miércoles, 20 de enero de 2021

CORONAVIRUS: EXPERTOS EN HERIR.


Ya metidos en el año 2021 vemos que seguimos con la pandemia. Quizá estemos ya en la segunda o tercera o primera ola; o simplemente la pandemia sigue su desarrollo con sus movimientos cíclicos de subida y bajada, tal y como  se ha demostrado con otras pandemias que ya ha padecido la humanidad. Y, ante esta situación, el hombre, casi con más terror que miedo, más irracional y menos lógico que lo que la situación requiere, reacciona con planteamientos defensivos; uno de ellos será el ataque a los demás. Ante un mundo cambiante y situaciones desconocidas, las reacciones suelen ser defensivas y se ataca a los demás ante situaciones que se nos escapan de las manos.

Viene esta introducción a cuento del texto que se reproduce abajo, salido de la mano de José María Rodríguez Olaizola, sj, publicado en pastoralsj.org y que lleva por título, el arriba indicado. Hay que leerlo no una vez, sino dos o cinco para saborearlo, dejar que nos llene y comprender que se refiere, no solo a los demás, sino a uno mismo.

Y, tratando de no herir, dejo la foto de la matanza de los inocentes increíblemente tallada en un capitel de la ermita de Santa Cecilia de Aguilar de Campóo; impresionante ermita, antaño iglesia, comenzada a construir en el siglo XII. Dicho capitel forma parte del arco triunfal que da paso al presbiterio de la ermita. Los guerreros, con cotas de mallas, ejecutan a los inocentes ante las madres de los mismos que muestran su desconsuelo llevándose las manos a la cara.

EXPERTOS EN HERIR

Me impresionó ayer en el evangelio ver a Jesús un tanto desmoralizado, al constatar que hay gente que, hagas lo que hagas, le saca punta (si a Juan le atacan porque ayuna, al propio Jesús porque come y bebe). La cuestión es juzgar, y atacar. Jesús terminaba diciendo que la sabiduría se ve en las obras y no tanto en las palabras...

Me sentí tocado, quizás porque, por algunas alusiones y provocaciones recientes andaba yo más herido (nunca aprendo). En la homilía de la eucaristía de la noche traté de traducir a hoy en día esa mirada... y me salía esto. (Por si sirve)

Creo que las palabras de Jesús al criticar a quienes nunca están contentos se podrían traducir con cierto sentido del humor, pero también con cierto realismo. Y son una advertencia contra los quejicas integrales, contra los provocadores natos, contra los pelmas que nunca suman pero siempre están con objeciones y sospechas. Contra quienes siempre ponen peros. Contra quienes constantemente exigen, pero nunca se regalan.

Son quienes, si pueden ver el vaso medio lleno o medio vacío, lo ven medio vacío (se consideran voz que grita en el desierto, pero en realidad son gente que da la tabarra). No es su voz el eco de la buena noticia de Jesús, ni hay amor en sus palabras, sino ganas de incordiar. Siempre tienen un pero. Siempre otra réplica, hasta el infinito. Ahora, como se te ocurra protestar, el problema lo tienes tú, que eres un soberbio, que no aceptas las críticas, o que tienes la piel muy fina.

Están los pasivos agresivos, que tras una supuesta dulzura en las formas, aparentes sutilezas y buenos modos, vienen llenos de desprecio a exigir que todos tenemos que ser creyentes de una única forma. La misericordia la consideran buenismo. La solidaridad, convertirnos en una ONG, la pluralidad, relativismo. Los inmigrantes, en su casa. Los curas, los buenos son los que predican a mi gusto, los que formulan a mi gusto, los que se visten a mi gusto. El papa, si me gusta, intocable. Si no, un hereje.

También están los creyentes líquidos, que cargan sin piedad contra quien intenta defender que hay límites necesarios. Si hablas de valores –y ya no te digo de valores absolutos–, te acusan de fundamentalista, de talibán o de intransigente. Si hablas de fe, te miran como diciendo que no eres inclusivo. Si rezas de una manera determinada, o te gustan las celebraciones con determinada estética, ritmo, etc, eres –según lo que ellos consideren válido– un frívolo, o un rancio o un carca (que para todo hay). Y yo me pregunto, ¿no nos podemos dejar vivir en paz y tratar de comprender en otros modos, otras formas y otros caminos el esfuerzo por construir el Reino de Dios de distintos modos?

¿De qué se trata entonces?
De dejar que la sabiduría se acredite por las obras.
¿Cuáles? El amor concreto y aterrizado. El respeto al otro. La misericordia.
La búsqueda de Dios que nos ayuda a encontrarnos entre nosotros y a reconocernos hermanos y hermanas en nuestra diferencia.
Las palabras que no buscan enredar, sino ayudar.
La escucha del evangelio que nos transforma el corazón de piedra en corazón de carne.
Y en todo caso, la defensa, siempre, de los pobres de Yahveh, los más pequeños.

José María Rodríguez Olaizola, sj


 

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