Uno
de los momentos más emocionantes y emotivos de la Semana Santa logroñesa es la
salida y entrada del paso de Jesús Nazareno de la parroquia de Santiago, el
Real. El procedimiento de tener que bajarlo a pulso hasta casi el suelo, atrae,
año a año, a cada vez más gente a la calle homónima de la parroquia; el marco
es incomparable, ya que la calle, estrecha, desemboca en la puerta principal
del templo logroñés, antigua sede del archivo municipal de la ciudad.
Según
parece y cuenta la tradición, se comienza a realizar así desde los primeros años;
será en el traslado del paso nuevo del taller del autor hasta la parroquia de
Santiago, realizada el 26 de marzo de 1969, cuando se haga por primera vez; unos cables impedían el paso de la
figura. Se desmontaron los caballetes de madera y se realizó esa maniobra. Los
primeros años se desmontaba la cruz. Un año, en
ese proceso, se golpeó la corona de espinas de la imagen con la cruz, perdiéndose una
espina. Viendo el peligro que podía suponer para la figura, tanto el día que se celebraba el Encuentro como Viernes Santo, en la salida y en la entrada, la maniobra es repetida
por los portadores del paso.
La
espera, tras la reunión y posterior Padre Nuestro de los portadores en la
capilla del Cristo Románico de la sede canónica de la cofradía, es momento de
gran tensión. No por realizada durante muchos años, los portadores se relajan.
El nerviosismo interior de cada cofrade, se observa en los rostros,
serios y concentrados, de los portadores, así como en el del cabo de varas. El
breve lapso de tiempo que tarda la procesión en partir del interior del templo,
se hace eterno. El silencio llena el templo, y tan solo se ve roto por el
sonido del golpear el martillo en los varales de madera, el posterior
desmontaje de los caballetes metálicos y la voz del encargado que grita Ya!!!!!
al cabo de varas. El resto, hay que vivirlo y, a ser posible, hacerlo, por lo
menos una vez en la vida. Se podría decir que el auténtico nazareno logroñés lo es si vive ese momento
espiritual y mágico, breve y eterno a la vez, de llevar del hombro a la mano, al suelo y
desde este al hombro otra vez, a su paso titular, a su Nazareno.
Quizá
la excesiva aglomeración del Miércoles Santo, haya hecho que, para muchos
cofrades, el procesionar la calle Santiago con la puerta del templo al fondo abierta así como la entrada del paso el Viernes Santo, tras la procesión del Santo
Entierro, con menos público y, sobre todo, arropados por las familias y amigos
de los cofrades, sea uno de los momentos más íntimos y perfectos para la unión
Nazareno-portador en un diálogo interior y sumamente vivencial de la presencia
del Nazareno en la vida de la cofradía.
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