Nuestros
antecesores; aquellos que, por las razones que sean, decidieron unirse para
formar una asociación de fieles para procesionar, entre otras, la figura de
Jesús Nazareno. Podemos decir que, gracias a ellos, estamos celebrando los
ciento treinta años de la cofradía y los cincuenta de nuestro paso titular.
No
ha sido Logroño muy dado a echar la vista atrás y recordar como se merecen, a
aquellos que, gracias a su esfuerzo, su trabajo, mejor o peor resuelto, con sus
virtudes y sus defectos, lograron sacar adelante nuestras cofradías. Lo hemos
visto como, año tras año, los homenajes que anualmente se celebran para
recordar a aquellos cofrades con una antigüedad de cincuenta años en la
Hermandad, fracasan estrepitosamente.
Es
casualidad que, a la vez, una de las referencias de la Iglesia en muchos
aspectos, sean los Santos Padres. Es decir, aquellos cristianos que vivieron
los primeros ocho siglos y que se caracterizaron por ser coherentes en sus vidas
con sus enseñanzas. Por mencionar a alguno, Agustín de Hipona, Juan Crisóstomo,
Juan Damasceno o mártires como Justino. El mismo Benedicto XVI en su obra sobre
Jesús de Nazaret, recurre a las enseñanzas de estos Padres.
Quizá
fuera tiempo de empezar a recordar a aquellos que hicieron posible o pusieron
las primeras piedras, sustento del andamiaje con que nos movemos hoy. Gente
como Eugenio Ugarte González, Néstor Santo Tomás Gómara, Guillermo de Diego,
Fernando Rodríguez Sierra, Valentín Ruiz Galilea, José Manuel Ugarte Alonso,
Eugenio Ugarte Alonso, José Lacalle Renta, Prudencio Martínez “Ramitos”, Juan
Carlos Ruizolalla Pérez, Félix Blasco Ágreda, fueron las que nos legaron el
actual paso titular y, aunque ya estén con “su Nazareno”, se merecen el recuerdo
y el homenaje de los actuales cofrades nazarenos logroñeses.
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