El pasado treinta de mayo acababa el especial que
desde 12 Portadores, la Semana Santa de Logroño desde la calle,
comenzaba el dieciocho de marzo a cuenta del confinamiento a que nos vimos
sometidos debido a la pandemia del coronavirus. Desde entonces oímos a nuestros
gestores, sean del color o del signo que sean y sobre todo en verano, frases
como hemos vencido al virus, hemos aplanado la curva, salgamos a la
calle, vivamos la nueva normalidad, recuperemos la economía.
Sin entrar a ningún juicio político ni de ninguna
otra opción, han pasado escasos cinco meses y, con ligeras variaciones, casi
podemos decir que volvemos a la casilla de salida. Desde la reflexión uno
contempla anonadado como el hombre, no por repetirlo mil veces dejará de
hacerlo; vuelve a tropezar en la misma piedra; y con las mismas
consideraciones. La culpa es, por supuesto, nunca nuestra y siempre, siempre,
de los otros. Desde este blog, se retoma la temática del coronavirius pero con
el objeto de llevar la esperanza y alegría que debiera ser signo de los
cristianos y más aún en todos aquellos que somos cofrades y vivimos la Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesús como el hecho más importante no ya del año, sino
que me atrevería a decir, de la vida, de nuestra vida. Se publicará, si el
tiempo, la pandemia y los inconvenientes no lo impiden, dos veces por semana
con el objeto de continuar con la publicación semanal relativo a la Semana
Santa.
Para iniciarlo, dejo un escrito aparecido en
Facebook de uno de los maestros con que la vida nos premia de vez en cuando.
José María Rodríguez Olaizola, sj, estalla ante lo que ve. Pero, como siempre,
de un modo lúcido y, sobre todo, muy cristiano. Para acompañarlo que mejor que
Cristo resucitado. En este caso, el torso del Resucitado. Salido de la mano
del artista riojano Miguel Ángel Sainz
para el presbiterio de la capilla del Santísimo en la iglesia de la
Presentación de la Virgen de la capital aragonesa de Zaragoza. La parte
inferior del torso, todo realizado en marmolina, es una magmática masa en
altorrelieve.
Foto: Miguel Ángel del Prado. Chirigol.blogspot, 2011.
EL ESTALLIDO.
Me voy a meter en un jardín. Pero allá voy.
Estoy leyendo varias opiniones justificando que
mejor nos cierren del todo «para que así tengamos normalidad en Navidad». Pero,
vamos a ver. ¿No hemos entendido nada? A estas alturas ya deberíamos saber -y
aceptar- que estas navidades muy normales no serán. ¿Seguimos jugando al corto
plazo?
Escenario dantesco: 1) encierro en noviembre 2) en
diciembre desescalada 3) en Navidad como si nada -(o sea, verano II)- y 4) en
enero cantando todos «como una ola» (la
tercera)
¿Es que somos tan necios que no podemos aceptar
restricciones que impliquen responsabilidad por nuestra parte? ¿Es que solo la
prohibición oficial puede lograr la distancia y cuidado social? ¿Es que somos
tan caprichosos que no podemos entender que, tal vez, este año, nos tocará
pasar la Navidad a distancia de la gente a la que más queremos, y que eso es
amor?
El cuñadismo está alcanzando nuevas cotas de
estupidez. Lo peor no son los negacionistas que van de cara (y mira que son
algo malo). Son los sobrados que se instalan en un negacionismo práctico por
vía de justificar su imprudencia. Eso sí. El día que den positivo entonces todo
será un drama y culpa de los demás.
P-A-N-D-E-M-I-A. Se llama pandemia esto que le está pasando al mundo.
Deberíamos estar remando todos en la misma dirección. No para encontrar
soluciones mágicas, sino para minimizar los daños. Pero es mejor seguir jugando
a los tronos.
Mucho eterno adolescente enarbolando el «tengo derecho a...» ¿y si empezamos a
conjugar más el «tengo el deber de...»?
No sé ni cómo los políticos decentes -que son muchos
en todos los partidos- se prestan al bochornoso espectáculo que tenemos.
No sé cómo hay periodistas que pueden tragar con las
líneas editoriales de sus respectivos regímenes.
No sé cómo muchos cristianos seguimos callados sin
mandar a hacer gárgaras a quienes todavía creen que el drama es comulgar en la
mano.
Ya me perdonáis el estallido (o no) pero es que nos
pasa poco.
José Mª Rodríguez Olaizola, s.j.
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