lunes, 30 de marzo de 2020

CORONAVIRUS: LO QUE CURA LA ESPERANZA

Paso de la Piedad, Logroño
Viernes Santo 2008.
 
 Hoy nos acercamos al término esperanza en la vida del cristiano. Y más en estos convulsos tiempos que nos está tocando vivir. El hecho de asumir en la vida el ser cristiano es un camino de alegría, optimismo y sobre todo, esperanza, mucha esperanza. Que mejor ejemplo de esperanza que María, la madre de Jesús y, por extensión, de todos nosotros. Y que mejor esperanza nos puede transmitir que en el momento sublime de dolor de encontrarse con el cuerpo muerto de su hijo entre sus brazos y teniendo el corazón roto y el alma hecha pedazos. Esta advocación pasional no es más que otra imagen de María a la que le ha desaparecido el Niño Jesús y le han colocado el Cristo muerto. Apareció en el siglo XIII en la zona alemana del bajo Rhin, respondiendo a la plasmación en arte de las visiones de Santa Brígida. Con el paso de los años, evolucionó a modelos más humanizados y naturales. Os dejo un texto de pastoral sj.org que trata este tema.
LO QUE CURA LA ESPERANZA.
Vivimos días raros. Días en los que ser héroe es quedarse en casa para que, quienes no pueden hacerlo, no se vean en la obligación de ser aún más héroes. También son días en los que la soledad es a la vez un don y un castigo. En los que echamos de menos: a personas, sobre todo a personas, pero también rutinas, momentos, caprichos…
Y para responder a esta anómala situación, desde el inicio del confinamiento en España han surgido decenas de iniciativas: para rezar, pero también para acompañar, para hacer comunidad, para apoyar a unos o a otros. Los aplausos a las 20:00 h, las eucaristías en
streaming, los retos con un rollo de papel higiénico, los conciertos de Instagram. Todo ayuda.
Por supuesto, la mayoría de iniciativas no surgen por generación espontánea. Detrás de cada una de ellas hay un esfuerzo de varias personas que piensan, trabajan, se dejan las horas desde casa para que todo tengas un sentido y sirva para un fin; para que esa conexión a YouTube sea lo mejor posible; para que esa meditación u homilía sirva a quien lo oye.

¿Y por qué lo hacen? ¿Por qué no aprovechan el confinamiento para estar en casa tranquilamente, leyendo o haciendo eso que siempre quisieron hacer y nunca pudieron? ¿Por qué no explorar todo el catálogo de Netflix a sabiendas de que cuando todo esto acabe, volverán a la rutina imposible?
Porque es importante mantener la esperanza. «La esperanza no cura», me decía un amigo, escéptico ante iniciativas de tipo religioso y cultural. Pues no, la esperanza no cura el cuerpo, para eso están los médicos y la responsabilidad de cada uno de tomar las precauciones necesarias. Pero la esperanza alimenta el fuero interno. Y en estos días la esperanza es el bien intangible más necesario.
Porque si dedicas 12 o 14 horas en un hospital a atender docenas de pacientes sin apenas medios, la esperanza es la que te empuja a hacerlo con una sonrisa, a pesar de la extenuación y el miedo. Porque si tu esposo o tu mujer se ponen enfermos, la esperanza te ayudará a mantenerte lo más fuerte y sereno posible. También la esperanza está para no sucumbir al sufrimiento por los que se van. Porque sin esperanza, y a falta de abrazos, la vida se pone muy cuesta arriba.
Quién iba a decirnos que la palabra en 2020 iba a adquirir un peso tan enorme. Somos más responsables que nunca de que nuestra palabra transmita algo. De que nuestra palabra sea abrazo, caricia y calor. De que nuestra palabra sea, en definitiva, esperanza.
La esperanza no cura, no. O al menos no en el sentido físico. Pero hoy, sin esperanza, no saldríamos de esta.

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