SEMBLANZAS
Inauguro la sección Semblanzas dentro del blog con el fin de
traer y acercar a los cofrades del siglo XXI la presencia cofrade de algunos
hermanos de diversas cofradías y que, por las razones que sean, jugaron un
papel importante en el desarrollo de las mismas o simplemente fueron cofrades
de a pie, de los anónimos que, en el fondo, somos los que realmente, damos vida
a estas asociaciones y hacemos posible el hecho
de que año tras año, salgan a la calle las cofradías en los días de la Semana
Santa.
Aparecerán cofrades que han estado en Juntas de Gobierno, que
han gestionado la Hermandad de la Pasión en algún momento de su vida o
simplemente personas que, alguna vez, sintieron la llamada de su fe o de su
devoción a cualquiera de las imágenes que se procesionan y decidieron sumarse a
las cofradías logroñesas.
Todas, o casi todas las entradas, están escritas tras
entrevistar, en un margen de diez años, a los interesados; algunos siguen
vivos, otros han fallecido ya y pueden, junto a otros hermanos y al primer
cofrade de la historia, contemplar a sus titulares desde lo más alto.
MANOLO TORCELLY
PASIÓN POR EL DESCENDIMIENTO.
Y que mejor persona para inaugurar esta sección que Manolo
Torcelly; como bien indica el título, hablar de Semana Santa con Manolo es
abrir la puerta a la pasión por el Descendimiento, ni más ni menos. Hasta hace
poco tiempo, era normal verlo por la parroquia logroñesa de San Pablo ayudando
y sirviendo en todo lo que podía.
Manolo nace en Logroño en 1928 en la logroñesa calle de San
Juan. Vive en la calle Herrerías en su juventud. Tras cursar los estudios
básicos, comienza a trabajar en el comercio textil logroñés, donde, en diversas
empresas logroñesas, desarrollará toda su vida laboral. A día de hoy, vive en una residencia
preparada especialmente para personas de la mal denominada Tercera Edad.
Hablar con él es retroceder en el tiempo; otra ciudad, otras
costumbres, otra sociedad; desde pequeño sintió que le gustaba la Semana Santa
en la calle; “me gustaba mucho y ya
cuando tuve edad pues mi ilusión más grande era sacar el paso que había sacado
mi abuelo y que después lo había sacado también… mi padre alguna vez y un tío
mío”. Entró en la entonces Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro con
el número de hermano 652, el cual, metálico, se portaba en el capuz morado,
justo en el centro de la cruz de Jerusalén, escudo de la pía asociación
pasional logroñesa.
Resulta curioso el modo en que cada hermano intentaba
acercarse al paso que quería portar. ”Era,
bueno, la Hermandad… entonces (te daban) el hábito (blanco) y, con el capirote
(morado)… ya podías ir a la que sería… al paso que sería… siempre y cuando te
admitirían” (sic). Manolo pertenecía a ese grupo de cofrades que, año tras
año y antes y después de la procesión del Santo Entierro se veían por las
calles de Logroño con el hábito y el capuz en una bolsa donde asomaba, de
cartón entonces y de plástico ahora, el puntiagudo capirote, mientras en la
otra mano, se portaba la horquilla y la almohadilla de portador.
Por las fotografías y su testimonio, se puede datar su entrada en la Hermandad de la Pasión hacia la mitad de la década de los años cincuenta del siglo pasado. Su presencia en la fotografía que en a finales de los 50 se hacen los cofrades delante del convento de las Agustinas Ermitañas de Logroño, así como su participación en la confección de las andas nuevas estrenadas ese mismo año, así como en la gestión de la restauración de las figuras, permite aseverar esa fecha como la más probable en su incorporación a la citada Hermandad.
Acerca de ese hecho tan importante para la Semana Santa
logroñesa, comenta que “cuando se hizo
las andas nuevas, entonces dijimos, hombre, ¿porque no las exponemos para que
lo vea la gente? Eh? Y en un comercio que había, que era enorme el escaparate
que tenía, que ahora me parece que hay chinos, en Portales, la viuda de
Almarric… y ahí se expuso el paso… se expuso el paso completo, con todas las
figuras, muy bien preparado”. Ese año no partió de su sede canónica, la
Imperial Iglesia de Santa María de Palacio, si no de la actual concatedral
logroñesa, la Redonda.
Otro aspecto, muy propio del mundo cofrade logroñés, es el
cuasi continuo enfrentamiento con el clero. En este caso, por la ubicación de
las figuras el resto del año. A día de hoy y con la excepción del 2021 y 2020, donde el paso está expuesto en la
iglesia de Santa María de Palacio, las figuras desaparecían de la vista de lo
fieles. Han estado en cuartos, encima de armarios y en cualquier sitio, menos
el que les corresponde que es estar expuestas al culto público.
Cuenta Manolo que, tras algunos encontronazos con el párroco
de su sede canónica, un Jueves Santo no les permitió sacar las imágenes a la
calle para montar el paso; decidieron los cofrades esperar y, cuando estaba el
párroco en plena homilía, sacaron las imágenes una detrás de otra, por la calle
central de la parroquia; otro año, el propio Manolo, junto a dos cofrades y
tras la procesión del Santo Entierro, decidieron no retornar las imágenes a la
parroquia y cuenta que “me las llevé
donde yo trabajaba entonces que era Satrería Luna… que estaba en la calle Juan
Lobo esquina Portales”. Gracias a la intervención del entonces tesorero de
la Hermandad, Nicanor Rivas, la cosa se solucionó, pero estuvieron a punto de
intervenir las autoridades judiciales y policiales de la época.
El último gran servicio de Manolo Torcelly al Descendimiento
fue colaborar en la fundación de la cofradía en 1987; hacia mediados de los
años ochenta del siglo XX, la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro
decidió que las tres últimas imágenes sin cofradía, a saber, María Magdalena,
La Piedad y el Descendimiento, formasen cofradía propia. Y allí decidieron fundar
la cofradía El Descendimiento de Cristo. La pía asociación compartía sede
canónica con la Piedad y el Cristo de las Ánimas.
Finalmente y, tras dejar de salir como cofrade en la Semana
Santa logroñesa, Manolo Torcelly abandonó la cofradía, costumbre muy arraigada
en los cofrades logroñeses, abandonar las cofradías cuando se decide que su
aportación principal, que suele ser portar el paso, llega a su fin o por
razones de edad o por impedimentos físicos. Aun así, es muy normal observar a
muchos de los antiguos hermanos viendo las procesiones logroñesas e incluso
alguno de ellos, con lágrimas en los ojos. Y esto, sí que es una peculiaridad
del movimiento pasional logroñés que existe y sería digno de estudio, ya que,
cuando preguntas, la respuesta siempre suele ser la misma “porque ser cofrade y no ir… yo, para mí, o eres o no eres… seré un
poco raro, ¿sabes? Pero soy de los que… activo o nada”.
Todas las fotos han sido escaneadas de originales
propiedad de Manolo Torcelly.
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