miércoles, 20 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: HEMOS APRENDIDO QUE SOMOS DÉBILES

Cristo de las Ánimas, Arnao de Bruselas
Cofradía del Santo Cristo de las Ánimas, Logroño.
Imperial Iglesia de Santa María de Palacio.
 
 

Seguimos avanzando en la desescalada. Por cierto, algún día sería conveniente hablar del lenguaje que usamos; este elemento que, como todo en la vida, bien usado es uno, si no el más importante de los elementos de la comunicación. Si se usa mal, puede ser y es en muchos casos, elemento distorsionador de las realidades sociales que puede llegar a manipular a amplias capas de personas, cuestión que, a día de hoy, estamos padeciendo en esta pandemia.
Dani Cuesta, sj, como siempre magistralmente, nos habla, con un lenguaje claro y directo de que,  en el fondo y a pesar de creernos capaces de dominar y controlar todo el mundo que nos rodea,  somos débiles. Somos seres sociales que necesitamos a los demás para poder vivir. Y se ha demostrado en esta pandemia, a través de todas las personas que se han movilizado, trabajado y luchado para que la sociedad no se cerrara y, a pesar de los problemas y muchas veces a través de personas que se han jugado la vida, que nos necesitamos, que unidos, codo con codo, formando comunidad, somos más fuertes y es la única manera de seguir avanzando. Nos habla del papel de Dios en la vida, de la necesidad que hay de Él a día de hoy; y, sin ánimo de polemizar me permito decir que, a pesar de que todo el mundo lo menciona y habla de Él, muy pocos lo conocen como realmente es.
Y, ante la debilidad humana, la fortaleza la expresa Jesús en su Pasión. Cada imagen de Jesús que en Semana Santa sale a la calle, expresa la fuerza de la debilidad, la fuerza de la entrega, la lucha del bien que, a pesar de todo y aunque parezca lo contrario, siempre acaba triunfando. Y que mejor imagen que la obra de Arnao de Bruselas, retratado por Luis Gárriz Cano en la logroñesa calle Portales. Cristo muerto en la cruz, como fracaso previo al triunfo de la Resurrección. Magnífica imagen que espera a todo el que quiera verla en la Imperial Iglesia de Santa María de Palacio de Logroño y que, gracias a la cofradía del Santo Cristo de las Ánimas procesiona en las calles logroñesas todos los Viernes Santo.
HEMOS APRENDIDO QUE SOMOS DÉBILES.
Una de las cosas más importantes que hemos aprendido durante esta cuarentena es que somos débiles. Algo que ya sabíamos, o al menos intuíamos, pero de lo que tratábamos de huir o intentábamos disimular.
Este tiempo de pandemia, en primer lugar, nos ha recordado que no somos dioses, sino que tenemos que lidiar con nuestra debilidad. Resulta sobrecogedor ver como en pocas semanas pasamos de pensar en el transhumanismo y de la capacidad humana para prolongar la vida y detener la muerte, a constatar con dolor como todos nuestros esfuerzos no lograban detener la espiral de muerte creada por un virus invisible a nuestros ojos. Era como si la propia naturaleza nos recordara que, pese a estar en la cúspide de la pirámide de la evolución, el hombre sigue siendo una criatura débil e indefensa.
En segundo lugar, este tiempo de confinamiento nos ha hecho ver que nuestra debilidad pasa porque necesitamos a los demás para vivir nuestra vida. Y aquí cada cual puede pensar en aquellas personas con las que ha hablado durante estos dos meses, para expresarles su cariño, para compartir miedos y agobios, para interesarse por ellas, para reír y pasar un buen rato ante la pantalla, etc. Pero también podemos recordar en aquellos que han luchado diariamente contra el virus o han seguido realizando su
trabajo para garantizar que el país siguiera contando con los servicios mínimos. En el fondo, nos necesitamos como sociedad, a los de cerca y a los de lejos, porque somos más débiles de lo que nos pensamos.
En tercer lugar, creo que hemos experimentado también que esta debilidad tiene sus efectos en nosotros mismos. Y es que, creo que quien más o quien menos ha visto cómo, pese a sus ganas de trabajar o a la urgencia de las tareas, la productividad en este tiempo no era la misma que en circunstancias habituales. En ocasiones también nos encontrábamos cansados, irascibles, tristes o agobiados, sin un motivo aparente y sin poder poner una solución a ello. Esto nos ha hecho constatar que nuestra debilidad también pasa por la necesidad de salir, de pasar tiempos distendidos, de estar con los demás, de oxigenarnos, que contrastan con nuestra creencia de que con un poco de ánimo y organización, podemos con todo lo que nos echen encima. Así, este tiempo de confinamiento nos ha hecho experimentar que no somos dueños de nuestro estado de ánimo y también que necesitamos dedicar un tiempo al descanso y la gratuidad.
Tres aprendizajes distintos que tocan una misma esencia humana: la debilidad. Es decir, la experiencia de que no somos omnipotentes ni dueños de nuestra propia vida. Que hemos recibido la existencia de Dios, y por eso le necesitamos. Que debemos asumir nuestro lugar en la naturaleza, y por esta razón respetarla. Que necesitamos de los demás, y no solo ellos de nosotros, y por eso tenemos que cuidarlos. Y que no podemos controlar todas las variables de nuestra vida, ni nuestros sentimientos, y por ello tenemos también que cuidarnos. Tres aprendizajes para no olvidar, o al menos para recordar y llamar por su nombre, cada vez que la omnipotencia vuelva a instalarse o desmoronarse en nuestra vida.

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