lunes, 23 de marzo de 2020

CORONAVIRUS. CRISTO ME DA LA VIDA.

En el libro que muchos jóvenes de mi época, allá a principio de los 80 del pasado siglo, intentábamos buscar ayuda para encontrar a Dios, he encontrado una carta de una madre, titulada “Cristo me da la vida”. Os la dejo, para que la saboreéis y os ayude, un poco, a sobrellevar esta nueva situación que estamos viviendo. La imagen es la decimoquinta estación del Vía Crucis, la Resurrección de Cristo, obra de Jerzy Duda Gracz para el santuario de Jasna Gora, Czestochowa, Polonia.
Cristo me da la vida.
“Para mí, que soy madre de familia, creo que Cristo es, en primer lugar, el que da la vida. Tengo cuatro hijos y en cada uno de los nacimientos quedé deslumbrada por la maravilla de la vida. Así, Cristo es la vida, la vida siempre nueva, siempre renovada, desbordante de esperanza. “Yo soy la vida. He venido para que tengáis vida”. ¡Si estuviéramos más persuadidos…! Sé también que un nacimiento no puede tener lugar sin paciencia, sin espera, sin desprendimiento, sin dolor, y me digo que la vida que Cristo me da, en la que debo creer en fe y en fidelidad, no se revelará plenamente sino al término, es decir, tras prolongado tiempo de búsqueda, oscuridad, duda, monotonía, desprendimiento. Sólo permanece la certeza y, por ello, la esperanza”.
Una madre de familia.
En Lodi, Patxi; Regal, Manuel; Ulibarri, Florentino. “Gritos y Plegarias”, Ed. Española Desclee de Brouwer, Bilbao, 11ª edición, 1988, pág. 431.

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