INTRODUCCIÓN.
Comienza el año 2021 y 12 Portadores retoma la actividad semanal. Y para ello, se publica un artículo aparecido en el nº 5 de la revista Pasos, arte, cultura y patrimonio acerca del espacio procesional.Entrar en el buscador por excelencia de internet que es Google y poner las palabras que encabezan este escrito es llevarse la sorpresa que, tras la primera entrada en la que se refiere a un artículo de 1990 de la Semana Santa granadina y algún artículo de la revista Pasos de Arte y Cultura en su segunda época, hay un total y absoluto vacío. Parece ser un tema poco o nada interesante. Habitualmente, el ombliguismo cofrade que rodea a todo este mundo de la religiosidad popular hace olvidar determinados aspectos que, lejos de ser secundarios, adquieren una gran importancia, sobre todo cuando es el lugar físico donde se desarrolla la principal actividad de las hermandades o cofradías en su versión del culto público.
ASPECTOS COFRADES
A la hora de analizar esta actividad tan importante de su
propia esencia, como es su salida o salidas a la calle, se deberán pensar una
serie de aspectos que, inicialmente pueden pasar desapercibidos; destacaré dos
inicialmente. Por un lado la configuración propia de la cofradía que la realiza
y, por otro, el espacio físico en que tiene lugar esa actividad.
El modo en que una hermandad sale a la calle no se realiza ni
organiza del mismo modo en Sevilla que en Linares, Pamplona, Gijón, Barcelona,
Madrid, Cuenca, León o Gandía. Aspectos como la iluminación de los pasos, los adornos florales de cada figura, la
música que acompaña, la disposición de los hermanos acompañantes, etc.
condicionarán mucho el papel de la cofradía en la calle y, salvo grandes excepciones,
no son tenidos en cuenta por las hermandades de muchos lugares. Si una
hermandad sale sola, como es el caso de casi todas las hermandades del sur de
España al hacer su estación de penitencia, no se hará del mismo modo que si se
participa en una procesión del Santo Entierro, donde se pueden llegar a juntar
hasta más de treinta pasos en la calle a la vez y ocupando el mismo espacio
físico; este modo de hacerse presente ante los fieles, el tercer río del
desfile procesional, es más propio del norte de España y forma parte de lo que
el directorio de liturgia popular indica acerca de las celebraciones de Viernes
Santo por la tarde.[1] No es el
objeto de estudio de este escrito.
Otro aspecto importante para analizar los espacios
procesionales y las calles que los acogen, será el saber distinguir entre
estación de penitencia y procesión. No es lo mismo y, por esa misma razón,
condiciona los modos en que la calle es ocupada durante la semana de pasión por
parte de las hermandades- cofradías. La procesión avanza, mientras la estación
de penitencia persigue el objetivo de detenerse en determinado momento,
habitualmente se trata de “una parada solemne en algún santuario o catedral” [2]
Estas últimas más propias de tierras al sur de Madrid, mientras que los recorridos
procesionales se celebran en la parte norte de España.
Es importante no olvidar, a la vez, la existencia de una
serie de condicionantes externos a la hermandad a la hora de abordar su
presencia en la calle; por ejemplo, no es lo mismo la luz de abril que la de
finales de marzo. No es lo mismo procesionar por una vía estrecha donde los
pasos se ajustan casi al centímetro en complicadas maniobras, que amplias
avenidas o calles intermedias en las zonas de expansión de determinadas
ciudades en los años sesenta y setenta de la pasada centuria, por no hablar de
las actuales del siglo XXI. Estos aspectos nos llevan a plantear la importancia
que, a lo largo de la historia, ha tenido el urbanismo y el concepto de espacio
procesional, para todos los estamentos que, por cualquier motivo, se han tenido
que enfrentar a una salida de una pía asociación en las fechas pasionales o en
celebraciones extraordinarias que, a día de hoy, parece ser que se ha puesto de
moda y no es raro el mes en que se realizan más de una y dos en muchos puntos
de la geografía española.
TEORÍA DEL ESPACIO PROCESIONAL.
Deberemos tener presente siempre que “la procesión es un
signo de la condición de la Iglesia, pueblo de Dios en camino que, con Cristo y
detrás de Cristo, consciente de no tener en este mundo una morada permanente
(cfr. Heb 13,14), marcha por los caminos de la ciudad terrena hacia la
Jerusalén celestial.[3]
“ Como consecuencia, podremos considerar al espacio procesional, a aquel que es
ocupado en cualquier manifestación en la cual la Iglesia “avanza caminando”.
Aunque las cofradías, en sus periódicas salidas, intentan
sacralizar el espacio profano que es la calle, es necesario tener presente que
en los rituales propios de la Semana Santa, “la separación del espacio sagrado
del espacio profano” es una “característica destacadísima de un ritual que
consistía básicamente en el movimiento de un cortejo cuyos rasgos sagrados se
acentuaban a través del mundo profano de la calle”[4]
Es cierto que muchos lugares físicos, a lo largo de la historia de la
humanidad, han tenido gran significado y trascendencia religiosa para los
hombres. Egipto, Mesopotamia, la Grecia antigua o Roma son civilizaciones y
culturas que así lo atestiguan en su devenir en el tiempo. La religión judía y
el cristianismo lo hacen igual; el
monte, como lugar de encuentro o acercamiento con la divinidad, aparece en la
Biblia; Moisés en el Antiguo Testamento recibe las tablas de la ley en el
Sinaí; la Transfiguración de Jesús sucede en el Monte Tabor. Las Bienaventuranzas
también, siguiendo la Sagrada Escritura, se dan lugar en un monte. Jesús muere
en el Monte Gólgota. Los lugares sagrados o que se sacralizan son sitios donde
se produjo algún hecho excepcional que afecta de manera definitiva y decisiva
al desarrollo de la religiosidad derivada, además de por otros aspectos, por lo
acontecido en ese lugar.
El espacio procesional puede darse en espacios cerrados, cómo
el interior del templo, o en espacios abiertos, ocupando, en este último caso,
el espacio público por excelencia que es la calle. Esta “ocupación”, en la
actual sociedad líquida que vivimos, ha dado lugar a debates supuestamente
sesudos y muy profundos más movidos por el odio anticlerical siempre presente
en la sociedad española desde principios del XIX que por razonamientos lógicos
y razonables. Los estudios serios sobre el espacio público y la evolución del
urbanismo son muy recientes, ya que ha sido una disciplina prácticamente
olvidada por las ciencias sociales y humanas y solo es a partir de la década de
los sesenta de la centuria pasada cuando comienzan a darse en profundidad este
tipo de estudios.
Algunos investigadores centran los dos espacios anteriormente
citados como lugar del conflicto hermandades- clero. Mientras los segundos
dominarán el espacio del templo, lugar de desarrollo del Triduo Pascual. Por
otro la calle aparecerá como un espacio heterogéneo donde se llevan a cabo las
actividades que podemos considerar “como producto de las específicas
identidades culturales de los pueblos… Es también, hoy, un espacio
fundamentalmente laicizado, donde se dan múltiples e incluso contrapuestos
estímulos pero donde siguen presente símbolos y elementos religiosos…
pertenecientes a la llamada religiosidad popular y no a la religión
institucional que abandonó este espacio o fue impelida a abandonarlo”.[5]
CIUDAD Y URBANISMO.
Respecto al urbanismo de los silos XIX y XX sería importante
señalar, a grandes rasgos, como cambia el concepto de ciudad. La ciudad de
finales del XIX, viendo las consecuencias de la revolución industrial, se hace
grande, se amplía en grandes avenidas y boulevares; se ponen las bases de la
concepción de la ciudad como lugar para vivir y, además, poder pasearla. Se
convierte en un espacio múltiple donde pueden coincidir, sin ningún problema
diferentes estratos sociales; además, estas grandes avenidas sirven para evitar
conflictividad dando lugar a unas ciudades más controlables desde el punto de
vista del orden público. A finales del siglo XX la ciudad deja de ser un
espacio para vivir y se establece como un obstáculo que debe ser traspasado
para poder llegar a las periferias, que es el lugar donde se ha instalado la
clase media, elemento mayoritario del tardocapitalismo de la sociedad del
bienestar que alcanza su máxima expresividad al final de la II Guerra Mundial
en el mundo occidental, aunque se difiera bastante en el modo de conseguirlo.
Desde las teorías de la simple evolución del capitalismo que permite, en
determinado momento, que los beneficios que genera se expandan y repartan entre
todos los habitantes, a teorías de que será el miedo al comunismo soviético
hizo que desde 1945 hasta mediados de la década de los setenta de la centuria
pasada, se viera “en los países
desarrollados una época de conciliación social, en que un reparto más equitativo
de las ganancias permitió mejorar la suerte de la mayoría”.[6]
Aparecen las autopistas, las circunvalaciones que evitan
traspasar la ciudad; el pero es que constriñen el desarrollo y posible
expansión de esas mismas ciudades. El concepto de ciudad, de espacio público
como elemento donde las personas proceden a interactuar socialmente y se
relacionan, además de las relaciones económicas que se llevan a cabo, se va
imponiendo. Aparecen ideas curiosas sobre este tema como es el caso de Henri
Lefebvre, donde ve el espacio público como muestra del poder tanto del Estado
como de las clases dominantes de las sociedades. [7]
Sería interesante observar como el urbanismo de los últimos siglos ha influido
mucho en los desfiles procesionales, con casos dignos de estudio como son los
de las ciudades de Valladolid o Logroño.
EJEMPLO PRÁCTICO.
Un ejemplo para observar la ocupación del espacio público y
de la dicotomía templo-calle, sacralización del espacio público, son los
ejercicios del Vía Crucis. En este ejercicio de piedad del que se tienen
noticias de su celebración en las calles de Jerusalén en el siglo IV, los
fieles recorren los últimos momentos de la vida de Jesús: desde el Monte
de los Olivos hasta que es depositado su cuerpo en el sepulcro. [8]
Se suele hacer dentro de los muros de los templos, habitualmente durante la
Cuaresma, como la logroñesa Cofradía de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los
Dolores que todos los años realiza el que le marca la parroquia de Santiago, el
Real, de la misma ciudad en su programación cuaresmal; [9]
algunos se realizan durante el tiempo cuaresmal en la calle, como en la capital
riojana el Vía Crucis de la Juventud que traspasa los muros eclesiales para
fundirse con el devenir diario de la ciudad[10].
También serán muchas las cofradías o hermandades que durante la Semana Santa
realizan más de una salida procesional; unas en forma de Vía Crucis[11],
otras en forma de Rosario[12]
y, finalmente, en las magnas procesiones
de Viernes Santo, donde, en muchas ciudades españolas como Logroño, Valladolid,
Pamplona, Zaragoza, Calahorra, Huesca, por no indicar la gran cantidad de
ciudades o pueblos no capitales de provincia que se suman a esta manera de
realizar el culto público de Viernes Santo por la tarde.
Por otro lado convendría destacar
el que se hace en la calle cuando sale una cofradía. En teoría, como se ha
indicado anteriormente, se sacraliza el espacio profano y, siguiendo las
teorías más normales, se procede a dar una catequesis plástica con los
misterios de la pasión y muerte del primer cofrade en el primer Viernes Santo
de la historia. Otras visiones las consideran como un mero hecho cultural,
otros las ven como meras actividades piadosas, etc. Pero, la calle, la ciudad,
pasa a convertirse en un gran escenario donde las hermandades celebran cada año
su teatro particular y para ello disponen del mismo espacio donde, habitualmente,
se desarrolla la vida de las personas que viven en ese núcleo urbano.
Las cofradías pasan a ser
elementos imprescindibles e importantes de los que Guy Debord, denominó como
“sociedad del espectáculo”. Todo tiene importancia en tanto en cuanto puede ser
transmitido por los medios de comunicación; y no solo los profesionales; las
redes sociales a través de las múltiples facetas como Twiter, Instagram,
Facebook o Telegram, son capaces de transmitir en directo lo que sea, de tal
modo que la experiencia real que se desarrolla en un espacio real y la llevan a
cabo personas reales, se diluye y adquiere importancia en tanto en cuanto los
medios de comunicación acceden a ella y la hacen visible a los demás. En este
caso, la calle pasaría de espacio procesional a espacio teatralizado donde se
desarrolla, año a año, Semana Santa a Semana Santa, el teatro del recordatorio
de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
José Manuel Ugarte Pereira.
[1]http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccdds/documents/rc_con_ccdds_doc_20020513_vers-direttorio_sp.html#Viernes
Santo
[2] VV.AA:
“Paso a paso. Itinerario de fe para Hermandades y Cofradías”, PPC, Madrid,
2005, pág.36 y ss.
[3]
Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. Principios y orientaciones.
Ciudad del Vaticano, 2002, 247.
[4] Gavilán
Domínguez, Enrique: “Cruce de miradas. Para una teoría de las procesiones” en
VV.AA. “Memorias de la Pasión en Valladolid”, Ayto. Valladolid-Junta de
Cofradías de Valladolid, Valladolid, 2005, pág. 52.
[5] Moreno
Navarro, Isidoro: “La religiosidad popular entre el templo y la calle” en Actas
del VI Congreso Nacional de Cofradías, Medina del Campo, 2016, pág. 84.
[6] Fontana,
Josep: “El futuro es un país extraño. Una reflexión sobre la crisis social de
comienzos del siglo XXI”, Pasado y Presente, Barcelona, 2013, pág. 13.
[7]
Lefebvre, Henry: “La production de l’espace”, Anthropos, París, 1974, reedición
2000.
[8]
A día de hoy, determinados Vía Crucis añaden la decimoquinta estación, Jesús
resucita, aunque lo normal son las XIV, acabando con “Jesús es depositado en el
sepulcro”.
[9] “Boletín
informativo nº 26”, Cofradía de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores,
Logroño, pág. 6
[10]“ Semana
Santa Logroño 2017”, Hermandad de Cofradías de la Pasión de la Ciudad de
Logroño, pág. 46
[11] http://www.cofradiaflagelacion.com/procesiones.html
[12] http://cofradiasantacruz.es/procesiones/santo-rosario-del-dolor/
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