Decía un cofrade ya mayor y con experiencia en el trato con
la curia que la mejor respuesta para los asuntos eclesiales era esa de “Dios
proveerá y los curas harán… lo que les dé la gana”. Ayer, día 5 de marzo a las
11,30 horas de la mañana, D. Santos Montoya, iniciaba su Ministerio Episcopal
con la Eucaristía celebrada en la sede calagurritana y presidida por el Nuncio
Apostólico en España. Esta mañana son los muros de la sede calceatense la que
recibe a su pastor para acabar la jornada por la tarde-noche en la concatedral
de Santa María de la Redonda de Logroño. Las ventajas de pertenecer a una
pequeña Diócesis, pero, fíjate tú, con tres sedes.
Hace poco menos de un año comentaba un párroco de una
localidad riojana de la necesidad de tener ya un Obispo; según él, todo era más
fácil, más sencillo, mejor, ya que sin pastor, éramos una Diócesis sin destino,
ni modos ni maneras ni nada de nada. A la pregunta de cómo llevaba el tema de
la cofradía penitencial de la que era prior, no dijo nada. Simplemente, meneó
la cabeza y siguió su camino. Nada nuevo en estas tierras. Por fin, ya tenemos
pastor. Según contaban, decían, juraban y perjuraban todos los interesados, por
fin, con nuevo Obispo, como si de un nuevo maná se tratara, todos los
problemas, parecieran que fueran a tener solución.
La pregunta que debieran hacerse los cofrades es la del
título; ¿tendremos obispo los cofrades? Tras la salida de D. Carlos Escribano
hacia la Archidiócesis de Zaragoza, algunos sacerdotes se quejaban de la poca
¿empatía? que, según ellos, había tenido hacia los sacerdotes diocesanos.
Aproximadamente, la frase fue algo así como “solo se ha ocupado de los jóvenes y de la pastoral familiar, dejándonos de
lado”. Lo cual, sin saber si era verdad o no, no está mal. Podemos decir, sin
temor a la equivocación, que la labor diocesana cofrade en estas tierras
riojanas en los últimos años ha sido, siendo generosos, poca, por no decir
ninguna hasta marzo de 2020. Después, menos todavía. ¿Qué pasará a partir de
ahora? El mundo cofrade nunca ha sido muy querido en estas tierras por la
Iglesia oficial; ha sido dejado de la mano de Dios por quien debiera acogerlo,
cuidarlo, formarlo e incluso mimarlo a día de hoy, debido a la función que
realizan; cada vez que se abren las puertas y sale un paso a la calle con sus
cofrades, es un milagro del cielo que sucede “a pesar de…“ A día de hoy, nos
encontramos como nos encontramos, pero, sin duda esperanzados en que, igual, si
hay un milagro, alguien se interese por nosotros… y nos vea no como un lastre,
un peso, un incordio, sino como una oportunidad y un colectivo vivo. Aun así,
los años y la experiencia nos dicen que ilusiones, las justas; Por ejemplo,
este 2022 el Obispo de Jaén, D. Sebastián Chico, en su primera Cuaresma en
tierras jienenses, les decía a los cofrades “la piedad popular, de
la que sois una manifestación importante, es un tesoro que tiene la Iglesia.
Sois un encuentro con Jesucristo, donde muchos han vivido y viven con sencillez
su vida de fe, su santidad. Por ello acudid siempre a Cristo,
fuente inagotable. Reforzad vuestra fe, cuidando la
formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia. ¡Huid
de la mediocridad!”
D. Santos, ayer en Calahorra, entre otras cosas, dijo que “El
afecto al Señor es el afecto a la Iglesia. Sin afecto a la Iglesia, no
esperemos encontrar al que dio su vida por ella”; aunque también señaló que “El Señor nos recuerda que no
somos dueños de la gente, sino que hay que orientar a las personas
al encuentro con él. Pastorear no es forzar, sino señalar al
Salvador”; además, ha añadido que el báculo es muestra de que “la autoridad
que se nos confía es para servir mejor a los demás.
Especialmente a los más débiles y necesitados, a las víctimas”. ¿Qué pasará?
Como se ha dicho al principio, Dios proveerá…
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