Durante
los años 70 de la pasada centuria, la Semana Santa logroñesa, sin saberlo por
parte de casi todos sus protagonistas, va a vivir una doble experiencia a la
vez, que la dejará marcada hasta hoy y que, observando los derroteros de la
misma, parece no haber sido superada.
Por
un lado, continuando una actitud vislumbrada desde inicios de los sesenta, el
abandono total y absoluto por parte de la Iglesia como institución oficial
hacia la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro, así como de las cofradías
existentes o de nueva creación. Se produce prácticamente el desmantelamiento de
la Hermandad; la sede canónica solo se pisa dos o tres veces al año, los
capítulos generales se celebran en otros centros, como el colegio de la
Compañía de María, el archivo, por razones desconocidas que algunos cofrades
conocen perfectamente, se desmantela, desaparecen libros de actas, libros de
cuentas, etc. No hay apenas memorias económicas anuales. El proceso de
desmantelamiento del modelo de gestión de la Semana Santa logroñesa alcanza su
punto culminante, no habiendo encontrado, a día de hoy, uno que lo sustituya y
que funcione acorde a los tiempos que corren. Las cofradías, en aquellos ya lejanos años, bastante hacen con existir y no desaparecer;
los pasos, con excepción, claro está, de las joyas barrocas, sufren el olvido y
abandono en almacenes, rincones de parroquias o escondidos en centros eclesiales;
lo raro es que no apareciera alguno o fuera visto en algún vertedero.
Por
otro lado, la Semana Santa, en tanto que celebración pública, acaba recayendo
en hermanos con escasa o nula formación que, con gran ilusión y mucha devoción
hacia los pasos que procesionan, bastante hacen con que éstos salgan año tras
año a la calle manteniendo la más antigua tradición no solo de Logroño, si no
de prácticamente toda España. Muchos supervivientes, algunos fuera de sus
cofradías, por razones diversas, no esperan nada, pero si debieran ser
homenajeados por aquella labor oscura y callada, gracias a la cual la Semana
Santa logroñesa, a día de hoy, ha sido declarada de Interés Turístico Nacional.
Aun así, en aquella época, se crean cofradías, aparecen bandas de tambores y
cornetas, hacen su aparición nuevas procesiones o se mejoran las ya existentes.
Aparecen los carteles anunciadores de la Semana Santa logroñesa, se intenta
hacer concurso para ello, se hace alguna exposición, se mantienen, a duras
penas, los pregones en la iglesia de Santiago, el Real. Aun así y a día de hoy, podemos decir
que el futuro pasional en esta ciudad, se vislumbra cada vez un poco peor y un
oscuro túnel, otro más, se divisa a lo lejos. Esperemos que, como los
anteriores, sea superado, sobre todo gracias a los cofrades, sobre todo a los
anónimos, a los que se debe que cada año, los pasos salgan a la calle.
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