jueves, 9 de abril de 2020

CORONAVIRUS. DIOS NO NOS HA CASTIGADO.

Cristo de los Enferrmos
Jueves Santo, Logroño.
 
 
Hoy, Jueves Santo, es el día del amor fraterno. La Iglesia celebra, por todo lo alto, este día. Es el punto central del compromiso cristiano. Los cristianos debemos unir amar con servir. Si no hay servicio, ni voluntad de servir a los demás, no se puede amar; tenemos que significarnos por el servicio a los demás, del primero al último.
Servicio, despojarse de uno mismo para entregarse a los demás, hasta la más pequeña e insignificante persona; estar allí donde Dios se hace presente. Dignidad, valoración, respeto,…. En estos tiempos de pandemia, de confinamiento, como ya mencionamos anteriormente, todavía hay gente que relaciona la voluntad divina como respuestas a las acciones, sobre todo las consideradas malas, de los hombres.
Dejo un pequeño y escueto escrito de Pablo Martín Ibáñez, aparecido en pastoralsj.org. La ilustración solo podía ser Cristo colgado del madero. Cristo, vivo que dirige su mirada al Padre. Cristo que se encomienda, como a lo largo de toda su vida, a la voluntad del Padre; Padre bueno que nos guía y nos ofrece, desinteresada y gratuitamente, su compañía y su amor. Y no, Dios, no se venga ni castiga a nadie. Cristo portado por los hermanos de la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, que durante once años allá por las dos últimas décadas del siglo XX, bajo la advocación de Cristo de los Enfermos, procesionó por las calles logroñesas.
Dios no nos ha castigado.
Que nadie me diga que esto es merecido. Que nadie se atreva a gritar que esto es un castigo de Dios. Que nadie sea tan cobarde de poner sobre los que sufren la carga de la culpa. No lo admito.
De estos días esperaba una ola inmensa de solidaridad y de especial cariño y ternura. Esperaba misericordia a raudales, acompañamiento y esperanza. Esperaba, de verdad, que el corazón se ablandase hasta el punto de tocar el dolor humano con todo el cuidado del mundo.
Más de cien mil enfermos, casi diez mil fallecidos y se habla de una pantomima del dios justiciero (sí, con minúscula). El dios del Antiguo Testamento, del rayo en la mano, de la ira divina, pero a la manera humana. La Justicia de Dios, la Ira de Dios, el Enfado de Dios, el Celo de Dios. Pero siempre al modo humano. Es decir, la justicia que castiga, la Ira que golpea, el Enfado que grita, el Celo que excluye. ¡Eso no es Dios! ¡Y no puede serlo!
Ya que muchos hacen de portavoces del Altísimo (tan alto lo ponen, que es inalcanzable), me atrevo a decir yo lo siguiente: no, no sois culpables de nada. No merecéis estar enfermos, ni merecéis que mueran vuestros familiares, ni merecéis quedaros sin empleo, sin sueldo o sin esperanza. No. Dios no os ha castigado por vuestros pecados, ni os ha enviado una plaga exterminadora. Sencillamente, Dios no es así.
Dios no os abandona. Dios os acoge en vuestra enfermedad, os cuida de la mano de los sanitarios. Dios llora con vosotros vuestro dolor y os invita a mirar más allá de la muerte. Dios no castiga; Dios convence, Dios atrae, Dios os quiere.
Que nadie os diga que lo merecéis. Dios es vuestro Padre Bueno. Y los padres buenos no
castigan a sus hijos enfermos o que sufren


No hay comentarios:

Publicar un comentario