Los
años finales de la década de los 80 y principios de los 90 de la pasada
centuria trajeron un hecho curioso a los desfiles pasionales logroñeses. En una
decisión sorprendente, el entonces párroco y prior de las dos cofradías de la
sede de Santiago, el Real, cofradía de Jesús Nazareno y cofradía de Nuestra
Señora de los Dolores, tomó la decisión de encargar que el paso de los Dolores
de María fuera procesionado por los componentes de la cofradía de Nuestra
Señora de la Virgen de la Soledad, con sede canónica en la concatedral de Santa
María de la Redonda.
Decisión
sorprendente, ya que, desde principios de la década de los 80 y hasta
práctiamente el final de dicha década,
hubo conversaciones entre las dos cofradías con el objetivo de fusionarse en
una sola; dichas negociaciones no llegaron a buen fin debido a las desorbitadas
exigencias, sobre todo en el tema económico, que quisieron imponer las
componentes de la cofradía de los Dolores. Solicitaban, por ejemplo, que la
cofradía nazarena asumiese los gastos de un nuevo manto de terciopelo negro
bordado en oro para la imagen titular. Las arcas nazarenas no estaban
precisamente boyantes y, tras muchas reuniones y dimes y diretes, se quedó el
asunto como estaba.
Es
entonces cuando el párroco acude a buscar portadores de otra cofradía; como
consecuencia se produjo un enorme revuelo en las filas nazarenas. Se llegó
incluso a proponer por parte de algunos cofrades, que la banda de tambores
nazarena, dejase de acompañar a la Virgen Dolorosa en ese desfile.
No
será hasta el año 2004 cuando, con la reforma estatutaria obligatoria por
indicación de la diócesis, la cofradía dolorosa de Santiago el Real, se integre
definitivamente, en las filas nazarenas. Tras las modificaciones estatutarias,
la cofradía cambió el nombre, pasando a denominarse Cofradía de Jesús Nazareno
y Nuestras Señora de los Dolores.
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