Con un día de retraso, dejo la entrada correspondiente a ayer, Viernes Santo, uno de los dos días grandes la de Semana Santa en todo el mundo.
Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando
con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama
Gólgota.
Jn 19, 16-17
Curioso artículo es la crónica de uno de los diarios locales
de los fastos pasionales del Viernes Santo; muy interesante desde el punto de
vista sociológico y antropológico y casi de nulo interés desde el punto de
vista cofrade. Pero muy recomendable su lectura.
Nueva Rioja, Domingo de
Pascua, 22 de abril de 1973
La baja temperatura
restó público a la procesión del Viernes Santo.
La procesión del Viernes Santo, contó, a pesar de las
circunstancias desfavorables, con bastante público. Algo más reducido que en
años anteriores, esa es la verdad, quizá porque todos los desfiles
procesionales se han puesto, más o menos, solapadamente en entredicho. A las
seis de la tarde, sin embargo, había quienes se habían encargado de coger sitio
para no perderse detalle. Gran parte del público prefirió el cobijo de los
balcones.
Recuerdo que hace unos años muchas familias se unían para ver
pasar la procesión, eligiendo la vivienda más estratégica. Hoy en día, las
relaciones familiares se conciben de otro modo, y la unión hay que buscarla más
bien frente al televisor.
En la tarde del Jueves Santo fueron muchísimos los que
siguieron la piadosa costumbre de “ir de monumentos”, como se dice vulgarmente.
Pero advertimos claramente que para muchos esta celebración tiene casi un
sentido turístico. Las Iglesias del centro presentaban un aspecto que en las
crónicas suele registrase como “animado”, pero que en realidad ofrecía serias
dificultades para la honda meditación que requieren los sucesos de estos días.
El Viernes Santo, el ambiente era, afortunadamente, algo más encalmado, aunque
no sin la ausencia de ruidos y de cuchicheos.
Al perderse el sentido exterior de penitencia en la Cuaresma
-sobre el interior siempre resulta muy peligroso juzgar-, la tristeza en el
ambiente se reduce a la Semana Santa. Pero, aún en estos días, se procura
cortar lo más posible. El sábado se estrena espectáculos, porque, en realidad, es
Sábado de Gloria. El jueves, la vida sigue normalmente, porque “todavía no ha
pasado nada”. Y el viernes, a la postre, se acaba tomando como un día de
vacación, aunque con ciertas características de incomodidad. El superar estas
barreras viene a ser, a la postre, cuestión de dinero, ya que con un viaje a la
frontera de produce la eliminación absoluta. Sin embrago, a los que permanecen
en la capital, se les cierra los cines a las ocho y media de la noche.
Hoy, Domingo de Resurrección, vuelve ya la normalidad. Para
muchos, no significa nada porque, como hemos dicho antes han traspasado las
barreras. Otros, sin embargo, sienten una alegría nueva y maravillosa.
La “operación regreso” está en marcha. Con las cuatro
esquinas de la provincia, regresan los coches con corazones jubilosos dentro,
después de unas vacaciones en la costa. Vienen con nueva alegría. Es momento
para la prudencia.
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