La
participación de la cofradía en la procesión del Encuentro es uno de los
momentos más emotivos que no emocionantes que puede vivir un cofrade nazareno. Uno
de los momentos importantes es la salida del paso.
Ya
se ha comentado anteriormente ese momento y como se vive desde dentro, teniendo
en cuenta que cada cofrade lo vive de un modo diferente, único y personal y es
eso lo que le hace diferente cada año y cada vez que se realiza.
Los
hombros de los cofrades nazarenos se convierten en los pies del Hijo de
Dios y lo portan al encuentro con su
Madre, Madre a la vez, de todos y cada uno de nosotros. No hay mayor orgullo para
un nazareno logroñés que portar al Señor de Logroño en su deambular por
la calle de la Amargura al encuentro con su Madre y, además, en el Santo
Entierro del Viernes Santo.
Esta
escena no aparece en los Evangelios canónicos. María, siguiendo los evangelios
apócrifos, al ver el estado de su Hijo, se desvanece y es sujetada por Juan.
Esta escena que se representa cada año en Logroño y en otros lugares de España
la conocemos como el Encuentro; además, en Logroño se tiene la suerte de contar
con un paso, El Encuentro, obra de la
gubia del maestro bilbaíno Quintín de Torre y Berástegui, que, cada año,
abandona el garaje o almacén onde reposa a lo largo del año, para, por unas horas, ofrecerse a la
contemplación de los ojos de los logroñeses; en otros sitios se llamará el Espasmo o Pasmo el
nombre con el que se conozca. Quizá el más importante sea el de Rafael Sanzio;
es en una caída del Salvador camino del Calvario cuando lo contempla su madre,
siendo lo más importante el juego de miradas que se puede observar en primer
plano, mientras detrás de ellos, Cirineo sujeta la cruz, la soldadesca se
detiene y, al fondo se observan las dos cruces en el Gólgota y, justo delante,
los dos ladrones que morirán junto al Nazareno, son conducidos al suplicio.
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