El
año 1977 la cofradía nazarena toma la decisión de unir una sección de viento a
la ya existente de tambores y bombos. Para ello cinco cofrades infantiles
aprenderán, en las aulas del antiguo colegio de Navarrete el Mudo, los secretos
de este instrumento. Bajo la sabia dirección del recordado “Algarrobo”, Juan
Carlos Fernández, Juan Ugarte, Félix Blasco, Javier Lacalle y Francisco Blasco
“Cano”, serán los componentes de la primera sección de viento que tuvo la cofradía del Nazareno.
El
Viernes de Dolor del año 1977, la sección de viento, junto a la de tambores y
bombos, acompañó a la Dolorosa de Santiago en su procesión anual por las calles
del casco viejo logroñés. Era su debut en la calle y su primer ensayo serio
antes de acompañar al Nazareno el Jueves Santo en la procesión del Encuentro.
Se iba a celebrar el Jueves Santo, pero la lluvia impidió. Esa es la razón por
la que será el Viernes Santo de ese año 1977 cuando la sección de viento
acompañe a su paso titular en la procesión del Santo Entierro.
Convendrá
recordar que, hasta los primeros años ochenta, el acompañamiento musical
nazareno participará en todas las procesiones tocando sin capuz. El carácter
infantil de las dos secciones hizo que la entonces Junta de Gobierno solicitara
permiso a la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro para procesionar sin
capuz, siendo concedido por la pía asociación.
La
foto corresponde al Domingo de Ramos del año 1978. Los cofrades forman en la
calle tras la participación en la Eucaristía de la festividad de Domingo de Ramos celebrada en la
concatedral de La Redonda, para dirigirse, acompañando al paso de la Entrada de
Jesús en Jerusalén, al colegio de la Compañía de María de la capital riojana,
donde descansaba el paso el resto del año.
La
sección de viento permaneció en la cofradía hasta hace pocos años, cuando
desapareció por falta de cofrades que tocaran. Una muestra más del lento pero
inexorable declive que, desde hace unos cuantos años, va dejándose sentir en
cofradías, no solo logroñesas, sino de ciudades más importantes como son el
caso vallisoletano o conquense, y que parece no tener fin.
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