viernes, 3 de abril de 2020

CORONAVIRUS. VIERNES DE DOLOR. SALTAR AL VACÍO

Dolorosa de Santiago, el Real
Logroño, Viernes de Dolor.
 

 Se acerca la Semana Santa; estamos ante su inicio. En dos días celebraremos la entrada en Jerusalén de Jesús a lomos de un pollino. Lo de después, lo conocemos todos. El problema suele ser que muchas veces, nos quedamos en el Viernes Santo y no pasamos a la Resurrección. Nos pasa como a los que caminaban hacia Emaús; la sensación de derrota, de abatimiento debió ser tan grande que decidieron lo que muchas veces hacemos nosotros mismos. Tirar la toalla. Pero no, el impacto de la noticia, la reflexión desde el fondo del corazón, en resumen, el encuentro con el Resucitado debió impactarles tanto que le cambió la vida.
Ese salto al vacío que supone aceptar a Jesús resucitado, fue aún más fuerte en el caso de María, a la que hoy celebramos con sus siete dolores. Imaginarnos a María diciendo sí a Dios cuando le dijo que iba a ser Madre de su hijo, fuera de toda lógica, en la sociedad en que estaba y con el papel que tenía la mujer en aquellos tiempos, eso sí fue un salto, un enorme salto al vacío. Por eso la imagen de hoy es María, de negro, ataviada como las viudas castellanas de la época barroca; imagen que hoy debiera recorrer las calles del casco antiguo de Logroño y que, por gracia de l pandemia, no podrá acudir al encuentro con los ciudadanos logroñeses que, cada año en esta fecha, se acercan a acompañarla.
Rebeca Gobernado, en pastoralsj.org  nos deja sus impresiones de lo que puede suponer un salto al vacío al tomar cada uno las riendas reales de la vida propia.
 
SALTAR AL VACÍO  
 
A lo largo de nuestra vida solemos pensar, soñar, configurar aquello que queremos vivir, nuestros “sueños”, pero podemos correr el riego de convertirlo en una continua espera, en algo estanco que no se materializa. Pronunciamos frases como por ejemplo: “me gustaría ser capaz de...”, “quiero irme a...”  y al lado  también puede encontrarse el miedo a lo desconocido , al fracaso, a la desilusión, la soledad etc pero sobre todo pánico a perder lo que ya se tiene. 
 Empezar a construir la vida que queremos implica, si se da el caso, saber partir y dejar atrás nuestra situación de comodidad, los lugares cotidianos donde nos movemos como pez en el agua, donde nos sentimos seguros. No es fácil descubrir que lo que deseamos vivir pasa por afrontar cambios y saltos al vacío ( o no tan vacío, pero saltos al fin y al cabo), y más complicado es ponernos manos a la obra.
 Es difícil, pero no imposible, porque si llega el momento, por opción propia o por obligación, y somos capaces de desanclarnos de un lugar, nos daremos cuenta de que no perdemos lo que ya tenemos, sino que aprendemos a valorarlo más y sobre todo, añadimos más vida, más experiencias.  Pasar etapas y propiciar cambios en la vida exige una identificación previa del fin de las cosas y no retrasarlas, porque somos expertos en darnos plazos que siempre estiramos, con la esperanza de que desaparezcan los miedos.
 Arriesgar, pasar a la acción... todo eso es descubrir la vida real, y no lo haremos mientras nos conformemos queremos o no queramos con lo que se nos dio o nos tocó en suerte. 
Y siempre encontraremos una palabra de aliento, una mano que se nos tiende para saltar baches o a transportar pesos,  que nos acompaña en las lágrimas triste-alegres y a reirnos de nosotros mismos: el Jesús de la Vida que se hace presente en cada hombre y mujer allí donde nos encontremos, buscando preguntas y hallando respuestas.
 
Rebeca Gobernado
 

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