Por imponderables, ayer no se pudo colgar la entrada correspondiente. Se acompañará de fotos del espacio procesional logroñés en su ámbito normal. fuera de los días de Semana Santa,
Si hubiera sido un Sábado Santo normal, hubiéramos tenido que
acudir a nuestra sede canónica de Santiago, el Real, para limpiar los últimos
restos que, invariablemente, aparecen por los rincones del templo tras la
procesión del Santo Entierro del día anterior y la posterior recogida de pasos
y enseres. Se hubiera barrido y fregado todo el templo y, a la vez, se hubieran
colocado todos los bancos correctamente, usando la famosa “cuerda” con la que
los cofrades los alineamos todos y cada uno de los Sábados Santos desde hace ya
no unos cuantos años, sino lustros. Pero no. Este año ha sido especial; hemos
acudido al templo para dejar a nuestro paso titular en su sitio donde aguardará
hasta el 12 de abril de 2022, esperando que pueda montarse para asomarse a las
calles de su ciudad, Logroño, y caminar al día siguiente al Encuentro con su
Madre en la Vía Dolorosa.
Se hace difícil para un cofrade escribir sobre este día, si,
además, tenemos en cuenta que en Logroño es un día vacío de contenido
penitencial y, como consecuencia, sin presencia alguna en la calle de ninguna
cofradía.
El proceso para encontrarle significado a este día fue parejo
al del descubrimiento, año a año, celebración a celebración de la Vigilia
Pascual. Ya se ha hablado alguna vez en este blog de los espacios celebrativos
de la Semana Santa, templo y calle. Se ha comentado, de refilón, la situación
de permanente tensión entre ellos. Se hablará en alguna entrada de la
inmovilidad de más de cuatro siglos de la liturgia, en especial de la propia
del tiempo semanasantero y como, por el contrario, la celebración en el espacio
público ha ido evolucionando y adaptándose a los tiempos que toca vivir.
Decía José Antonio Pagola en el comen
tario al Evangelio del segundo domingo de Cuaresma de este año que “para ser cristiano, lo más decisivo no es que cosas cree una persona, sino que relación se vive con Jesús… Es la adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede transformar”. Ahí es, en ese modo de entender la vida del cristiano, donde se debiera vivir la Vigilia Pascual. Una ceremonia llena de simbología, con unas lecturas muy precisas y unos signos impresionantemente sencillos y bonitos que, para desgracia nuestra, la mayor parte del mundo cofrade, desconoce en el fondo y en la forma, siendo imposible tener una vivencia plena de esa ceremonia.
Dejo unas palabras del Papa emérito, Benedicto XVI en su
impresionante libro “Jesús de Nazaret.
Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección” para reflexionar lo
que se va a vivir mañana, Domingo de Resurrección.
“¿qué pasó allí?...
(para los testigos)… un fenómeno totalmente nuevo… si la resurrección de Jesús
no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés
alguno…en la resurrección del Hijo del hombre ha ocurrido algo completamente
diferente… un romper de cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo…
una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre… se ha alcanzado
una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que
abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad… Jesús ha entrado en
una vida distinta, nueva; en la inmensidad de Dios y, desde allí, Él se
manifiesta a los suyos”.
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