Hoy nos acercamos a la
lectura de una pequeña columna de Daniel Cuesta, S.J., sacada, como viene
siendo habitual de pastoralsj.org Autor del libro del que todos los cofrades
hemos oído hablar esta cuaresma, “La procesión va por dentro. En busca de una
espiritualidad cofrade”, y que algunos estamos leyendo con mucha atención, nos
acerca a otra visión de la enfermedad que asola a nuestra sociedad. Tiene unos días, pero sigue estando de plena actualidad.
“Nos acostamos hoy en medio de noticias y de
miedo por el coronavirus. Parece que la cosa ahora ya sí que va en serio y
empezamos a preocuparnos. Comienzan a suspenderse las clases y las actividades
en las que haya mucha gente. Las residencias de ancianos restringen sus
visitas. Los supermercados se llenan a deshora de personas que prevén una
próxima cuarentena. Los geles desinfectantes y los productos de limpieza
comienzan a agotarse en las farmacias y los supermercados. Empezamos a sentir
miedo y un instinto innato de conservación nos hace protegernos incluso de
tocar el pomo de la puerta de un espacio público. ¿Y si nos contagiamos? ¿Me
habré contagiado ya? ¿Estaré a tiempo de prevenirlo? ¿Podremos con este virus o
podrá él con nosotros?
En medio de toda esta situación y de este
miedo, me acuerdo de la figura de san Luis Gonzaga. Un santo jesuita al que hoy
día no le hacemos demasiado caso, porque está revestido de una pátina del
pasado que no acaba de encajar con nuestros moldes actuales. Pero, cuando exponemos
la vida de Gonzaga, solemos decir muy rápido que murió con 23 años en Roma,
contagiado por la peste precisamente porque se dedicó a atender a los enfermos
de esta epidemia.
Y así, en medio de este miedo
al contagio por coronavirus en el que vivimos, el testimonio de san Luis
Gonzaga (y de tantos otros santos que han dado su vida por atender a los
enfermos) se vuelve más potente e iluminador. Puesto que, como buen
santo, nos interpela y nos hace pensar si, llegado el caso nosotros seríamos
capaces de hacer lo mismo por los demás. De no amar tanto nuestra vida como
para querer conservarla cuando el otro está en necesidad. Sé que no es momento
de heroísmos que nos pongan a nosotros y a los demás en riesgo de contagio.
Pero quizá esta situación puede hacernos pensar en cómo es
nuestro amor a Dios y al prójimo. Si es algo que está por detrás del
amor que tenemos a nuestra propia vida y a nuestro propio bienestar. O si, por
el contrario, estaríamos dispuestos a arriesgar nuestra vida ante la necesidad
de nuestros hermanos, como hizo san Luis Gonzaga en su juventud. Gracias a
Dios, de momento, todo queda en consideraciones mentales o en materia de
oración.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario