El mes de marzo de 2020 supuso un cambio brusco, radical y
total para todo el mundo y la sociedad tal y como la habíamos conocido y vivido
hasta ese momento. El confinamiento, la vivencia de una nueva pandemia, en este
caso provocada por el coronavirus, supuso un antes y después en todos los
aspectos de nuestra vida. Y, como no podía ser de otra manera, afectó de lleno
a las agrupaciones penitenciales que, año tras año, hacían presente en la calle los fastos que
recordaban la Pasión, Muerte y Resurrección del primer cofrade de la historia,
Jesús.
Aquella Semana Santa la consideramos todos como una experiencia
excepcional que sería recordada en el año 2021 ya que, estábamos seguros,
volveríamos a la normalidad y la Semana Santa se celebraría como siempre se
había hecho, con los pasos y las cofradías en la calle. Pero, cosas de la vida,
en este año volvemos, con algunas
grandes diferencias, a tener la misma sensación de fracaso que el pasado año,
ya que, exactamente igual, las hermandades se quedan en casa, los pasos no se
asoman a la calle y las procesiones no saldrán de las iglesias.
El pasado año la respuesta casi fue unánime. Como se pudo y a
través de las redes sociales y de la red por excelencia, casi todo el mundo
tiró de ingenio para acercar vivencias anteriores a los cofrades que nos
quedamos en casa y a los que se les hacía extraño no poder procesionar y, en
esas mismas horas en que sus pasos debieran salir a la calle, estar en casa.
La verdad sea dicha que en Logroño, tras la Semana Santa del
pasado año, la respuesta casi unánime de cofradías, junta de cofradías y secretariado
diocesano, ha sido parecida. Con mínimas excepciones, hemos vivido el silencio,
la ausencia total y absoluta de presencia. Como si de un tsunami se tratara, no
ha habido nada con la excepción de algún culto puntual; las citadas asociaciones han permanecido como si
no existieran.
Llegada la Cuaresma y Semana Santa 2021, nos encontramos los
cofrades, una vez más, casi abandonados. La solución se llama “redes sociales”,
“internet”. A través de las mismas se hace todo, vía crucis, conferencias,
didácticas, etc. Y el resultado, a día de hoy, no deja de ser cuando menos,
cuestionable. ¿Por qué es cuestionable? Principalmente porque se puede y se
debieran hacer actos públicos, abiertos a los cofrades. Comentaban ciertos
cargos de la curia diocesana la preocupación que se tenía debido a la bajada de
asistentes a las eucaristías dominicales; preguntados algunas personas de la
razón de su ausencia, comentaban que, durante el confinamiento, se habían
acostumbrado a ver las celebraciones por televisión o escucharlas por la radio
y que, debido a la situación pandémica con las sucesivas olas de infección, no
pensaban volver a los templos. El miedo es libre.
En esta situación estábamos cuando una cofradía logroñesa, la
de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, anuncia para el día 25 de
febrero la celebración de la presentación del cartel nazareno 2021 y el Primer Pregón
Nazareno de la historia de la cofradía en
su sede canónica de Santiago, el Real de Logroño; sabiendo que solo podrían
asistir ciento sesenta y seis personas, el tercio del aforo del templo, que
debía mantenerse la distancia de seguridad entre los asistentes y tener gel
hidroalcohólico a disposición de los asistentes.
El acto fue un éxito; setenta personas, según dijeron, se
acercaron al templo; se presentó el cartel, con fotografía de la hermana
nazarena Noemí Ajamil, y asistimos a un
magnífico pregón realizado por la periodista riojana y hermana cofrade de la
cofradía de las Siete Palabras y el Silencio logroñesa, Isabel Virumbrales. Del
pregón se hablará en otra entrada, pues lo merece ya que fue impresionante
pudiendo decir que, además de a los cofrades nazarenos, estaba hecho para
cualquier cofrade o no cofrade que viva o de un sentido especial a la Semana Santa. Todo ello
acompañado por un pequeño piquete de la banda de tambores de la cofradía que,
tras casi un año de silencio, pudo tocar unas breves marchas.
Resumiendo y como dijo un cofrade nazareno, si se quiere, se
puede. Y los cofrades necesitamos actos presenciales; sentirnos parte de
nuestra cofradía, nuestra comunidad, hombro con hombro, mano con mano, hermano
con hermano, como cuando salimos a la calle con nuestras túnicas. Que tenemos
restricciones, se aceptan, que tenemos que hacerlas de modo especial, se
acepta, pero tenemos que sentir que nuestra cofradía, nuestra hermandad, está
viva, se mueve y existe, exactamente igual que los cristianos sentimos que
Jesús vive, se mueve, está entre nosotros y, además, nos ayuda, aunque, muchas
veces, seamos incapaces de verlo. Por eso mismo, la gran lección de este año
debiera ser la cuasi obligatoriedad de actos presenciales, donde nos sintamos
comunidad, cofradía, en resumen, nos sintamos Iglesia.
Fotos de Iván Aguirre Caro.
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