La Santa Cena de Alicante procesionando.
Hoy, víspera del tercer domingo de Pascua,
dejo un escrito acerca de la capacidad celebrativa del individuo. Estamos en
confinamiento; parece que, poco a poco, nos van a dejar volver a una “supuesta”
normalidad, teniendo en cuenta que nada volverá a ser como era antes de esta
experiencia; experiencia que habrá sido vivida de diversas maneras según el
docto entendimiento de cada uno.
De todos modos, Álvaro Zapata, sj, nos anima,
basándose en la experiencia del futbolista italiano Balotelli, a disfrutar y celebrar,
como el titula, lo de cada día. Y no es mal ejemplo para esta temporada que nos
está tocando vivir. Celebrar la posibilidad de, por ejemplo, estar; y, si
además, estamos sanos, mejor todavía. La vida, celebrarla con las personas que
nos rodean, con los que se nos acercan si estamos en soledad.
Y que mejor imagen para celebrarlo que un paso
de la Santa Cena. En este caso, el de la hermandad salesiana de Alicante. Como
dijo José María Rodriguez Olaizola, sj, en la celebración de la Cena del Señor
del pasado Jueves Santo, la última cena de Jesús es una fiesta. Jesús reúne a
sus amigos, les invita a cenar, les abre el corazón, les lava los pies, muestra
de la opción por servir a los demás. Amar y servir en las peores encrucijadas
de la vida.
CELEBRAR LO DE CADA DÍA.
Las buenas noticias se comparten y cuanto más
rápido mejor. Como el jugador del Olympique de Marsella Mario Balotelli, que al
marcar un gol decidió celebrarlo con una storie de Instagram con todos sus compañeros de
equipo. Aunque el gesto se ha hecho viral, no solo por lo original de la
celebración, sino también por usar el móvil en lugar de limitarse a disfrutar
del momento con los que le rodeaban. Balotelli parecía estar más pendiente de
sus seguidores que de sus compañeros de equipo y los aficionados en el estadio.
Nos salió la crítica fácil: vivimos en una
sociedad despersonalizada, el móvil está dominando nuestras vidas, estamos
invadidos por las redes sociales… y otra serie de lugares comunes que se
resisten a entrar en un análisis más profundo de lo que está pasando y por qué
está pasando.
Y es que el gesto de Balotelli tenía un
trasfondo del que nos hemos enterado más tarde, porque más allá de que usara
Instagram o no en la celebración el gesto era raro porque Mario Balotelli era
conocido por no celebrar sus goles, consideraba que era parte de su trabajo
meterlos y que si un cartero no celebra que entrega sus cartas, por qué sí debería celebrar un
futbolista al meter un gol. Hasta que, según explicó en la misma publicación de
Instagram, se encontró con un cartero que le entregó un paquete con una sonrisa
y contento de hacerlo. Y eso le inspiró para celebrar también a él su trabajo.
Celebrar siempre es complicado. Parece que no debemos pasarnos, recordando a
quien no puede hacerlo. Pero ahí nos metemos en una visión de la vida un tanto
gris, en la que hacemos lo que hay que hacer y no nos damos ocasión de
sentirnos felices por ello. Balotelli, con el gesto del cartero aprendió que
lo cotidiano es ocasión de celebración, que el trabajo bien hecho es
fuente de alegría tanto como las ocasiones extraordinarias. En definitiva, que
tenemos la capacidad de convertir lo ordinario en algo extraordinario, motivo
para celebrar. Y si sumas a más gente a eso, mucho mejor.
Instagram, y otras redes sociales nos ofrecen
la posibilidad de convertir en extraordinario lo que es solo ordinario y
celebrar con mucha más gente. El riesgo está en querer vivir ahí, en quedarte
solo con los que están lejos y pasar de quien tienes al lado, en querer que
toda tu vida sea un continuo extraordinario. Aquí es donde tenemos que ser
cuidadosos y no dejarnos deslumbrar. Tener los pies en la tierra y saltar de
cuando en cuando es mejor que ir flotando y terminar en el suelo cuando la
realidad se impone.
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