Como bien apunta el doctor y catedrático Julián Casanova, “el
estudio de la historia es, sobre todo, el estudio del contexto y cada acontecimiento
adquiere sentido sólo en un conjunto de otros hechos significativos” (1). Tras el conflicto bélico civil sucedido en
España de 1936 a 1939, la sociedad logroñesa se mimetiza con el resto de la
española, subiéndose al nacionalcatolicismo imperante y triunfante. Se produce
el triunfo de la España católica, dando lugar al asalto de las conciencias por
parte de la Iglesia y a una cuasi transustanciación entre catolicismo y nación
española.
En La Rioja, entonces provincia de Logroño, nos encontramos
con un caso extraño, como es el del obispo Fidel García el cual, en 1942 y en
su Instrucción pastoral sobre algunos
errores modernos tiene a bien criticar duramente las ideas racistas del III
Reich alemán. Posteriormente pagará caro ese atrevimiento. Por otro lado, ese unitarismo
nacionalcatólico se plasmará en unos procesos que se desarrollan a lo largo del
valle del Ebro, especialmente en Zaragoza, Pamplona y Logroño. Desde el punto
de vista pasional, en Logroño, en 1940 se funda la Hermandad de la Pasión y el
Santo Entierro. El ejemplo principal será la ciudad de Valladolid; allí, en la
década de los años 20 del siglo XX el obispo Remigio Gandásegui, con la base de
la procesión de la Sagrada Pasión del Redentor de Viernes Santo por la tarde y
apoyado en las joyas que se guardaban en el actual Museo Nacional de Escultura,
desarrolló los fastos pasionales hasta llevarlos, apoyado en la calidad de las
citadas obras, a ser considerada una de las cinco grandes Semanas Santas de
España.
Zaragoza, Pamplona y Logroño comenzarán, dentro de las
posibilidades propias de cada ciudad, un proceso parecido. En la capital
riojana se innova bastante poco y se produce, al igual que hoy en día, la
asunción de la esencia, ideas, modos y maneras de otros lugares: así, se copia
el escudo de la asociación logroñesa, la Cruz del Santo Sepulcro, de la
homónima asociación navarra, las Damas de la Soledad; el hábito o túnica
logroñesa es copia de la sevillana hermandad de los Gitanos; cuestión que se ve
por la altura del capuz que portaban sus miembros en la calle, ya que los del
norte eran un poco más bajos en prácticamente todas las cofradías.
Por otro lado, todos los resortes del poder de la época se ponen
al servicio de la causa: Logroño debe tener unos desfiles procesionales dignos
y que, en determinado momento, puedan competir con los que se celebran en las
capitales de los alrededores. No es raro que año a año haya novedades
importantes. Para ello, lentamente y con gran esfuerzo se procederá a retirar
pasos de escasa calidad o que estaban muy deteriorados, casos del Medio Cuerpo
o la Columna, procesionados por la cofradía de Jesús Nazareno y la aparición de
nuevos pasos como es el caso del Cristo de las Ánimas, que ahora nos ocupa.
Posteriormente aparecerá el paso de la Magdalena, atribuido al taller de Gaspar
Becerra y se mejorarán los pasos existentes, como Dolorosa, Sepulcro, etc.
Sacar el paso del Cristo de las
Ánimas a la calle costó un importante trabajo a la Hermandad de la Pasión y el
Santo Entierro. La precariedad económica en que se movía hacía muy difícil que
se pudieran enfrentarse a fuertes inversiones. Para ello, se decidió, como se
hizo otras muchas ocasiones, pedir ayuda al pueblo logroñés para que, con su
donativo, permitiera mejorar los fastos pasionales. De esa manera se intentaba
hacer partícipes a los ciudadanos de a pie de la pía asociación; aun así, se
lograron los donativos pero no aumentar los miembros de la Hermandad. En 1940
son 221 los hermanos, 303 en 1943 y 419 en 1949. (4)
De todos los donativos destacan los
de los carpinteros Gregorio Martínez Loríente y Santos Zapata García; aportaron la madera necesaria para
confeccionar las andas procesionales; también fue digno de resaltar el de la
Vda. de Marrodán donante de la cruz, realizada en madera de caoba. La calle
Galicia, dirección del taller del primer carpintero indicado, fue la elegida
para realizar los dos trabajos.El titular del taller fotografió la
figura con el fin de que, si por alguna razón desapareciera, poder realizar una
réplica exacta al original. Como nota curiosa decir que para la Semana Santa de
1945 hubo que recortar la cruz ya que era muy grande y provocaba un excesivo
balanceo malo para los portadores, alguno de los cuales resultó lesionado, entre
ellos Eugenio Ugarte González, y también para la figura. Se completó el paso con seis artísticos
faroles de latón para su iluminación.
La Hermandad de la Pasión y el
Santo Entierro tuvo que afrontar, además, no tener suficientes portadores para
que el paso saliera a la calle dignamente copando los dieciséis puestos que
permitían los varales de las andas. En una solución de compromiso, la Hermandad
logró la cesión de cuatro portadores de la cofradía de Jesús Nazareno, ya que
ese mismo año no se sacaron los pasos de la Columna y del Medio Cuerpo. Parte
de los portadores de estos pasos pasaron a engrosar la lista de los dieciséis
hermanos que portaron al Cristo de las Ánimas. Dicho derecho aparece recogido
en los estatutos de la cofradía Nazarena de 1960, aunque no se llevaba a cabo
el hacerlo efectivo. Desapareció definitivamente en los estatutos nazarenos
aprobados en 1970.
El primer paso estaba dado; una
imagen de incalculable valor artístico y que había permanecido medio escondida
y casi oculta al culto público en un claustro cuyo único uso parece ser el de
almacén, se sumaba de manera brillante a la Semana Santa logroñesa.
NOTAS:
(1) Casanova, J.: "Revoluciones sin revolucionarios. Theda Skocpol y su análisis histórico comparativo” en Zona Abierta (Madrid) nº 41-42, pág. 85
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