viernes, 24 de abril de 2020

CORONAVIRUS: CON LO BIEN QUE SE VIVE SIN DIOS

Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Jerzy Duda Gracz Santuario de Jasna Gora
 
El papel de Dios en nuestras vidas. Así de simple nos lo plantea Dani Cuesta sj en el escrito abajo reproducido, sacado de pastoralsj.org . Y más en este tiempo de pandemia. Llevamos ya más de cuarenta días de confinamiento, de encierro se supone que voluntario, en nuestras casas ante el avance desolador de una enfermedad que nos está dejando una inmensa cantidad de muerte. Frente a los intentos de rebajar las personas a meros números, a curvas estadísticas, nosotros, los cristianos, apostamos por las personas que nos han dejado, a las que nos hemos podido acompañar ni en sus últimos momentos ni en su entierro, ni en la celebración de oficios religiosos o laicos de despedida. Cada muerto es una historia, una persona, anhelos, ilusiones, familias, sentimientos, que, por desgracia, se nos han ido. Uniéndonos en el recuerdo de todos ellos, Dani Cuesta nos hace reflexionar sobre otra forma de ver a Dios en nuestra vida.
Qué mejor imagen que Jesús consolando a las mujeres de Jerusalén en la octava estación del Vía Crucis de Jerzy Duda Gracz para el Santuario de Jasna Gora, Czestochowa
CON LO BIEN QUE SE VIVE SIN DIOS.
A menudo escuchamos, o nosotros mismos pronunciamos discursos sobre la fe que afirman que necesitamos creer en Jesús para alcanzar la felicidad más plena. Sin embargo, dichas proclamaciones muchas veces chocan contra una realidad bien diferente. Por un lado la de aquellos cristianos que parecen vivir la vida con un carácter entristecido, agobiado y apesadumbrado. Y por otra la de muchos ateos y agnósticos que, lejos de dar la impresión de faltarles una pieza clave en su vida, parecen vivirla de una manera totalmente feliz, siendo además en muchos casos muy buenas personas. 
Delante de esa realidad puede que nos hagamos la siguiente pregunta: «¿necesita la gente a Jesús?» o tal vez puede que sea mejor que vivan su vida felices sin él. Creo que dicha pregunta es en realidad una trampa, si nos quedamos tan solo en ella y no somos capaces de darle la vuelta. Es decir, tal vez la cuestión no sea tanto preguntarse si la gente necesita a Jesús, cuanto hacerme a mí mismo la pregunta: «¿necesito yo a Jesús?». 
Y es que, muchas veces convertimos a Jesús y el Evangelio en una pesada carga en nuestra vida. En una especie de losa que nos aplasta, en un arma arrojadiza o en un producto que tenemos que vender si queremos evitar que la Iglesia desaparezca… Y sin embargo Jesús no pretende ser nada de eso. Él quiere ser nuestra felicidad, llenar nuestro corazón y movernos hacia actitudes que nos saquen de nosotros mismos y nos hagan constructores de su Reino. Él no pretende ser una carga ni una amargura, sino más bien aquel que nos ayuda a llevar nuestra carga y amargura. 
Si no lo vivimos así, puede que nos estemos engañando, puesto que no estaremos viviendo desde la felicidad que él nos promete y puede que ni siquiera hayamos conocido al verdadero Jesús. Y ciertamente entonces no seremos capaces de contagiar alegría, sino más bien todo lo contrario. Pero si vivimos habiendo descubierto de verdad que Jesús llena nuestro corazón y que su proyecto merece la pena y hace vivir de la esperanza (incluso contra toda esperanza), entonces ciertamente contagiaremos un “algo más”, una semilla que posiblemente germinará entre la gente de nuestro alrededor, cuando haya llegado su momento. 


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