Soledad de María.
El Sábado Santo es un día especial. Prácticamente han pasado
casi todos los fastos pasionales en las calles de Logroño. Las cofradías se
dedican, con excepción de los que tomarán las calles con el Resucitado, a
guardar todos los enseres, acondicionar las sedes canónicas que han sufrido
como si de un tsunami se tratara, la presencia de las asociaciones
penitenciales, para preparar la Vigilia Pascual.
En la sede canónica de la cofradía de Jesús Nazareno y
Nuestra Señora de los Dolores se celebra un acto que ha pasado, pasa y pasará,
desapercibido para casi todos los cofrades de la ciudad. Durante una hora y
dirigidos por el prior de la cofradía y párroco de Santiago, el Real, toda la
persona que quiera acercarse, acompaña a María en esos momentos de soledad
absoluta, de no acabar de entender que ha pasado y, sobre todo, por qué ha
pasado.
Sabiendo, por experiencia propia, que no hay palabras para
expresar lo que se siente en una situación igual o parecida, acudo, como
siempre, a mis amigos de pastoralsj.org, donde he encontrado este precioso
texto de Emmanuel Sicre, sj. Por supuesto acompañado de una foto hecha por Luis
Gárriz Cano de la Dolorosa que acompaña a Jesús Nazareno en la titularidad de
la centenaria cofradía riojana.
Caminos hacia Dios: las heridas.
Las heridas son puertas
entreabiertas al misterio de la vida. Allí donde el dolor abre la carne hay
gritos de parto que advierten el deseo de vivir. Cada herida se torna,
entonces, el anuncio de una reparación, el deseo de un alivio, la esperanza de
una cicatriz. Las heridas de una cruz que Dios no da, sino que ayuda silencioso
a cargar, nos revelan el ardiente anhelo de una pascua que nos murmure al oído
que las lágrimas limpian los ojos para ver mejor el sentido de nuestra historia
magullada.
Cuando las heridas son de muerte, cuando lo que es deja de ser, comienza la nueva vida, esa que verdea en los bordes de la herida y nos regala la esperanza de que posible siempre reescribir la propia historia con el lápiz de Dios.
Cuando las heridas son de muerte, cuando lo que es deja de ser, comienza la nueva vida, esa que verdea en los bordes de la herida y nos regala la esperanza de que posible siempre reescribir la propia historia con el lápiz de Dios.
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