Con un día de retraso, llega esta entrada. Imponderables
externos impidieron colgar la entrada ayer. Se hace hoy con la ventaja de conocer lo que pasó ayer en nuestra
ciudad.
El Miércoles Santo logroñés tiene dos expresiones de fe
popular. Por un lado, la antaño llamada limpieza, hoy rebautizada como limpieza
y veneración del Cristo yacente del Santo Sepulcro. De aquellas ceremonias de
finales de los sesenta e inicios de los setenta donde prácticamente no asistía
nadie, con excepción de los cofrades y algunos que teníamos a bien largarnos
del colegio en el recreo para verlo apoyados en las vallas, junto al paso de
los años, la asistencia de cada vez más gente y, sobre todo, la influencia de
formas devocionales importadas de otros lugares de España, ha dado lugar a unas
ceremonias pseudoelitistas donde el sentido de veneración a la figura por parte
de la gente ha quedado bastante apartado, siendo un carácter menos popular y
más restringido. Las colas en la pared de la concatedral, quizá pretendan
emular colas de fieles de otras partes de la geografía española.
El segundo ejemplo es el gran pistoletazo de salida a los
fastos populares. La procesión del Encuentro, segunda en antigüedad de las
celebradas en Logroño, marca el inicio de la auténtica Semana Santa, pues,
al ser víspera de fiesta, congrega a una
gran cantidad de gente en los lugares donde se ha celebrado. Él debe de esta
procesión es el lugar de celebración. Se ha peregrinado por diversos puntos de
la ciudad, desde el inicial de 1942 en el cruce de la calle Sagasta con la
calle Mayor, para, posteriormente acercarse a la iglesia de Palacio para
recoger los pasos que descansaban allí y llevarlos a la Redonda para la
procesión del Santo Entierro del día siguiente. A día de hoy, casi ochenta años
después de su primera celebración, todavía ni la ciudad, ni los cofrades han
logrado llegar a un acuerdo de donde celebrarlo de un modo definitivo,
teniendo, los cofrades sobre todo, el sentimiento de provisionalidad del lugar
de la procesión.
La procesión del Encuentro, para un nazareno, es quizá, uno
de los dos momentos culminantes del año cofrade, junto al Viernes Santo por la
tarde. Si, como es mi caso, se ha incorporado uno a la cofradía siendo niño, la
ilusión es llegar a portar el Nazareno. Desde cuando puesto debajo de las varas
de carga la cabeza ni rozaba la almohadilla, hasta el día en que un hermano dijo aquello, de “tú,
ponte ahí y vámonos”, el punto culminante del sentir cofrade nazareno es sentir
el peso de la imagen en tus hombros, convertirte, por unos breves momentos, en
los pies de Jesús, llevarlo para hacerle más ligera la carga de la cruz.
Uno de los momentos que siempre espera la gente será la
salida y entrada del paso a la iglesia de Santiago, el Real. La maniobra de
bajarlo a ras de tierra para, una vez atravesada la puerta volver a levantarlo
al hombro es una experiencia que todo cofrade nazareno debiera hacer por lo
menos una vez en su vida. Otro momento importante es la vuelta, esa calle
Santiago que se ofrece a su cofradía, para, al final, ver las puertas de la
iglesia abiertas para acoger a sus hijos que, una vez más y van casi ochenta
años, se dirigen a ella tras haberse encontrado en la Vía Dolorosa con su
Madre, aquella que tuvo la humildad de decir sí al plan de Dios para ella y
que, como ya hemos recordado, cuando Dios se mezcla en tu vida, es para
trastornar.
Ayer, Miércoles Santo se produjo, como todos los años, la
limpieza del Yacente; también la Virgen de la Soledad celebró los 7 Encuentros
con la Madre, a la vez que celebraba los 50 años de su incorporación a la
cofradía. Por otro lado la cofradía de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los
Dolores, realizó un acto dentro de su sede canónica rememorando el Encuentro de
Jesús con María. La diferencia es que mientras los dos primeros actos se
celebraron a puerta cerrada, la iglesia de Santiago, el Real estuvo abierta al
público hasta completar el aforo marcado por la legislación vigente, con la
imagen de Jesús Nazareno presidiendo, por primera vez en su historia, el altar
principal.
Eso de que este día comienza la verdadera Semana Santa, no es más que una falta de respeto y puro ombliguismo. Penoso.
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