Tras la Semana Santa, el mismo Sábado Santo, tras la Vigilia
Pascual, entramos en tiempo de Pascua; tiempo de celebración de la Resurrección
de Jesús y que se extiende durante siete
semanas, hasta el día de Pentecostés, fiesta en la que se celebra la venida del
Espíritu Santo a los apóstoles. Celebramos la Resurrección de Jesús a lo largo de cincuenta días que “han de ser celebrados con
alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más
aún, como ‘un gran domingo’”.[1]
Como bien dijo San Pablo en
1Co, 15, 13-14, “pero si Cristo no
ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe” [2] Observando
el calendario de actos y celebraciones
de todas las asociaciones pasionales logroñesas, de la hermandad de cofradías y
de las que salen desde la curia diocesana para el mundo pasional, uno acaba
pensando que, efectivamente, vana es nuestra fe. El silencio más absoluto. La
nada, con excepción de la eucaristía mensual por los difuntos y alguna
asamblea. Y ese silencio, muchas veces animado por las parroquias y su párroco
que, tras una Cuaresma Y Semana Santa donde la presencia cofrade ha alterado el
normal funcionamiento parroquial, retorna a la ¿normalidad?
Ante esta situación, dejo un escrito de Pablo Martín Ibáñez,
sj, aparecido en pastoralsj.org. Una lectura lenta y reposada del mismo puede
darnos pistas de lo que pasa en esta diócesis para el mundo pasional.
ONCE MOTIVOS POR LOS QUE
NOS CUESTA DAR RAZÓN DE NUESTRA FE.
1.-
Porque tenemos miedo a que nos excluyan. En muchos movimientos y parroquias se
propicia una especie de síndrome del perseguido, poniendo en guardia a los
cristianos «contra el mundo».
2.- Cuando la realidad es que el mundo nos ignora
(hablo de Occidente y de España en concreto). Es decir, nuestro miedo es
infundado.
3.- Porque no queremos dar la
nota. Ser el capillitas, el beato, el mojigato.
4.-
Porque nos da vergüenza. Afirmarse de manera distinta a los pensamientos
dominantes te señala.
5.- Y no estamos bien
preparados. Las clases de religión, la catequesis y las propuestas formativas
hoy, muchas veces no nos ayudan a dar razón de nuestra fe. Muchos cristianos
(jóvenes, sí, pero también adultos), no sabemos explicar por qué estamos a
favor de la vida, o por qué celebramos los sacramentos.
6.-
Ni siquiera muchas veces sabemos en qué creemos. Muchos cristianos no sabemos
cómo se organiza la Iglesia Católica, en qué nos diferenciamos de otras
confesiones, qué dicen las escrituras o qué enseña el Magisterio de la Iglesia
en, por ejemplo, doctrina social.
7.-Y
esto nos impide valorar toda la riqueza que el cristianismo tiene en su
propuesta.
8.-
Porque no nos lo creemos. Porque en realidad ser cristiano es creer en muchas
cosas que hoy no son fáciles de creer: el Amor auténtico que lleva a dar la
vida, la confianza en Dios, el desapego material, la austeridad económica
frente al despilfarro, la comunidad frente al individualismo y la
responsabilidad individual frente al corporativismo igualitarista, por ejemplo.
9.- Porque dar razón de la
fe exige que seamos más auténticos en la vivencia de la misma. Y en un mundo
que invita al hedonismo constante, negarse a uno mismo en pos del bien común no
es fácil.
10.- Porque nos da pereza.
Porque explicar las cosas y ser propositivos necesita de nosotros paciencia
(con nosotros mismos y con los demás).
11.-
Y también da pereza ser creativos. Muchas veces tenemos anclados lenguajes y
formatos ya vacíos, anticuados o, por qué no decirlo, rancios.
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