebró una Magna Procesión General con
dieciséis imágenes de la Semana Santa malacitana. La colocación de veinticinco
mil sillas por los diferentes trayectos de las hermandades da idea del éxito de
la cita. La Agrupación, obedeciendo las instrucciones de las autoridades
civiles, completó unos recorridos en vías amplias y sin que los diferentes
cortejos se dispersasen, con el fin de poder cumplir con las normas sanitarias
vigentes, no olvidando que todavía vivimos bajo la pandemia del Covid- 19. El
éxito de público fue total y absoluto.
Uno,
desde la distancia ya que no pudo asistir al evento, y, guardando las
distancias, siente envidia. Envidia sana. Sobre todo cuando observa que todo es
querer. Nada más. Querer y ponerle ganas. Lo demás, si se hace bien, vendrá por
añadidura. Estaba pensando que una muestra como esa sería impensable en La
Rioja y menos todavía en Logroño. Y, más todavía, si a ello añadimos las
peculiaridades propias de la Semana Santa logroñesa. Peculiaridades que, por
otro lado y como ya se ha comentado en este mismo foro, deben ser tan
importantes que, a día de hoy, nadie ha sabido enumerar. Deben ser como las
meigas gallegas y lo que dicen los gallegos, “eu non creo nas meigas mais
habelas, hainas”.
En esas estaba cuando apareció en una red social, un comentario del profesor titular de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid, el doctor Javier Burrieza Sánchez, donde, a cuenta de la Magna malagueña y refiriéndose a Valladolid, decía “los demás vamos a pensar en algo o vamos a seguir con el cheque firmado por Gregorio Fernández y pensando que lo que tenemos no lo tiene nadie y ya está?” Finalizaba el comentario con la siguiente afirmación “Lo que pensamos algunas personas es que en Valladolid perdemos serias oportunidades con nuestras efemérides y encuentros, y lo que los demás tienen la valentía de organizar, yo lo quiero para mi ciudad y para mi Semana Santa”
Lo
cual, llevado a Logroño, se podría decir que, en lugar de Gregorio Fernández
(ya nos gustaría), tenemos el Santo Sepulcro, seguramente de los mejores de
España si no el mejor; ¿y con eso es suficiente? Es verdad que, al igual que en
Valladolid, tiene una gran iconografía. Barroca y moderna. El Cristo de las
Ánimas, el Nazareno, el crucificado del Stabat Mater, la Magdalena, o el Nazareno de Quintín de Torre son
auténticas joyas de las que cualquier ciudad estaría orgullosa de poseer y
poder verlas año tras año en la calle. Pero, a día de hoy, no es suficiente; se
necesita algo más. Como indica Javier Burrieza, Logroño, al igual que
Valladolid, ha dejado, deja y dejará si nadie lo remedia, pasar oportunidades
para celebrar efemérides, encuentros y todo lo que se quiera. Solo recordemos
como se han vivido los diversos actos celebrativos de las cofradías logroñesas.
Hemos asisto a los veinticinco o cincuenta años de diversas cofradías
(Sepulcro, Dolorosa, Siete Palabras, Flagelación, Santa Cruz), o pasos (Nazareno) o los setenta y cinco años
de la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro. Todo, absolutamente todo, al
final, pasó sin pena ni gloria para las cofradías. Y qué decir de la ciudad que
prácticamente ni se enteró de las efemérides. Quizá los cofrades logroñeses, sometidos a una
total y absoluta domesticación, debiéramos reivindicar la Semana Santa como un
“rito de afirmación local que aporta (si lo hace) algo más que dinero y
turismo. (ojalá lo hiciera) La Semana Santa es un rito moderno, contemporáneo.
Se trata de una fiesta propiciadora de identidades, que (debiera) integra y
moviliza a la población… Y también es uno de los mayores espectáculos estéticos
y sensoriales que se pueden contemplar y experimentar, organizado por grupos
que son refugio contra la fragilidad y las incertidumbres que trae aparejada la
globalización” (1)
Y
en estas estamos cuando comenzamos un nuevo curso. Como todos los años, en la
nada más absoluta. La parálisis es de tal nivel que uno se pregunta si saldrán
a las calles todas las cofradías si la Semana Santa 2022 es normal o algo
parecido. Pero eso sí, tenemos el Sepulcro, exactamente igual que en Valladolid
tienen a Gregorio Fernández. Aunque a algunos eso no convence y se quiere algo más. De momento, nos consolaremos con aquello del mal de muchos, pero que
en el fondo no deja de ser consuelo de tontos.
(1)Rina,
César: Un elogio a la fiesta en
Revista Nazarenos, nº 2, Sevilla, 2021, pág. 29 Los paréntesis son propios
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