sábado, 15 de febrero de 2020

LA SEMANA SANTA COMO HECHO SOCIAL Y TEATRAL.

La revista "Belezos" publicada por el Instituto de Estudios Riojanos, en su número 39 del pasado  marzo de 2019, publicó el siguiente artículo, titulado como la entrada. Lo dejo tal cual fue enviado. Se produjeron modificaciones, tanto en el texto como en las fotografías, por cuestiones de espacio disponible en la revista. Podemos decir que esta es la versión aumentada.
 
 LA SEMANA SANTA COMO HECHO SOCIAL Y  TEATRAL
 

1º LA SEMANA SANTA COMO HECHO SOCIAL TOTAL.
Dentro de pocos días, como en cada primavera, las principales calles de nuestras ciudades y pueblos, verán desarrollarse los fastos pasionales de la Semana Santa. Asistiremos, como participantes, público o ciudadanos que se encuentran con ellas, a las procesiones donde, los cristianos, celebran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Desde el punto de vista antropológico, la Semana Santa, a día de hoy, se puede  considerar como un hecho social total. Siguiendo a Marcel Mauss, éstos, son aquellos hechos que sirven “para designar  a aquellos fenómenos socioculturales que, más allá de su contenido explícito o declarado, poseen múltiples dimensiones (ideológicas, políticas, sociales, económicas, identitarias…) e involucran, de una manera u otra, a los diversos sectores o grupos sociales de una sociedad o comunidad y no sólo a alguno de ellos” [1] Son hechos plurales en participación y polisémicos en significado.
El caso más claro de esto lo veremos en los picaos de San Vicente de la Sonsierra; pasa de ser un acto de simbología religiosa a referente cultural, identitario y depositario de la memoria colectiva de aquella localidad y de sus habitantes. Incluso atrayendo a otras personas de otras partes que forman parte de la cofradía de la Vera Cruz de la villa de la Sonsierra, como si fueran nativos. 
Picaos de San Vicente. Autor Roberto Zaldívar.
 
Todo aquello que celebramos en el tiempo pasional, vertebra el tejido emocional de la identidad colectiva, de la cultura, de la tradición, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en una ceremonia de la memoria. En algunos lugares como San Vicente, se considera como la fiesta más importante de la localidad a lo largo del año.
2º LA OCUPACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO.
La Semana Santa, como hecho celebrativo, se desarrolla en dos espacios físicos bien diferenciados; por un lado, en el templo, donde se celebra el Triduo Pascual; por otro, la calle, lugar, donde las cofradías salen en procesión. Son espacios que se unen y se separan muchas veces ya que determinadas celebraciones de la religiosidad popular se celebran dentro de los templos; por ejemplo, el lavatorio de los pies, diferentes besamanos, besapiés, celebraciones del desenclavamiento, etc. También, en dependencias anejas, se celebran actividades no cultuales de las cofradías.
Un hecho significativo que llama la atención es la afluencia de gente a los templos. Tanto para ver los pasos, visitar el Monumento, o poder adquirir los recuerdos que ofrecen las cofradías. Como dice José Luis Alonso Ponga nos encontramos con “una dialéctica espacial dentro de la iglesia donde contrapone una vez más, lo sagrado (el Monumento) y lo profano (el comercio) que en estos días conviven en perfecta armonía”.[2] El cambio en la centralidad del templo, en sus lugares más importantes y en su significado, se refleja en la asistencia a ellos de personas que, habitualmente, no suelen acudir a él.
Pero, el hecho participativo más importante de la vida cofrade es la procesión; abandonar el templo y salir a la calle, ocupar el espacio público en el que se desarrolla la vida habitual de cada ciudad o pueblo. Es ahí, donde el pueblo, las asociaciones de laicos que son las cofradías, a su modo y manera y usando sus cinco sentidos, viven, muestran y celebran los fastos cuya culminación será la Pascua de Resurrección. 
Plano Procesión Encuentro de Arnedo
 
Es en este lugar, la calle, el espacio público, donde los tres ríos de los que habló la periodista y pregonera de la semana santa vallisoletana de 1982, María Teresa Íñigo de Toro, se hacen presentes; en el centro los pasos; a sus lados, las cofradías y, en un tercer brazo, “el pueblo llano. El pueblo que mira a las cofradías y a los pasos” [3]
 Procesión Encuentro de Logroño. Autor: Roberto Zaldívar
 
Es ese río seco que atraviesa y vertebra la ciudad o los pueblos durante unos días, el que logra que se puedan producir hechos sociales significativos que, habitualmente, no suelen darse. En algunos lugares, serán los habitantes del extrarradio los que ocupen y se hagan presentes en el centro de las localidades.
Acabamos convirtiendo el espacio público en espacio procesional. Muchas veces ese espacio procesional culminará en “Calvarios”, lugares donde se recuerda el sitio donde murió Jesucristo. Arnedo, Alfaro o la misma localidad de San Vicente de la Sonsierra, realizan ese camino a imitación del que hizo el primer cofrade en el primer Viernes Santo de la historia. A la vez, monte de unión y de relación directa de Dios con los hombres, tal y como muestra el Antiguo y el Nuevo Testamento en abundantes relatos.
 Alfaro: Ascenso al Calvario, Viernes Santo por la mañana. Autor: Milagrosa Alfaro Ochoa
 
Como dato curioso, se puede apuntar al hecho de cómo se puede cambiar el uso del mismo espacio público. En Logroño, tras la magna Procesión del Santo Entierro por las principales calles del casco antiguo, en escasos minutos ese espacio de piedad y religiosidad popular, se ve sustituido por la masiva afluencia de gente a los diversos centros de diversión situados ahí, tales como bares, discotecas o tabernas.
3º LA PROCESIÓN COMO HECHO TEATRAL.
Las procesiones semanasanteras, además de formar parte del hecho identitario de una sociedad, se pueden percibir como un hecho teatral. Determinados autores apuntan a la necesidad de mirar de otro modo las procesiones. ¿Son un hecho cultural? ¿Es una mera representación piadosa? ¿Son una catequesis en la calle? ¿Cómo explicar el éxito de las cofradías en una sociedad que es más laica que nunca? ¿Qué lleva a las personas a acudir año tras año a observar lo ya visto muchas veces y que apenas varía?
Se habla de una nueva visión; hay que “saber mirar”, verlas de otro modo, fijarnos en pequeños detalles que, a primera vista, pueden pasar desapercibidos y son importantes. Ir más allá de la sociedad del espectáculo en que nos encontramos a día de hoy. Tal como adelantó Feuerbach en “Esencia del cristianismo” a mediados del siglo XIX, el hombre prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad. Como acertadamente dijo Guy Debord, estamos ante “la sociedad del espectáculo”. “Todo lo que antes era vivido directamente, se ha alejado en una representación”. [4] ¿Responsables? los medios de comunicación que han acabado teatralizando toda la actividad social del hombre. Separar esa visión externa y acercarla a una vivencia personal es lo que puede llevar a ver y vivir las procesiones de otro modo.
 Calahorra. Jesús de Medinaceli. Cofradía de la Vera Cruz, Calahorra
 
La semana santa no es, en el fondo, más que un gran teatro que, anualmente y en el cambio estacional hacia la primavera, sale a la calle y en el que participa mucha gente, bastante más de la que suele acudir a los templos a largo del año. San Vicente de la Sonsierra, Arnedo, Alfaro, Logroño, Haro, Santo Domingo, Calahorra, Cornago, Murillo de Río Leza, Laguna de Cameros, celebran su Semana Pasional que no desemboca en la alegría de la Resurrección. El cénit de los desfiles pasionales es la procesión de Viernes Santo por la tarde donde, con mayor o menos número de figuras, se narra de manera historiada, la pasión de Cristo. De los picaos de San Vicente, pasando por la subida a la iglesia de San Francisco en Calahorra donde los trabadores ascienden por escaleras trabando las figuras, la salida y entrada del Nazareno logroñés en la parroquia de Santiago, el Real; el Cirineo del Vía Crucis de Arnedo en la mañana del Viernes Santo; el homenaje que los habitantes de Cornago con sus doce banderas tributan al Yacente y a María en su dolor, acompañados por la corte de ángeles y San Miguel. Todo ello contribuye al espectáculo teatral de la Semana Santa riojana.
 Arnedo. Vía Crucis con Nazareno y Cirineo. Cofradía Santa Vera Cruz. Arnedo
 
No ajenos a la sociedad espectáculo y a la importancia de las redes sociales en las relaciones humanas y al imperio mediático de los canales de televisión, llegan ya a La Rioja los influjos sevillanos y ya vemos en nuestras calles pasos a costal, sonidos de bandas más cercanas a las orillas del Guadalquivir que del río Ebro. Las logroñesas cofradías de la Entrada de Jesús en Jerusalén y la Flagelación, portan alguno de sus pasos a costal.
4º LA PLÁSTICA DE LA SEMANA SANTA. LOS PASOS EN LA CALLE
Siempre se ha dicho que Valladolid en Semana Santa es un museo que se asoma al asfalto, impregnándolo de la seriedad propia de aquellas tierras. Ciertos investigadores así lo atestiguan, mientras otros, los locales mayormente, lo niegan.
La Rioja, a día de hoy, puede presumir de un magnífico e impresionante fondo de armario en cuanto a  imaginería religiosa, tanto procesional como no. Los talleres barrocos que, desde la segunda mitad del XVII, poblaron las localidades de nuestra Comunidad Autónoma desplegaron todo el talento de sus maestros en impresionantes obras que, a día de hoy, permanecen en los templos expuestas a todo el que quiera acercarse a ellas.
La aparición de las cofradías bajo la advocación de la Vera Cruz, sobre todo las ligadas al antiguo convento de San Francisco de la capital riojana como consecuencia de la actividad de las veredas cuaresmales llevadas a cabo por los franciscanos en  casi todos los valles que configuran la actual Rioja, dieron lugar a un aumento de los encargos a los citados estudios. Los principales tallares se encontraron en el valle medio del río Ebro.
Diversos pasos barrocos salen a las calles riojanas en la Semana Santa actual. El Santo Sepulcro logroñés, cuya urna es realizada en Valladolid y el Yacente en Sevilla, provendrá de la donación del riojano Gabriel de Unsáin a finales del XVII a la entonces colegiata de La Redonda, junto a una Dolorosa para realizar la ceremonia del descendimiento, muy común en otras ciudades, junto a una procesión por el quiñón parroquial. El Cristo de la Agonía, obra del navarro Juan Bazcardo también en el siglo XVII, procesiona por las calles calagurritanas.
El Descendimiento logroñés, barroco, de la antigua cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santa Cruz de Jerusalén, con sede en el actual parlamento de La Rioja, antiguo convento mercedario; el Cristo de las Ánimas, obra de Arnao de Bruselas, actualmente en la Imperial Iglesia de Santa María de Palacio de Logroño. En la sede episcopal calagurritana, se puede ver en la calle el Cristo de Medinaceli, del que se desconoce su autor, igual que la Dolorosa; esta, al igual que casi todas las del norte de España, se nos presentan vestidas de negro, como vestían las viudas castellanas de la época barroca. Por contra, los pasos de palio andaluces, nos presentan a una María joven, casi más hermana que madre que, siguiendo a algunos autores como Isidoro Moreno, prefiguran más la alegría de la Resurrección que el dolor de la pasión y muerte de Cristo.
Calahorra: Crucificado. Cofradía de la Vera Cruz. Calahorra
 
El Cristo de la Caña, atribuido por algunos estudiosos al maestro gallego Gregorio Fernández, el Cristo de la Vera Cruz o el Yacente, articulado como el logroñés, anónimo del siglo XVIII están expuestos a la contemplación en el templo de San Francisco calagurritano. Otro ejemplo barroco será el Atado a la Columna de Jalón de Cameros, realizado por el dúo Sebastián del Ribero- Fernando de Ezpeleta.
Atado a la Columna, Jalón de Cameros. José Manuel Ugarte Pereira.
 
Pero no solo del barroco vive la Semana Santa. Será a finales del siglo XIX cuando el taller Arte Cristiano de la gerundense localidad de Olot, democratice el proceso procesional. Realiza figuras en materiales baratos que son adquiridas por muchas cofradías. La Entrada de Jesús en Jerusalén logroñesa, la Oración en el Huerto calagurritana son ejemplos.
Pero, dentro del arte contemporáneo, destaca la ciudad de Logroño donde artistas tanto locales como foráneos han hecho su contribución. El Nazareno del logroñés Alejandro Narvaiza; Vicente Ochoa nos ha legado los pasos de la Flagelación y el Cristo de las Siete Palabras. El bilbaíno Quintín de Torre y Berástegui ha dejado el paso del Encuentro y la última aportación será la del madrileño Ramón Chaparro, autor del Stabat Mater que todos los Martes Santo procesiona por el caso antiguo logroñés siendo alumbrado y portado por la marista cofradía de la Santa Cruz.
PARA SABER MÁS:
Moreno Navarro, Isidoro: “La religiosidad popular. Entre el templo y la calle”. Actas del VI Congreso Nacional de Cofradías”, Medina del Campo, 2016, págs. 81-94
Gavilán Domínguez, Enrique: “Cruce de miradas. Para una teoría de las procesiones”. Memorias de la Pasión en Valladolid, Valladolid 2005, págs. 49-88.
Alonso Ponga, José Luis: “Más allá de los pasos”. Memorias de la Pasión en Valladolid, Valladolid 2005, págs. 89-116.
Labarga García, Fermín: “Las cofradías de la Vera Cruz en La Rioja. Historia y espiritualidad”. Diócesis de Calahorra y La Calzada- Logroño, Logroño, 2000
                                              “Diolo y Dotolo. El legado de don Gabriel de Unsain en la Semana Santa logroñesa”. Instituto de  Estudios Riojano, Logroño, 2015.

[1] Moreno Navarro, Isidoro “La religiosidad popular. Entre el templo y la calle” en Actas del VI Congreso Nacional de Cofradías, pág. 86. Junta de Cofradías de Medina del Campo, Medina del Campo, 2016.
[2] Alonso Ponga, José Luis: “Más allá de los pasos” en “Memorias de la Pasión en Valladolid”, Junta de Cofradías de Valladolid y Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2005, pág. 99-100
[3] Burrieza Sánchez, Javier: “Los Rostros de la Semana Santa de Valladolid”  en Op. Cit.,  pág. 11.
[4] Debord, Guy: “La Sociedad del espectáculo”, Ediciones Naufragio, Santiago de Chile, 1995, pág. 8.

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