A
día de hoy, la cofradía de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores no
escapa a la situación general de las cofradías o hermandades en casi todas las
partes de España aunque siempre hay excepciones. Se encuentran en un lento
declive, casi imperceptible en ciclo de corta duración pero grande si el ciclo
a estudiar es de larga duración. No es extraño ver anuncios tanto en la prensa
como en las redes sociales solicitando que haya personas que se inscriban; sobre
todo a la hora de portar los pasos. Logroño, Pamplona, Valladolid, Linares,
etc. son solo un ejemplo.
La
cofradía pasional más antigua de la capital riojana, es, como se ha dicho una más. La
falta de estímulos, la falta de atención, la falta de unos programas pastorales
diocesanos y parroquiales llevan al declive cofrade. No pasará mucho tiempo
para que veamos en Logroño la ausencia en ka calle de algún paso por falta de gente y,
posteriormente y como consecuencia de ello, alguna cofradía desaparezca. Es
triste ver como casi todas las cofradías logroñesas, al procesionar, apenas
tienen hermanos de fila, reduciéndose casi todos los componentes a la sección
musical y a portar. Pocos hermanos infantiles, escasos mayores que ya no portan
y se animan a salir. Procesiones que debieran ser esplendorosas y se han reducido
a un mini paseo por cuatro calles, como es el caso del Domingo de Ramos, llevan
al desánimo cofrade. Es casi seguro que el Domingo de Ramos hay más cofrades
logroñeses fuera de nuestra ciudad que participando en la procesión. Entre las
bandas que huyen, las programadas excursiones al Bajo Aragón o a Zaragoza, la
calle se ve cuasi huérfana de cofrades. Tan solo la presencia de los alumnos de
las Escuelas Pías y del colegio San José, dan un poco de nivel cofrade.
La
foto corresponde al Miércoles Santo de 2007. Todos los participantes en la
procesión del Encuentro de la nazarena cofradía se unieron en esta foto única. Dice
Lucas (10, 1-12) en su Evangelio, que la mies es mucha y los obreros pocos.
Necesitamos obreros cofrades a día de hoy para continuar con esta tradición
procesional pasional y poder sacar los pasos a la calle todos los años, como
continuación de la liturgia que se desarrolla en el templo. Sin este segundo
escenario, la calle, donde se expresa la vivencia popular de la Pasión y Muerte
de Cristo, la Semana Santa se queda coja.
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