lunes, 1 de junio de 2020

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

Virgen de la Soledad.
Logroño.
 

Hoy celebramos la fiesta de María, madre de la iglesia. Lejos de la imagen tradicional que se os ha vendido, quizá debamos acercarnos a una mujer fuerte, valientes, capaz de aceptar el plan de Dios en su vida y decirle sí. Pero no un sí normal, no, un SÍ con mayúsculas, un sí que fue capaz de mantener a lo largo de toda su existencia, con lo bueno y con lo malo. Un sí que le llevó a recoger en  sus brazos el cuerpo muerto de su hijo, del Hijo de Dios hecho carne, como la nuestra. Un sí que debiera servirnos de ejemplo a todos. Y que mejor imagen que la imagen de la Dolorosa logroñesa, fotografiada por Luis Gárriz Cano, madre de todos nosotros y que cada año es alcaldesa de nuestra ciudad el Viernes Santo, al ceñir en la procesión del Santo Entierro la vara de mando de la ciudad. Dejo unas líneas sacadas de pastoralsj.org.
 
SIMPLEMENTE, MARÍA.
UNA MUJER CAPAZ DE VER DISTINTO.
 
Entre los personajes cercanos a Jesús, pocos como María. De ella no se dice mucho en los evangelios, pero lo que se dice es sorprendente. Madre, testigo, seguidora… Una mujer fiel a Dios, y capaz de ver más allá de lo cotidiano y establecido. Una creyente capaz de arriesgarlo todo. Una mujer valiente. Mucho más que un “icono”, mucho más que una idea, mucho más que un nombre… de ti decimos que eres madre.
Donde todos hubiesen visto una locura, María vio un horizonte. Donde muchos hubiesen visto una trasgresión, ella intuyó la promesa de Dios. Donde tantos se hubiesen estremecido ante la perspectiva y hubiesen exigido más pruebas, más seguridades o más garantías, ella exclamó: “Hágase”. Donde la ley era la referencia y la condena, ella fue capaz de cantar la grandeza del Dios que está con los más pequeños y da la vuelta a todos los órdenes establecidos. Donde todo era convencional, María, con una acogida hecha al tiempo de ignorancia y valentía, de confianza y entrega, fue capaz de colaborar con Dios de un modo radical.
Quizás esto, más que ninguna otra cosa, nos habla de encarnación, de la manera de Dios de hacer las cosas. Un Dios con una madre, como tú, como yo. ¿No te deja un poco sorprendido esa imagen? El eterno, el todopoderoso, el Dios que todo lo sabe, hijo de una mujer, como tú, como yo… Y si Jesús refleja para nosotros el modo de ser personas a que estamos llamados, María, en su maternidad absoluta, nos acerca también muy densamente a esa humanidad. Porque ella es, como tú, como yo, una mujer de carne y hueso. Una mujer que,  abrazando con pasión y con un amor radical la buena nueva del “Emmanuel” se convirtió en portadora de un amor capaz de salir de sí mismo. En la entrega radical de Jesús, y la aceptación de María, al pie de la cruz, se forja un lazo de amor, una forma de dar todo lo que uno tiene, que es en nuestro mundo exponente de la lógica distinta del evangelio. 
 
 
 


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