Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Jerzy Duda Gracz Santuario de Jasna Gora
El
papel de Dios en nuestras vidas. Así de simple nos lo plantea Dani Cuesta sj en
el escrito abajo reproducido, sacado de pastoralsj.org . Y más en este tiempo
de pandemia. Llevamos ya más de cuarenta días de confinamiento, de encierro se
supone que voluntario, en nuestras casas ante el avance desolador de una
enfermedad que nos está dejando una inmensa cantidad de muerte. Frente a los
intentos de rebajar las personas a meros números, a curvas estadísticas,
nosotros, los cristianos, apostamos por las personas que nos han dejado, a las
que nos hemos podido acompañar ni en sus últimos momentos ni en su entierro, ni
en la celebración de oficios religiosos o laicos de despedida. Cada muerto es
una historia, una persona, anhelos, ilusiones, familias, sentimientos, que, por
desgracia, se nos han ido. Uniéndonos en el recuerdo de todos ellos, Dani
Cuesta nos hace reflexionar sobre otra forma de ver a Dios en nuestra vida.
Qué
mejor imagen que Jesús consolando a las mujeres de Jerusalén en la octava
estación del Vía Crucis de Jerzy Duda Gracz para el Santuario de Jasna Gora,
Czestochowa
CON
LO BIEN QUE SE VIVE SIN DIOS.
A menudo escuchamos, o nosotros mismos
pronunciamos discursos sobre la fe que afirman que necesitamos creer en Jesús
para alcanzar la felicidad más plena. Sin embargo, dichas proclamaciones muchas
veces chocan contra una realidad bien diferente. Por un lado la de aquellos
cristianos que parecen vivir la vida con un carácter entristecido, agobiado y
apesadumbrado. Y por otra la de muchos ateos y agnósticos que, lejos de dar la
impresión de faltarles una pieza clave en su vida, parecen vivirla de una
manera totalmente feliz, siendo además en muchos casos muy buenas personas.
Delante de esa realidad puede que nos hagamos
la siguiente pregunta: «¿necesita la gente a Jesús?» o tal vez puede que sea
mejor que vivan su vida felices sin él. Creo que dicha pregunta es en realidad
una trampa, si nos quedamos tan solo en ella y no somos capaces de darle la
vuelta. Es decir, tal vez la cuestión no sea tanto preguntarse si la gente
necesita a Jesús, cuanto hacerme a mí mismo la pregunta: «¿necesito yo a
Jesús?».
Y es que, muchas veces convertimos a Jesús y
el Evangelio en una pesada carga en nuestra vida. En una especie de losa que
nos aplasta, en un arma arrojadiza o en un producto que tenemos que vender si
queremos evitar que la Iglesia desaparezca… Y sin embargo Jesús no pretende ser
nada de eso. Él quiere ser nuestra felicidad, llenar nuestro corazón y movernos
hacia actitudes que nos saquen de nosotros mismos y nos hagan constructores de
su Reino. Él no pretende ser una carga ni una amargura, sino más bien
aquel que nos ayuda a llevar nuestra carga y amargura.
Si no lo vivimos así, puede que nos estemos
engañando, puesto que no estaremos viviendo desde la felicidad que él nos
promete y puede que ni siquiera hayamos conocido al verdadero Jesús. Y
ciertamente entonces no seremos capaces de contagiar alegría, sino más bien
todo lo contrario. Pero si vivimos habiendo descubierto de verdad que Jesús
llena nuestro corazón y que su proyecto merece la pena y hace vivir de la
esperanza (incluso contra toda esperanza), entonces ciertamente contagiaremos
un “algo más”, una semilla que posiblemente germinará entre la gente de nuestro
alrededor, cuando haya llegado su momento.
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