domingo, 6 de octubre de 2019

2019. AÑO NAZARENO. Viernes Santo 2008



Es en la procesión donde la cofradía alcanza uno de sus momentos más importantes; todos los cofrades que lo desean abandonan la acera y se suman a la calle con el fin de acompañar al paso titular. En Logroño, el orden procesional viene determinado por cada cofradía. La nazarena comienza con su estandarte, acompañado por dos faroles. Le siguen los hermanos de filas; unas veces más, otras veces menos. Quizá sea la parte de las cofradías logroñesas a las que se les suele dar menos importancia; suelen ser cofrades infantiles que no han querido o podido integrarse en la faceta musical cofrades; cofrades mayores que ya no pueden portar el paso y quieren acompañar de otro modo a su paso titular. Le siguen los componentes de la sección musical que anuncian la llegada del paso titular. Finalmente, aparece la figura titular; ésta cobra vida sobre los hombros de los cofrades que lo portan.
En este caso se observa perfectamente como la cofradía va formando para iniciar su participación en la Magna Procesión del Santo Entierro de Logroño. Los portadores se van preparando para portar el paso. La iluminación del paso; el carril lateral, el foco que, desde la esquina de las andas, ilumina el rostro del Nazareno. Y, finalmente, los faroles puestos en las varas de carga. Viendo llegar al paso desde lejos, los cuatro puntos de luz hacen que la mirada se dirija hacia el otro punto iluminado: la cara. De este modo, el espectador, entrará en un diálogo personal con el Nazareno. La figura adquiere y explota toda la fuerza de su desarrollo plástico y artístico, abandonando el material del que está hecho y cobrando vida en el deslizarse sobre los hombros de los portadores.
La mirada, junto a la mano izquierda, que cuelga, inerte, debido al esfuerzo realizado, nos puede recordar al modelo del maestro gallego Gregorio Fernández, de la mano tendida, donde el Nazareno, se olvida de los sayones que suelen acompañar a esta advocación, para dirigirse directamente al espectador que lo contempla pasar, cada Viernes Santo por la calle de la Amargura con destino al Gólgota, donde la profecía de Isaías del siervo de Yahvé, alcanza su máxima expresión: “cuando era maltratado, se sometía, y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca… Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron por los pecados de mi pueblo”.
Tras el paso, la presidencia eclesiástica de la cofradía, con su hermano prior y, flanqueándolo, el Hermano Mayor. Justo detrás, los relevos de los portadores, si los hubiera.


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