sábado, 29 de febrero de 2020

CUARESMA.

Hablar de Cuaresma es hacerlo de un tiempo especial; especial para la comunidad cristiana que peregrina a la celebración de la Pascua en un camino de conversión, desprendimiento, humildad y encuentro con uno mismo y, a la vez, con Dios a través de su Hijo Jesús. Especial para las cofradías penitenciales que, paradójicamente, empiezan a ver al final del túnel, la razón de su existir que no es otro que celebrar en el templo y en la calle  la Pasión, Muerte y, sobre todo, la Resurrección de Cristo.
 
Cuarenta días desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Ramos. A diferencia, de por ejemplo la Navidad que no fue fiesta universal hasta el siglo VI, la Pascua ya ocupaba un lugar central en la vida de la Iglesia, prácticamente desde los primeros años de su existencia tras la muerte en cruz de Jesús. Se sabe que en el año 330 ya existía un tiempo previo a la Semana Santa de cuarenta días.
La Cuaresma, como todos los tiempos del calendario litúrgico, debe estar concebida con unos objetivos y unos medios para alcanzarlos. Como ya se señaló, se comienza el Miércoles de Ceniza con la imposición de la ceniza, símbolo de humildad y el mandato de “convertíos y creed en el Evangelio”. El tiempo verbal es el imperativo. No se trata de una petición, es como si Dios nos dijera aquello de “ven a buscarme que ya sabes dónde estoy”. La Cuaresma cada año “nos llama a renovar nuestro compromiso continuo con las implicaciones de la resurrección en nuestra vida, aquí y ahora” (1)  Prosigue diciendo que la Cuaresma “no es un rito. Es un tiempo dedicado a pensar seriamente acerca de quién es Jesús para nosotros” (2).
La Cuaresma se puede vivir de múltiples maneras, siempre y cuando estén todas ellas incardinadas en su significado anteriormente indicado. Manuel Amézcua, propone una celebración cuaresmal que bien se puede extender a los cuarenta días. Plantea varios descubrimientos. La ceniza, el desierto, la luz, la palabra, el agua y el pan y el vino. Una reflexión y vivencia seria sobre todos estos elementos ayudará a los cofrades a disfrutar mucho más del triduo pascual (templo) los fastos pasionales (calle) y, sobre todo, a celebrar la Resurrección como se merece.(3)
Es importante observar como la Cuaresma, al igual que la vida de cada persona, es un proceso, en línea recta que desemboca en la Resurrección, tras pasar por la muerte en Cruz. Y así la Iglesia, en la liturgia “pieza nuclear de la vida y de la misión de la Iglesia” (4) nos lo muestra en los evangelios de los cinco domingos de Cuaresma de este año. Conviene acercarse un poco a ellos, leerlos, reflexionarlos y, como no puede ser de otra manera, aplicarlos en la vida diaria.
El primer domingo cuaresmal nos hace recordar el significado teológico de los números. Jesús, antes de comenzar su vida pública, se aísla en el desierto cuarenta días y allí es tentado. A lo cual, Cristo responderá tan solo de un modo: con Dios y su palabra. Ejemplo para todos los cofrades y la importancia que tiene, por citar un caso, la túnica de penitencia, símbolo unificador y, a la vez, diferenciador. Nos diferencia ya que cada cofradía tiene las túnicas de diferentes colores y nos unifica en tanto en cuanto manifiesta la igual dignidad de todos y cada uno de los hermanos que la portan. (5)
Primer Domingo de Cuaresma.
 
El segundo domingo aparece la transfiguración. Jesús aparece como  Rey y Mesías, pero diferente a lo que mucha gente, incluidos algunos apóstoles, esperan. Como dice Benedicto XVI, “Jesús ha creado un concepto absolutamente nuevo de realeza y de reino, y lo expone ante Pilato, representante del poder clásico en la tierra”  (6)
Segundo Domingo de Cuaresma
 
Siguiendo el camino, el tercer domingo de Cuaresma, se nos presenta el Evangelio de la samaritana. Dos aspectos destacan; el papel del agua. “El que beba del agua que yo le daré nunca más volverá a tener sed”. Nosotros recibimos esa agua en el bautismo, que nos suma a Jesús en sus oficios profético, sacerdotal y real. Por otro lado, llama la atención como Jesús habla de adorar al Padre, no adorar a Dios. Hasta tres veces lo dice. Y pide, además, verdaderos adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad, tal y como lo comenta José Antonio Pagola. (7)
Tercer Domingo de Cuaresma
 
La curación del ciego de nacimiento es el cuarto Evangelio cuaresmal. Nuevamente la luz frente a la oscuridad. Además, es incorporado y se siente incorporado, como hará con Bartimeo en Jericó en el camino a Jerusalén. Jesús no solo es la luz, sino que, además, incorpora a la sociedad israelita de aquella época a los curados, ya que, las personas con defectos físicos, eran expulsados de la vida normal y obligados a vivir mendigando.
Cuarto Domingo de Cuaresma
 
Finalmente, en el último domingo cuaresmal, seremos testigos de la resurrección de Lázaro. Una resurrección con minúscula, ya que volverá a morir; igual que la hija de Jairo o la hija de la viuda de Naím. Mientras que la Resurrección de Jesús será diferente; como dice Benedicto XVI, “ en la resurrección del Hijo del hombre ha ocurrido algo completamente diferente… un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida… que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre… En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad” (8)
Quinto Domingo de Cuaresma
 
 
 
NOTAS:
(1): Chittister, Joan: “El año litúrgico. La interminable aventura de la vida espiritual”. Sal Terra, Santander, 2010, pág. 113
(2):Chittister, Joan:  Op. Cit. pág 113
(3): Amezcua, Manuel: “Oraciones cofrades. Paso a paso. De la veneración al testimonio y de la devoción al compromiso”, PPC, Madrid 2011 págs. 102-105
(4): George Agustin- Kurt Koch (eds) “La liturgia como centro de la vida cristiana”, Colección Presencia Teológica nº 197, Sal Terrae, Santander 2013, pág. 11
(6): Joseph Ratzinger, Benedicto XVI “Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”, Ediciones Encuentro, Madrid, 2011
(8): Joseph Ratziner, Benedicto XVI, Op. Cit.
 
 

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