Comienza un nuevo año, apenas hemos pasado cuarenta y ocho
horas del mismo y tras los fastos propios de la fecha, dentro del mundo
cofrade, se comienza a notar un cierto nerviosismo. Ya estamos, ya se acerca,
ya se huele, se palpa en el ambiente, aunque estemos en tiempo de Navidad, la
proximidad de la Cuaresma y la Semana Santa. Las cofradías despiertan de su
largo letargo. Han pasado casi ocho meses de hibernación, dentro de la cueva;
se ha logrado sobrevivir gracias a los restos de la caza almacenados en la
Semana Santa anterior. De todos modos es un despertar que se hace despacio, muy
lento, paso a paso, no sea que la luz exterior, filtrándose desde la entrada de
la cueva, deslumbre y acabe con el escaso norte que, a día de hoy, predomina en
las asociaciones pasionales logroñesas.
Tras el Adviento y el tiempo de Navidad que estamos viviendo
y acabará el próximo domingo, llegará el Tiempo Ordinario. Tras las fiestas,
tras los excesos, llega la calma, el tiempo diario donde las actividades
normales toman el mando. “El Tiempo
Ordinario no nos sobrecarga con distracciones, ni siquiera religiosas o
litúrgicas, por muy piadosas que nos puedan parecer, sino que nos mantiene
arraigados en las grandes y motivadoras verdades de la fe. “ (1)
Pero, como suele ser habitual en estos casos, los obstáculos son
más grandes que una presa de un pantano chino. Esta permanente oposición que se
da entre los cofrades y los órganos encargados de gestionar las pías
asociaciones no es nuevo; sesenta años de tiras y aflojas, sesenta años de intento
de control por todas las partes, sesenta años de luchas por el ¿poder? Sesenta
años de tres pasos adelante y cuatro atrás; sesenta años de abandono por parte
de la Curia (bastantes problemas tenemos como para hacer algo con las
cofradías, dicen cuando se les pregunta a los encargados del asunto); sesenta
años de reducir a los cofrades a meros transportadores de pasos y músicos
ocasionales; sesenta años de martillear a los mismos cofrades en las escasas
ocasiones en que se les dirigen con una religiosidad totalmente ajena al hecho
cofrade. Sesenta años de no tender puentes, sesenta años de incomprensión por
las dos partes. Y, como dice el refrán; de aquellos barros, estos lodos.
Si no, no se entienden las primeras reacciones que se han
dado a la posible aparición en las calles logroñesas de otra sección
penitencial rescatando de su templo y
sacando otra vez a la calle una imagen que ya procesionó en Logroño el siglo
pasado durante un breve lapso de tiempo. Uno, quizá cándidamente, pensaba que
una noticia como esa sería casi hasta aplaudida; una cofradía nueva en la calle
después de más de treinta años. Más cofrades en la calle, más imágenes portadas
por hombros cofrades. Una nueva posibilidad de crecer, de sumar, pero, todo
parece indicar que, como siempre, el hombre es el único animal que tropieza
dos, tres o infinitas veces, en la misma piedra.
Resuenan las palabras del Papa Francisco cuando el primer
domingo de Adviento 2021 dijo aquello de: “Estén
atentos, la vigilancia.
Detengámonos en este importante aspecto de la vida cristiana. De las palabras
de Cristo observamos que la vigilancia está ligada a la atención: estén
atentos, vigilen, no se distraigan, es decir, ¡estén despiertos! La
vigilancia significa esto: no permitas
que tu corazón se vuelva perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la
mediocridad. Ten cuidado porque se
puede ser "cristiano adormecido" —y nosotros lo sabemos: hay
tantos cristianos adormecidos, cristianos anestesiados por la mundanidad
espiritual— cristianos sin ímpetu
espiritual, sin ardor en la oración, que rezan como papagayos, sin
entusiasmo por la misión, sin pasión por el Evangelio.”
¿Será 2022 el año 0 que marque un nuevo inicio en la
religiosidad popular logroñesa? Quizá la respuesta esté, como siempre suele suceder,
en las cosas sencillas. Rememorando a Mafalda, cuando un anciano, viendo en la
calle a una joven gritó eso de “Esto es
el acabose”, a lo que la citada niña contestó “No exagere, solo es el continuose del empezose de ustedes”. Pues,
sí, ahí estamos, en el acabose. Y así nos corre el pelo; pero, como buenos
seguidores de Jesús, no dejemos de creer en los milagros. Algunos dicen que
existen, aunque en el mundo pasional logroñés, el milagro, a día de hoy, se
reduzca al mero hecho de que las cofradías puedan salir a la calle cada año en
la Semana Santa.
Dejo unas fotografías de Luis Gárriz Cano, donde aparecen los verdaderos protagonistas de la Semana Santa en la calle, los cofrades. Portadores, músicos o, simplemente hermanos de fila.
(1)Chittister, Joan: “El año litúrgico. La interminable
aventura de la vida espiritual”, Sal Terrae, Santander, 2010, pág. 104.
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