Ya metidos en el año 2021 vemos que seguimos con la pandemia. Quizá estemos
ya en la segunda o tercera o primera ola; o simplemente la pandemia sigue su
desarrollo con sus movimientos cíclicos de subida y bajada, tal y como se ha demostrado con otras pandemias que ya
ha padecido la humanidad. Y, ante esta situación, el hombre, casi con más
terror que miedo, más irracional y menos lógico que lo que la situación
requiere, reacciona con planteamientos defensivos; uno de ellos será el ataque
a los demás. Ante un mundo cambiante y situaciones desconocidas, las reacciones
suelen ser defensivas y se ataca a los demás ante situaciones que se nos
escapan de las manos.
Viene esta introducción a cuento del texto que se reproduce
abajo, salido de la mano de José María Rodríguez Olaizola, sj, publicado en
pastoralsj.org y que lleva por título, el arriba indicado. Hay que leerlo no
una vez, sino dos o cinco para saborearlo, dejar que nos llene y comprender que
se refiere, no solo a los demás, sino a uno mismo.
Y, tratando de no herir, dejo la foto de la matanza de los
inocentes increíblemente tallada en un capitel de la ermita de Santa Cecilia de
Aguilar de Campóo; impresionante ermita, antaño iglesia, comenzada a construir
en el siglo XII. Dicho capitel forma parte del arco triunfal que da paso al
presbiterio de la ermita. Los guerreros, con cotas de mallas, ejecutan a los
inocentes ante las madres de los mismos que muestran su desconsuelo llevándose
las manos a la cara.
EXPERTOS EN HERIR
Me impresionó ayer en el evangelio ver a Jesús un tanto
desmoralizado, al constatar que hay gente que, hagas lo que hagas, le saca
punta (si a Juan le atacan porque ayuna, al propio Jesús porque come y bebe).
La cuestión es juzgar, y atacar. Jesús terminaba diciendo que la sabiduría se
ve en las obras y no tanto en las palabras...
Me sentí tocado, quizás porque, por algunas alusiones y
provocaciones recientes andaba yo más herido (nunca aprendo). En la homilía de
la eucaristía de la noche traté de traducir a hoy en día esa mirada... y me
salía esto. (Por si sirve)
Creo que las palabras de Jesús al criticar a quienes nunca están
contentos se podrían traducir con cierto sentido del humor, pero también con
cierto realismo. Y son una advertencia contra los quejicas integrales, contra
los provocadores natos, contra los pelmas que nunca suman pero siempre están
con objeciones y sospechas. Contra quienes siempre ponen peros. Contra
quienes constantemente exigen, pero nunca se regalan.
Son quienes, si pueden ver el vaso medio lleno o medio vacío, lo ven medio
vacío (se consideran voz que grita en el desierto, pero en realidad son gente
que da la tabarra). No es su voz el eco de la buena noticia de Jesús, ni hay
amor en sus palabras, sino ganas de incordiar. Siempre tienen un pero. Siempre
otra réplica, hasta el infinito. Ahora, como se te ocurra protestar, el
problema lo tienes tú, que eres un soberbio, que no aceptas las críticas, o que
tienes la piel muy fina.
Están los pasivos agresivos, que tras una supuesta dulzura en las
formas, aparentes sutilezas y buenos modos, vienen llenos de desprecio a exigir
que todos tenemos que ser creyentes de una única forma. La misericordia la
consideran buenismo. La solidaridad, convertirnos en una ONG, la pluralidad,
relativismo. Los inmigrantes, en su casa. Los curas, los buenos son los que
predican a mi gusto, los que formulan a mi gusto, los que se visten a mi gusto.
El papa, si me gusta, intocable. Si no, un hereje.
También están los creyentes líquidos, que cargan sin piedad contra quien
intenta defender que hay límites necesarios. Si hablas de valores –y ya no te
digo de valores absolutos–, te acusan de fundamentalista, de talibán o de
intransigente. Si hablas de fe, te miran como diciendo que no eres
inclusivo. Si rezas de una manera determinada, o te gustan las
celebraciones con determinada estética, ritmo, etc, eres –según lo que ellos
consideren válido– un frívolo, o un rancio o un carca (que para todo hay). Y yo
me pregunto, ¿no nos podemos dejar vivir en paz y tratar de comprender en otros
modos, otras formas y otros caminos el esfuerzo por construir el Reino de Dios
de distintos modos?
¿De qué se trata entonces?
De dejar que la sabiduría se acredite por las obras.
¿Cuáles? El amor concreto y aterrizado. El respeto al otro. La misericordia.
La búsqueda de Dios que nos ayuda a encontrarnos entre nosotros y a
reconocernos hermanos y hermanas en nuestra diferencia.
Las palabras que no buscan enredar, sino ayudar.
La escucha del evangelio que nos transforma el corazón de piedra en corazón de
carne.
Y en todo caso, la defensa, siempre, de los pobres de Yahveh, los más pequeños.
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