Acercarse a la imaginería procesional, es estar dispuesto a
abrirse a un mundo diferente y nuevo. Es acercar los cinco sentidos de cada uno
a las múltiples y diferentes maneras de vivir y sentir los misterios que se
celebran durante la Semana Santa. Se puede afirmar, sin temor al error, que la
Semana Santa es la misma en todos y cada uno de los lugares del mundo. Solo se
celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Litúrgicamente es igual
en todos los sitios; las celebraciones siguen el guión preestablecido desde la
reforma litúrgica de Pío XII, allá a mediados de la década de los cincuenta del
siglo pasado.
¿Qué es lo que diferencia y hace a cada Semana Santa única en
el mundo? ¿Qué es lo que da la esencia propia a cada Semana Santa? Su
celebración en la calle. Se ha dicho ya muchas veces que ninguna celebración es
mejor o peor que otra. Ninguna está por encima de las demás. Son todas
diferentes y es ese ser diferentes lo que hace a cada celebración inimitable e
insustituible, a excepción de Sevilla, que sin quererlo, se ha convertido en la
cuna del primer plagio cultual, sociológico, antropológico, cultural e incluso
artístico, en otras, no todas, partes de España; y, como no podía ser de otra
manera, Logroño también lleva su propia penitencia sevillanista. Como se dice,
que pena que la Semana Santa se celebre en todos los sitios a la vez; ojalá se
pudiera escalonar a lo largo del año para poder visitar todas y cada una de
ellas empapándonos de su esencia.
El papel más importante dentro de la Semana Santa en la calle,
es el de las figuras; las imágenes que año tras año se asoman a la calle para
rememorar y recordar a la gente lo que fue aquel primer Viernes Santo de la
historia. La figura, la imagen, alcanza su máxima expresión a la hora de
acercarse al tercer río que contempla los otros dos; los cofrades y los fieles
o el público que, año tras año, se acercan para contemplar prácticamente lo mismo
que años anteriores e, intuyéndolo,
lo mismo o parecido que años
posteriores. Aunque sabiendo y comprendiendo que viendo siempre lo mismo, cada
vez que uno lo ve y lo vive, es diferente.
Gabriel Miró, devoto de la estética bíblica, publicó un
interesante libro titulado “Figuras de la
Pasión del Señor” allá por 1915, mientras trabajaba en la inacabada “Enciclopedia sagrada”. Teniendo la
fuente escrita, como son los cuatro Evangelios canónicos, solo quedaba el
pequeño salto de traspasar ese relato a imágenes que, abandonando el espacio
sagrado del templo, alcanzasen su máxima expresividad en la calle. Porque no
hay que olvidar que una cosa es una imagen para un retablo y otra una imagen
para ver en la calle. Y ahí es donde el autor levantino se fija en los
personajes, pero también en los escenarios y los paisajes, dotándolos de un
papel del que carecen en el relato bíblico.
En el fondo, se trata de pasar de los “acontecimientos” que
transmiten los evangelistas a los “hechos”, para ubicarlos en un tiempo y lugar
concreto. La teatralización de la Pasión adquiere más importancia que la dada
por los escritos evangélicos. Como bien indica Javier Burrieza, “los pasos son
lecturas de la pasión”. (1) Pero que, a la vez, nos muestran la debilidad de
Dios. Pero debilidad que “es amor, es voluntad de promover, es el bien, la
libertad de los hombres. La Cruz nos muestra… la increíble confianza de Dios
respecto a cada uno de nosotros… es la prueba de que Dios nos quiere libres,
quiere darnos la posibilidad de expresar nuestra libertad en el servicio” (2)
¿Y cómo se logra? A través de las imágenes. La figuración del
relato evangélico alcanza en el Barroco seguramente su época de máximo
esplendor. Y, a partir, de ahí, continúa hasta nuestros días. Sería interesante
y obligatorio, en este figurar la Pasión, hablar de la conocida “composición de lugar”, iniciada por
Ignacio de Loyola y continuada por otros jesuitas como Francisco de Borja o Jerónimo Nadal, sin olvidarnos de Brígida de
Suecia, la misma Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de Granada. Nos referimos al ”intento de disciplinar la imaginación
reduciéndola a sistema a fin de obtener de ella el máximo rendimiento durante la meditación” (3)
En nuestros días, podríamos hablar de esas imágenes que
llevan a la persona que los contempla a un encuentro con parte del misterio de
la divinidad (4) o, como dicen los imagineros sevillanos Lourdes Hernández o
Darío Fernández, aquellas imágenes que producen “pellizco” en quien las ve, que no es más que la vulgarización del
término unción. Darío cuenta que una persona le dijo “que las buenas imágenes
son para adelante”. Lourdes comenta que “hay imágenes que proyectan hacia
afuera y otras que lo hacen hacia adentro. Las que proyectan hacia adentro, te
llaman hacia el recogimiento a algo más interior, más místico… y las que
proyectan hacia afuera son como una descarga de energía, esas llegan a la gran
masa” (5)
(1)Burrieza, Javier Figuras de la Pasión en Valladolid Xerión,
Aranjuez, 2017, pág. 9.
(2)Martini, Carlo María Los relatos de la Pasión. Meditaciones Sal
Terrae, Santander, 2018, pág. 41
(3)Mancho Duque, María Jesús Cultismos metodológicos en los Ejercicios
ignacianos: la composición de lugar” Aiso, Madrid, 1990.
(4)Burrieza, Javier, Op. Cit, pág. 9
(5)Cabrera, Carlos La
unción sagrada en Revista Nazarenos, nº 4, Sevilla 2021, págs. 33-38
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