Nuevamente, y no es
por casualidad, nos acercamos a Andalucía, en un intento, por llamarlo de
alguna manera e intentando no caer en el sonrojo que pueda producir al atrevido
lector de estas líneas, de aproximarnos a un análisis comparado de las
realidades cofrades entre dos puntos distantes de este España.
Desde 2019 se
esperaba en el mundo cofrade uno de los actos con los que la Hermandad del Gran
Poder (por abreviar) pensaba celebrar en 2020 los cuatrocientos años de la
entrega del considerado por casi toda la capital hispalense Señor de Sevilla
por parte de su autor, el cordobés Juan de Mesa y Velasco; todo ello encuadrado
en el Año Jubilar concedido por S.S. el papa Francisco a petición del anterior
arzobispo sevillano, el Cardenal Asenjo.
Dicho acto sería una Santa Misión por la
zona conocida como Tres Barrios- Amate, barrio deprimido que ha pasado de
contar con una amplia zona fabril en los años 60 del pasado siglo a zona cuasi
marginal en este siglo XXI, donde la miseria y otras realidades, según cuenta la prensa, campan a sus anchas.
El pasado 2020
dicha actividad no pudo llevarse a cabo debido a la pandemia que sacudió el
mundo y de la que hoy todavía estamos saliendo. Por esa razón ha sido este 2021
cuando las parroquias sevillanas de la Blanca Paloma, Nuestra Señora de la
Candelaria y Santa Teresa han podido
acoger durante una semana a una de las imágenes más famosas de la Semana Santa
a nivel mundial y tenerlo a su disposición y a disposición de los fieles para
propiciar encuentros cara a cara con el Señor de Sevilla, representación, igual
que en otros lugares del mundo de la encarnación de Dios, de todos los que
quisieran acercarse por allí.
Llama la atención,
a las personas que no somos de Sevilla y, además, desconocemos gran parte de
todo el andamiaje que rodea al mundo
pasional (que existimos aunque a algunos les cueste creerlo), la peregrinación
prácticamente de todos los lugares del mundo a Sevilla para poder verlo en
directo. Resulta sorprendente observar las fotos de prensa y de las redes
sociales donde había una auténtica marabunta, en el buen sentido de la palabra,
de personas acompañando al Gran Poder en
su peregrinar por las calles del citado barrio. No se va a comentar la
necesidad o no de realizar la Santa
Misión en aquella ciudad, más que nada, por desconocimiento de la situación que
allí se vive, no se va a incidir en el acierto o no de realizarlo en estos
tiempos que corren; finalmente, no se van a analizar los resultados ya que,
como todos sabemos, debieran aparecer a medio y largo plazo y ya habrá gente
que lo estudiará y nos los hará llegar a través de los medios de comunicación o
de las redes sociales.
¿Y en Logroño? La
nada más absoluta. Cero, absolutamente nada. Hoy, primer domingo de Adviento,
los hermanos cofrades de Logroño y La Rioja por extensión, nos sumamos al gozo
de la espera del que habla Joan Chittister referente al Adviento, gozo a que,
por fin, un día, alguien se tome este tema en serio por estos lares (1). No
conviene olvidar que nos encontramos en la diocesana “tierra de nadie”. Entendiendo, como explica José
María Rodríguez Olaizola, que “en la tierra de nadie no se milita; más bien se
está, se vive y se crece… En la tierra de nadie estamos los que nos llevamos
bofetadas de unos y de otros”. (2) Cuando llegue la Semana Santa veremos la
realidad y lo que sigue en pie si es que este próximo 2022 se puede salir a la
calle con cierta normalidad pero, visto lo visto y como dice el refrán, “vista la choza, así
será el melonar”.
Se ilustra el escrito con tres fotos de un lejano ya Viernes Santo del 2008 en la logroñesa calle de Portales.
(1)Chittister,
Joan: “El año litúrgico. La interminable aventura de la vida espiritual”. Sal
Terra, Santander, 2010, pág. 76
(2)Rodríguez
Olaizola, José María: “En tierra de nadie”. Sal Terrae, Santander, 2006 págs.
29-40.
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