A finales de los años 70 del siglo XX, la Semana Santa
logroñesa padeció una gran crisis. Desde mediados de esa década, no era raro
encontrar titulares de prensa donde los máximos responsables de las pías
asociaciones logroñesas se quejaban del escaso éxito y repetían que las
procesiones no podían desaparecer.
Un claro ejemplo es el devenir de la primera
procesión pasional logroñesa. La procesión del Viernes de Dolor, con el paso de
los años y el declive de la cofradía organizadora, pasó a depender casi en
exclusiva de la parroquia de Santiago, el Real, sede canónica de la misma y
lugar donde recibe culto la imagen titular de la cofradía.
La Hermandad de la Pasión y el Santo
Entierro, que portaba el paso desde finales de los 50 hasta principios de los
años 70, dejó de hacerlo. Pasaron a
hacerlo los fieles parroquianos. Ya se ha comentado el proceso por el que se
sumaron las bandas de tambores, primero la nazarena y de la Hermandad, después
las otras existentes en Logroño coincidentes un año y rotando los siguientes
años; la cesión del paso en procesión a la cofradía de Nuestra Señora la Virgen
de la Soledad, será posterior.
En la imagen se ve a la Dolorosa en las andas
de la Virgen de la Esperanza, patrona de la ciudad, cuyo culto y cofradía son también
en Santiago, el Real. Tal era la precariedad de medios de la cofradía titular
del paso, que debían procesionar a su titular sobre otras andas, ya que las
propias estaban en un estado que no garantizaba que pudieran acabar el
recorrido procesional.
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