Paso titular de la Cofradía logroñesa
y marista de la Santa Cruz, el Stábat Mater
Hoy es Viernes Santo, el día en que los
cristianos conmemoramos la muerte de Jesús, tras el proceso pasional iniciado
el Jueves Santo en Getsemaní. Todo nos recuerda a ello; los oficios de Viernes
Santo son solo la celebración de ese hecho; la adoración de la cruz, la no
consagración, todo incide y nos manda hacia el peor momento de la vida del
cristiano. La muerte de Jesús; la suerte que tenemos es que, al igual que los
Evangelios, nosotros nos sabemos el final y sabemos que tras la muerte, llegó
la Resurrección.
Este día de nervios, y, en determinadas
ciudades del norte de España, escenario de las Magnas procesiones del Santo
Entierro, donde, de modo cronológico, los diversos pasos de las cofradías o
hermandades, muestran a la gente que se acerca a los espacios procesionales habilitados,
los momentos más importantes de la Pasión de Jesús. Suelen culminar con María,
caminando en completa Soledad, habitualmente ataviada como las viudas
castellanas de la época barroca.
Hoy acercamos un escrito de Etty Hillesum,
judía holandesa muerta en Auschwitz en 1943. Persona alejada de Dios, es en los
momentos de mayor dificultad cuando se acerca y descubre a Dios y este hecho
produce un gradual y profundo cambio a la hora ver la realidad que le rodea.
Escribe un diario que, a diferencia del de Ana Frank, es comenzado cuando tiene
veintisiete años, con lo que la visión que ofrece del mundo que le rodea es ya
el de una persona adulta. Interesante la manera que tiene de ver la vida. De
eso va el escrito. De una manera diferente de ver la vida en un entorno
bastante peor del nuestro, pero que puede servirnos de ejemplo para una
vivencia de esta pandemia. Y quién nos
reconcilia con la vida? Para nosotros, Jesús. Y en estos días, en todas y cada
una de sus advocaciones. Por eso dejo la imagen del Stabat, gubiado por Ramón
Chaparro para la cofradía marista de la Santa Cruz de Logroño. María, siguiendo
el modelo andaluz, más que madre parece hermana y, con esa juventud, casi
prefigura ya la Resurrección del hijo.
Estar
reconciliados con la vida.
«Esta mañana sentí una
enorme tranquilidad en mí. Como después de desatarse una tormenta. Noto que
siempre vuelve de nuevo. Después de días de mucha e intensa vida interior,
aspirando a conseguir claridad y con dolores de parto por frases y pensamientos
que no quieren nacer en absoluto y después de exigirme rigurosamente para
lograr lo más importante y lo más necesario, encontrar la propia forma, etc.
Entonces de pronto se
me cae todo el peso de encima, aparece un cansancio bienhechor en mi cerebro,
que ha dejado de agitarse, y surge una especie de bienestar en mí y hacia mí, y
aparece un velo, a través del que se ve la vida de una forma más suave y
amable. Estar reconciliada con la vida. No soy yo como individuo quien quiere o
debe hacer algo. La vida es grande y buena, fascinante y eterna. Cuando se pone
demasiado énfasis en uno mismo y se agita y se irrita, entonces se escapa ese
gran y poderoso flujo que es la vida. Esos son los momentos auténticos -y yo me
siento muy agradecida- en los que queda descartada toda ambición personal, en
los que, por ejemplo, se calma mi anhelo de conocimiento y sabiduría. Entonces
me sobreviene de pronto, como un golpe de ala, un pedacito de eternidad.»
Etty Hillesum, Diario
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