Virgen de la Soledad.
Logroño.
Hoy celebramos la fiesta de María, madre de la iglesia. Lejos de
la imagen tradicional que se os ha vendido, quizá debamos acercarnos a una
mujer fuerte, valientes, capaz de aceptar el plan de Dios en su vida y decirle sí.
Pero no un sí normal, no, un SÍ con mayúsculas, un sí que fue capaz de mantener
a lo largo de toda su existencia, con lo bueno y con lo malo. Un sí que le
llevó a recoger en sus brazos el cuerpo
muerto de su hijo, del Hijo de Dios hecho carne, como la nuestra. Un sí que
debiera servirnos de ejemplo a todos. Y que mejor imagen que la imagen de la
Dolorosa logroñesa, fotografiada por Luis Gárriz Cano, madre de todos nosotros y
que cada año es alcaldesa de nuestra ciudad el Viernes Santo, al ceñir en la
procesión del Santo Entierro la vara de mando de la ciudad. Dejo unas líneas
sacadas de pastoralsj.org.
SIMPLEMENTE,
MARÍA.
UNA
MUJER CAPAZ DE VER DISTINTO.
Donde todos hubiesen visto una locura, María vio un
horizonte. Donde muchos hubiesen visto una trasgresión, ella intuyó la promesa
de Dios. Donde tantos se hubiesen estremecido ante la perspectiva y hubiesen
exigido más pruebas, más seguridades o más garantías, ella exclamó: “Hágase”.
Donde la ley era la referencia y la condena, ella fue capaz de cantar la
grandeza del Dios que está con los más pequeños y da la vuelta a todos los
órdenes establecidos. Donde todo era convencional, María, con una acogida hecha
al tiempo de ignorancia y valentía, de confianza y entrega, fue capaz de
colaborar con Dios de un modo radical.
Quizás esto, más que ninguna otra cosa, nos habla de
encarnación, de la manera de Dios de hacer las cosas. Un Dios con una madre,
como tú, como yo. ¿No te deja un poco sorprendido esa imagen? El eterno, el
todopoderoso, el Dios que todo lo sabe, hijo de una mujer, como tú, como yo… Y
si Jesús refleja para nosotros el modo de ser personas a que estamos llamados,
María, en su maternidad absoluta, nos acerca también muy densamente a esa
humanidad. Porque ella es, como tú, como yo, una mujer de carne y hueso. Una
mujer que, abrazando con pasión y con un amor radical la buena nueva del
“Emmanuel” se convirtió en portadora de un amor capaz de salir de sí mismo. En
la entrega radical de Jesús, y la aceptación de María, al pie de la cruz, se forja
un lazo de amor, una forma de dar todo lo que uno tiene, que es en nuestro
mundo exponente de la lógica distinta del evangelio.
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