Dentro de las tradiciones que impregnan el devenir normal de
la sociedad española, y la logroñesa también, el fútbol se puede considerar
como la más importante y la que podemos considerar más visceral, afectiva y no
racional. Se es de un equipo y ya está. ¿Razones? Da igual. Se lleva el escudo
grabado a fuego en el interior de cada cual. Y si encima en la ciudad hay dos
equipos en la misma categoría y luchando por la preeminencia ya el tema roza el
paroxismo afectivo irracional. Real Madrid, Atlético de Madrid; Barcelona,
Español, devaluado desde hace unos años o el más importante de España y, casi
se podía asegurar, del mundo, Betis y Sevilla. A día de hoy, Logroño, con la
disputa “de las siglas” UDL-SDL, tras la desaparición del CDL no alcanza la
virulencia de otros sitios pero ahí estamos, empezando.
Es cierto que, a lo largo de las últimas décadas, grandes
partidos de fútbol han coincidido en el tiempo con las procesiones de Semana
Santa. Y, como tal, han convivido, pero, como siempre, dejan paso al recuerdo
de lo vivido. Teniendo el Delorian de Emmett Brown, “Regreso al futuro”, se
podría uno trasladar a un 10 de abril del año 1974, Miércoles Santo, en la
calle Santiago de Logroño a eso de las diez de la noche; si se adentrara en la
Iglesia del mismo nombre asistiría a un espectáculo hoy del todo anormal. El
paso del Nazareno preparado para salir a la calle; no como ahora, frente a la
puerta ya colocado, sino en su posición lateral desde la que partía. Algún
cofrade ya con la túnica “café con leche”, el capuz blanco, “la servilleta”, y
los guantes blancos, colgados del cíngulo. Familiares y alguna persona
despistada que tuvo la osadía de acercarse aquella desapacible noche a ver como
salía el Nazareno.
En la misma calle Santiago, a escasos metros del templo,
existía, y hoy sigue ahí, un bar del que salían los gritos típicos y las voces
de los aficionados al fútbol; en Glasgow, a la misma hora y en Celtic Park, se
jugaba la denominada por los seguidores colchoneros “batalla de Glasgow”; para
el resto del mundo, la ida de la semifinal de la Copa de Europa de ese año
jugada entre Celtic y Atlético de Madrid. Y uno, que por aquel entonces
contaba nueve años, asistía, con su hábito puesto, el capuz colgando del
cíngulo y los guantes blancos, junto al resto de infantiles de la cofradía a
como se dilucidaba el encuentro, mientras los cofrades adultos y, sobre todo
los portadores, ya preparados, daban cuenta de alguna cerveza que otra, un
chato de tinto o, los más osados y en aquellos años había bastantes entre los
nazarenos, apuraban la última copa de anís, mientras se comentaban las jugadas
del partido; claro está, cada uno barriendo, para su corazoncito. Parece ser
que el entonces cabo de varas, Pepe Renta, intentó en vano varias veces, llevar
a los portadores a la Iglesia, pero, al final tuvo que desistir y acabar
apurando una copa de La Castellana, como mandaban los cánones.
Cuentan las crónicas de la época que “los atléticos no fueron
precisamente hermanitas de la caridad, pero los escoceses tampoco es que fueran
unos santos”. El ambiente, dentro del templo donde jugaba el equipo católico de
la ciudad, era casi bélico. Los madrileños acabaron el partido con ocho
jugadores. “En ese Atlético, que reunía lo mejor de cada casa, había muchos
ángeles, pero también muchos demonios. Los Luis Aragonés, Jabo Irureta o
Gárate, ponían la seda, mientras que los Panadero Díaz, Ovejero o Heredia eran
más de pana” Precisamente Panadero Díaz, junto a Quique y Ayala son los que se fueron antes de
tiempo. Como contaba Reina, el portero atlético de aquel partido, los policías
“nos metieron a porrazos en el vestuario”. El partido acabó 0-0, y en la vuelta
jugada en el desaparecido Calderón, el Atlético venció dos cero.
Tras acabar el partido y con la euforia del empate los
cofrades fueron a la iglesia, y allí se enteraron que la procesión del
Encuentro se suspendía por la lluvia; aun así y dentro del dolor que aflige a
todo cofrade cuando no puede salir a la calle, quedó la promesa de que “mañana,
si no llueve, cuando acaben las Siete Palabras, se procesionará el Encuentro”.
Pero eso, ya es otra historia y no de fútbol precisamente.
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